El coronavirus es un virus en constante evolución. Hasta noviembre de 2021 la variante predominante en todo el mundo fue la Delta, originada en la India. Desde la variante inicial de Wuhan, han aparecido diferentes, pero Delta es la que había tenido una mayor expansión a nivel mundial, antes de la llegada de la variante Ómicron.
Los cambios o mutaciones que presenta la variante Delta son:
Cambios en el gen E484K: asociada a una reducción de la respuesta de los anticuerpos naturales y vacunales.
Cambios en el gen L452R: favorece la infectividad, es decir, que el virus sea más contagioso. Estas mutaciones afectan a la espícula del virus, que es la parte del virus que se une al receptor de las células humanas (receptor AC2). La mutación facilita esta unión al receptor y, por tanto, puede infectar más fácilmente las células.
Esta variante es más infectiva que la de Wuhan y menos que Ómicron. Se calcula que el R0 de este virus es de 5, es decir cada persona infectada contagia aproximadamente a 5 personas más. Por tanto, es más transmisible que el virus del ébola y tan contagiosa como la varicela.
Los métodos para diagnosticar la variante Delta del Coronavirus siguen siendo los mismos que con variantes anteriores. Principalmente:
Test rápidos de antígenos: se ha visto que en personas vacunadas las pruebas de antígenos son menos sensibles, es decir, se producen más falsos negativos, ya que la carga viral en el tracto respiratorio se aclara más rápidamente.
Por tanto, una persona vacunada e infectada con la variante Delta que dé negativo en una prueba de antígenos, no se puede descartar que tenga la infección por el SARS-CoV-2. En cambio, si esta persona da positivo, la probabilidad de que realmente esté infectada sí es alta, ya que es una prueba muy específica.
PCR: sigue siendo igual de efectiva para detectar personas infectadas con la variante Delta de la COVID.
En el caso de personas vacunadas contra la COVID, se reduce por tres la tasa de infecciones, por cuatro la hospitalización y por 10 la mortalidad.
Estudios en Estados Unidos de América que han demostrado que, de cada 100 hospitalizaciones, 84 son personas no vacunadas. Por tanto, se puede concluir que la vacunación reduce de forma drástica la probabilidad de tener una enfermedad grave y de ingresar en el hospital por una infección con la variante Delta.
La infección por coronavirus produce en personas vacunadas estas situaciones clínicas:
1 de cada 2 personas (50%) tiene una infección asintomática.
1 de cada 4 personas tiene una enfermedad por el COVID-19 leve/moderada.
1 de cada 4 personas padece una enfermedad grave, mayoritariamente en personas de edad avanzada o con enfermedades crónicas.
Para tratar a las personas con una infección por la variante Delta moderada a grave, se ha demostrado que son efectivos los siguientes tratamientos:
Medicación antiviral como el remdesivir que si se administra de forma precoz en el paciente no hospitalizado puede evitar el ingreso hospitalario en casi el 90% de casos. También es muy útil en enfermos ingresados en los hospitales con neumonía que no estén intubados ni ventilados.
Antiinflamatorios como la dexametasona o el tocilizumab que se administran cuando se produce la llamada “cascada de citocinas”, una respuesta inmunitaria que produce una gran inflamación en el pulmón, y provoca neumonía e insuficiencia respiratoria.
Profilaxis de la trombosis venosa y arterial en el enfermo hospitalizado: la administración preventiva de heparina de bajo peso molecular por vía subcutánea evita el estado procoagulante que da esta infección y por tanto, previene posibles problemas como las trombosis.
El tratamiento estandarizado para la COVID-19 grave actualmente es: administrar remdesivir, corticoides como el tocilizumab y heparina profiláctica.
Además del remdesivir hay otros dos antivirales que son eficaces para tratar la infección por la COVID en general y la variante Delta en particular. Son el Molnupiravir y Nirmatrevir que están en proceso de aprobación por la Agencia Europea del Medicamento (EMA). Ambos reducen el ingreso hospitalario en un 30% y la muerte en casi un 90%, sobre todo en individuos mayores de 60 años con comorbilidades. También se ha observado que una dosis única por vía intravenosa o subcutánea de anticuerpos monoclonales neutralizantes reducen las tasas de ingreso hospitalario entre un 60 y 80% de casos. Todos estos estudios se han realizado en personas no vacunadas y por tanto ahora se tendrán que validar los resultados en personas vacunadas.
La vacunación global es de primordial importancia para evitar que el coronavirus mute y que las mutaciones escapen a la respuesta inmunitaria natural o a la inmunidad generada por la vacuna.
Respecto a la variante Delta, una dosis de la vacuna sólo protege un 30%, mientras que dos dosis ofrecen una protección del 80%, frente a la enfermedad grave. Por eso, dado que la protección es alta pero no llega al 100%, se deben seguir manteniendo las medidas de protección habituales.
Las vacunas con mayores tasas de protección son las de mRNA (Pfizer o Moderna). En cambio, las que presentan tasas de protección más bajas frente a la infección son las vacunas de vectores virales (Aztrazeneca y Janssen). Por tanto, para la tercera dosis se recomienda recibir una vacuna de mRNA.
Los estudios muestran que se alcanza la máxima producción de anticuerpos dos semanas después de la segunda dosis, y que la protección dura aproximadamente 6 meses.
Los niveles de anticuerpos descienden más rápidamente en personas mayores de 60 años en comparación con personas más jóvenes, por eso es tan importante administrar dosis de refuerzo a las personas mayores. Se ha observado que, si a estas personas se les administra la tercera dosis, a partir de las dos semanas se reduce entre 10 y 20 veces el riesgo de infectarse y hasta 20 veces el riesgo de desarrollar una enfermedad grave.
Además, las personas con cáncer, personas que están en tratamientos de hemodiálisis, personas trasplantadas de órganos y aquellas que reciben tratamiento inmunosupresor tienen respuestas más bajas de anticuerpos neutralizantes con ambas dosis, por eso es importante priorizar su vacunación con una tercera dosis.
En conclusión, la vacunación reduce la infección y enfermedad grave también para la variante Delta.
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Antoni TrillaConsultor Sénior del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología
Eduard Vieta PascualPsiquiatraJefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología
Gema Maria Lledó IbáñezMédico internistaServicio de enfermedades autoinmunes
Jacobo Sellarés TorresNeumólogoServicio de Neumología y Alergia Respiratoria
Josep M. Miró MedaMédico Enfermedades Infecciosas, HCBPresidente
Josep Maria PeriPsicólogo clínico
Maica RubinatEspecialista en Medicina del DeporteSecretaria General del Deporte y la Actividad Física de la Generalitat de Catalunya
Mariona ViolanEspecialista en Medicina del DeporteSecretaria General del Deporte y la Actividad Física de la Generalitat de Catalunya
Publicado: 12 de marzo del 2020
Actualizado: 12 de marzo del 2020
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