Las enfermedades emergentes: Cuando la imprevisibilidad cambia todo
Tenemos otras epidemias que nos preocupan, como la obesidad o enfermedades cardiovasculares, pero las enfermedades emergentes tienen una característica que las hace particularmente peligrosas: son imprevisibles. Y cuando llegan, pueden ser increíblemente agudas e inesperadas, como vimos en el 2020. Con esta rapidez, no sólo impactan la salud física, sino también la salud mental, la economía y la cohesión social.
En 2020 nos cogió desprevenidos. Los sanitarios advertimos que era necesario reforzar el sistema de salud para el futuro, a nivel nacional y a nivel global. Mientras, la crisis global empujó a 71 millones de personas a la pobreza extrema, el primer aumento desde 1998.
¿Y el coste? Astronómico. Se calcula que la COVID-19 ha costado al mundo unos 11 billones de dólares sólo entre 2020 y 2021. Según la OMS, tardaríamos 500 años en gastar en preparación lo mismo que hemos perdido debido a la COVID-19. Podríamos haber empezado en 1525. Las cifras hablan por sí solas.
Y ahora, ¿estamos preparados para una pandemia?
Según el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, la respuesta correcta es "sí" y "no".
Nunca habíamos tenido tanta tecnología ni capacidad para detectar amenazas: la secuenciación genómica se ha expandido, tenemos mejor acceso a oxígeno médico y sistemas de prevención.
Sin embargo, la realidad es que el contexto actual -marcado por guerras, cambio climático, crisis económicas e inestabilidad política- nos deja en una posición frágil para desarrollar nuevos mecanismos de predicción, detección precoz y rápida respuesta. Además, la reciente amenaza de desinversión en Salud Global en Estados Unidos podría hacernos retroceder hasta un escenario incluso anterior al de 2020 en este ámbito.
El mundo de la salud pública lucha constantemente por obtener atención política, espacio fiscal e inversión. ¿Y lo peor? Nos relajamos cuando la urgencia desaparece, repitiendo los errores del pasado.
Aún tenemos mucho trabajo por hacer
Pero no todo es negativo. Tenemos un nuevo aliado: la tecnología. Bien utilizadas, herramientas como la salud digital, la inteligencia artificial o la genómica y otros avances tecnológicos nos han dado herramientas que hace diez años ni soñábamos. Si hacemos un empujón más y realmente invertimos en estar preparados, podemos cambiar el futuro.
Sólo hace falta decidir si queremos aprender de la historia o repetirla.