Preguntas frecuentes sobre el Trastorno Depresivo
No existe este diagnóstico, aunque sí hay personas con tendencia a un carácter depresivo en las que su estado de ánimo se rige por sentimientos de abatimiento, tristeza, desánimo, desilusión e infelicidad; tiene sentimientos de impotencia, inutilidad y baja autoestima; se autodescalifica, tiende a la cavilación y preocupación constante; suele criticar, juzgar y llevar la contraria a los otros, es pesimista y tiende a sentirse culpable o arrepentido.
No hay una edad de inicio característica de los trastornos depresivos y se pueden presentar a cualquier edad. No obstante, la edad de inicio sí difiere de un tipo de trastorno depresivo a otro. Así los trastornos adaptativos se pueden presentar a cualquier edad; el trastorno distímico suele iniciarse en la etapa de adulto joven o de adulto, siendo infrecuente su inicio en la tercera edad; y los episodios depresivos (depresión mayor) son más frecuentes en el adulto y en el anciano que en el adulto joven.
No disponemos de datos que permitan sugerir ningún tipo de relación hereditaria en lo referente a los trastornos adaptativos. Por el contrario, la existencia de antecedentes familiares de trastornos depresivos sí aumenta discretamente la predisposición a tener un trastorno depresivo del tipo episodio depresivo (depresión mayor) o trastorno distímico.
Ciertas características del trastorno depresivo, como su gravedad y la edad de inicio precoz, se asocian a una mayor predisposición genética. No obstante, incluso en estos casos concretos, el componente genético de este tipo de trastornos mentales es muy inferior a la de otros trastornos psiquiátricos, como puede ser el trastorno bipolar o la esquizofrenia.
Hasta el momento, no se ha podido demostrar ninguna asociación causal entre una alteración genética concreta y del tener un trastorno depresivo.
Hasta el momento no disponemos de ninguna evidencia científica que sugiera una asociación entre alteración en la concentración sanguínea de litio y el desarrollo de un trastorno psiquiátrico. Por tanto, con finalidad diagnóstica, no debemos solicitar un análisis de niveles en sangre de litio. Cabe recordar que sí es de gran utilidad solicitar niveles plasmáticos de litio a personas que, en el contexto de un trastorno depresivo o de un trastorno bipolar, realizan tratamiento con litio. En este caso, conocer los niveles de litio en sangre nos permite prescribir la dosis de carbonato de litio más adecuada para cada persona.
Los objetivos terapéuticos del tratamiento psicológico en un trastorno depresivo, si bien varían de un subtipo a otro y, en ocasiones, de un individuo a otro, pueden resumirse en: facilitar una adecuada comprensión de la enfermedad; modificación de síntomas respecto a la activación conductual (restablecimiento progresivo del nivel de funcionamiento previo tanto en lo referente a hábitos y rutinas diarias como en lo referente al cumplimiento de responsabilidades y, posteriormente, de actividades placenteras) y reestructuración cognitiva (identificar los sesgos interpretativos que realiza, a cuestionarse la validez o veracidad de sus conclusiones y a ampliar o flexibilizar sus consideraciones, así como aprender a sustituir las afirmaciones distorsionadas por otras con fundamento más objetivo y más adaptativas); facilitar nuevas técnicas para enfrentarse a situaciones de estrés presentes y futuras, así como técnicas para afrontar mejor los sentimientos de tristeza, rabia, ansiedad, timidez o pánico. Para ello puede ser útil facilitar técnicas de manejo de la ansiedad y técnicas de aumento de habilidades sociales con mejora de la asertividad.
Aproximadamente un 20% de las personas que dejan de tomar bruscamente un fármaco antidepresivo presenta un síndrome de discontinuación, siendo muy inferior su incidencia si la retirada es progresiva. También puede aparecer un síndrome de discontinuación tras una reducción parcial de dosis. Los síntomas más frecuentes son: cefalea, sensación de inestabilidad, sensación distérmica (sensación rara de frío-calor), inquietud, náuseas, parestesias (hormigueos) en extremidades y diarrea. Los síntomas del síndrome de discontinuación suelen ser leves y de inicio rápido tras la retirada brusca del fármaco. El inicio de los síntomas suele producirse ya en el primer o segundo día tras la retirada del fármaco y, normalmente, desaparece espontáneamente en 1 ó 2 semanas, aunque no es excepcional que se prolongue durante varias semanas.
Algún fármaco antidepresivo puede producir una discreta sedación. Es importante remarcar que este efecto suele ser transitorio y leve. Por otra parte, el alcohol, por sí mismo, también puede producir cierta somnolencia. Por lo que se entiende que el uso combinado de alcohol y fármacos antidepresivos, sobre todo en los primeros días del tratamiento antidepresivo, puede provocar una sensación de sueño superior a la que tendríamos al tomar o solo alcohol o sólo fármacos antidepresivos. Además, el consumo habitual de alcohol puede reducir la eficacia de los fármacos antidepresivos y predisponer a la persona a tener un trastorno depresivo. No obstante, el consumo ocasional o moderado diario de alcohol no estaría totalmente contraindicado en pacientes que toman fármacos antidepresivos.
Según la experiencia clínica en la utilización de la mayor parte de los fármacos antidepresivos durante el embarazo se puede afirmar que un número muy amplio de fármacos antidepresivos no parecen estar asociados a un mayor riesgo de malformaciones fetales. Asimismo, no hay indicios claros de que el contacto del feto con los fármacos antidepresivos pueda motivar alteraciones en el desarrollo psicomotor del niño.
Los fármacos antidepresivos disponibles en el mercado llegan a la leche materna y, por tanto, los lactantes de madres en tratamiento con fármacos antidepresivos están expuestos a estos fármacos. No obstante, la experiencia clínica no sugiere la existencia de efectos secundarios médicamente complejos en el lactante de madres que toman fármacos antidepresivos. Aún así, dada la poca información médica en este campo, se desaconseja la lactancia materna a las madres que toman fármacos antidepresivos. En cualquier caso, la recomendación médica inicial debe ser que en cada caso individual priorizar entre la lactancia materna o la toma de fármacos antidepresivos.
En base a la elevada eficacia antidepresiva del tratamiento electroconvulsivo desde hace décadas existe en la comunidad médica un enorme interés por obtener una alternativa terapéutica al electroshock que, manteniendo el objetivo de producir una estimulación eléctrica, no requiera de anestesia ni, si es posible, de la provocación de una convulsión electroencefalográfica.
La estimulación magnética transcraneal es una técnica que reúne dichos criterios (no requiere anestesia, no requiere convulsión) en la que mediante la aplicación repetida y mantenida de campos magnéticos en el área prefrontal (más o menos en la zona de las sienes) se induce una corriente eléctrica.
A pesar de haberse publicado un amplío número de estudios sobre estimulación magnética transcraneal en trastornos depresivos (esencialmente en el subtipo episodio depresivo o depresión mayor), no existe un amplio consenso respecto a su eficacia. La controversia existente se debe a varios hechos. Por una parte existen aspectos metodológicos de dichos estudios que dificultan la obtención de conclusiones; por otra parte, los propios resultados respecto a su eficacia son motivo de discusión. A este respecto, considerando los resultados en su conjunto, las tasas de remisión e, incluso, el grado de mejoría observado, no son especialmente elevados. Todos estos hechos justifican que la aplicación clínica de esta alternativa terapéutica todavía sea motivo de debate.
La estimulación cerebral profunda es un tratamiento quirúrgico experimental de reciente desarrollo dirigido al tratamiento de personas afectadas por un trastorno depresivo subtipo depresión mayor resistente a diversas pautas farmacológicas y al tratamiento psicológico. Por ahora, esta opción terapéutica experimental no se ha planteado como alternativa de tratamiento para pacientes con trastorno adaptativo o trastorno distímico.
Por el momento, a la espera de disponer de estudios con amplias muestras poblacionales, esta técnica terapéutica está totalmente restringida al ámbito de la investigación, no de la práctica clínica diaria.
Lo primero y más urgente es intentar que el paciente sea visitado cuanto antes por un médico para que evalúe y trate las consecuencias físicas derivadas del intento de suicidio (posibles heridas por el traumatismo, posible efecto nocivo de las pastillas ingeridas, etc.) y el riesgo de que se produzca un segundo intento de autolesión de forma inminente. En base a este riesgo se procederá al ingreso hospitalario del paciente (si es muy elevado) o a su derivación para un seguimiento ambulatorio especializado.
Es importante, además, por parte del entorno intentar no culpabilizar al paciente. Es bueno que el paciente vea que entendemos que él se ha visto en la necesidad de realizar esta conducta como consecuencia del malestar intenso que le producen los síntomas de la enfermedad. Tanto la familia como el personal sanitario, una vez pasada la fase aguda, le podrán sugerir y/o enseñar conductas alternativas que puedan ayudarle en el futuro a reducir esa necesidad de acabar con su vida.
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Publicado: 3 de abril del 2018
Actualizado: 3 de abril del 2018
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