Ansiedad, depresión y alimentación
La relación entre la nutrición y los trastornos de salud mental ha ganado cada vez más atención en la comunidad científica. Un número creciente de estudios ha demostrado que la malnutrición y el consumo de alimentos procesados puede contribuir a la aparición de ansiedad y depresión, dificultar su tratamiento y enlentecer la recuperación.
Según una revisión reciente, publicada en la revista Nutritional Reviews, los patrones alimentarios saludables pueden ser efectivos en la prevención y tratamiento de trastornos como la depresión y ansiedad. Por lo tanto, mejorar la nutrición se considera un tratamiento complementario esencial para estos trastornos.
La evidencia sugiere que los micronutrientes, como las vitaminas B (ácido fólico, B6, B12), la vitamina D, el zinc, el magnesio y los ácidos grasos esenciales como los omega-3, juegan un papel crucial en el bienestar psicológico.
La evidencia entorno a la dieta y el trastorno de ansiedad es limitada. Aun así, la revisión anteriormente mencionada sugiere que la suplementación con micronutrientes puede ayudar a aliviar los síntomas de ansiedad, en especial en aquellos pacientes con deficiencias nutricionales.
En referencia a la depresión, un ensayo clínico aleatorio publicado en 2021 demostró que seguir una dieta de estilo mediterráneo, suplementada con aceite de pescado rico en omega 3, redujo los síntomas de depresión en adultos. Este tipo de dieta también mejoró la calidad de vida relacionada con la salud mental de los participantes.
De manera similar, un análisis del estudio PREDIMED encontró que las personas con diabetes tipo 2 que seguían una dieta mediterránea tenían un 41% menos de probabilidades de ser diagnosticadas de depresión en comparación con el grupo que no lo hacía.
El papel de la nutrición en otros trastornos
Respecto a otras enfermedades como el trastorno bipolar, el trastorno de déficit de atención o hiperactividad (TDAH) y el Alzheimer, el papel de la nutrición es más controvertido, ya que no existe suficiente consenso para establecer pautas sólidas en estos casos.
La adherencia a una dieta mediterránea también podría ser un factor protector de la salud mental en la población infantil y adolescente, por lo que su promoción ayudaría a prevenir la aparición de síntomas psiquiátricos, reducir la gravedad de los síntomas y mejorar el pronóstico en pacientes jóvenes.
Por otro lado, también se debe considerar la alta prevalencia de enfermedades crónicas como son la hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad, en pacientes psiquiátricos adultos. Esta relación puede estar vinculada al tratamiento psicofarmacológico, pero también a un estilo de vida poco saludable y la falta de autocuidado. Es crucial reconocer que los nutrientes y los hábitos alimentarios juegan un rol fundamental en el bienestar físico y mental de estos pacientes.
Importancia de la investigación
Las guías alimentarias estadounidenses de 2015-2020 recomiendan patrones de alimentación saludable como el estilo de alimentación mediterráneo y el vegetariano o vegano, los cuales pueden contribuir significativamente a mejorar el bienestar conductual. Es esencial, sin embargo, que las dietas vegetarianas y veganas aseguren una ingesta adecuada de ácidos grasos omega-3, hierro y vitamina B12, para mantener un estado nutricional óptimo.
En este sentido, los investigadores enfatizan la necesidad de realizar más ensayos clínicos que permitan comprender mejor los mecanismos involucrados en la interacción entre la nutrición y los trastornos de salud mental. Estos estudios podrían ser de gran valor para desarrollar intervenciones nutricionales basadas en la evidencia y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.
Por todos estos motivos, la evidencia científica subraya la importancia de integrar la nutrición en el enfoque global de salud mental. Podemos afirmar que un patrón de alimentación saludable puede tener un impacto significativo no sólo en la prevención y tratamiento de estos trastornos, sino también en el bienestar de las personas.
Información documentada por:
Marcos Carrasco, dietista-nutricionista, Instituto Clínic de Enfermedades Digestivas y Metabólicas (ICMDM), Servicio de Endocrinología y Nutrición, Dietista-Nutricionista referente del Instituto de Neurociencias. Clínic Barcelona.