Se calcula que aproximadamente el 2% de la población experimentará este trastorno en algún momento de su vida. Aunque es más común en mujeres, cada vez se reconocen más casos en hombres.
Durante los episodios de atracón, la persona come mucho más rápido de lo habitual y sin sentir hambre real. A pesar de experimentar una sensación de saciedad desagradable, le resulta difícil detenerse. Posteriormente, surgen sentimientos de culpa, vergüenza y angustia, lo que genera un intenso malestar.
El origen del trastorno por atracones es multifactorial e involucra factores genéticos, psicológicos y sociales y puede compartir algunos factores de riesgo de otros trastornos de la conducta alimentaria. Predisposición genética, baja autoestima, perfeccionismo y rigidez emocional pueden contribuir a su desarrollo, así como factores estresantes individuales o socio-familiares. También influyen los ideales de belleza promovidos por los medios de comunicación y redes sociales, además de la presión en ciertos ámbitos deportivos y profesionales donde la imagen corporal es determinante. Pasar por diferentes diagnósticos de trastornos de la conducta alimentaria es frecuente (anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, trastorno por atracones).
Diferencia entre hambre emocional y trastorno por atracón
Para comprender la magnitud de este trastorno, es importante diferenciarlo de otros patrones de alimentación.
Comer de forma sana o normal implica seguir una dieta equilibrada y atender las señales naturales de hambre y saciedad sin sentimientos de culpa.
Por otro lado, comer por factores emocionales, también llamado hambre emocional, ocurre en momentos de estrés o tristeza, pero no con la frecuencia ni la intensidad del trastorno por atracones, por tanto, no conlleva un diagnóstico. En estos casos, la persona no experimenta una pérdida total de control ni un remordimiento extremo.
Sin embargo, si el uso de la comida para manejar emociones se vuelve recurrente, puede evolucionar hacia un trastorno de la conducta alimentaria.
El trastorno por atracón, en cambio, implica una pérdida de control continua, con consecuencias significativas en la vida social, familiar y laboral de la persona afectada. Es común que quienes lo padecen oculten o almacenen comida, desechen envoltorios en secreto y alternen episodios de atracón con dietas muy restrictivas. Estas restricciones, al ser insostenibles, refuerzan el ciclo de atracones y aumentan la ansiedad ante la comida.
Escuchar sin juzgar
El papel del entorno más cercano es clave, tanto en la prevención como en el tratamiento del trastorno por atracones. Crear un ambiente de apoyo es fundamental: fomentar una imagen corporal saludable, escuchar sin juzgar y evitar comentarios sobre el peso o la comida pueden marcar la diferencia. Además, si la persona ha iniciado un tratamiento, es importante respetar las indicaciones de los profesionales de la salud y reforzar los pequeños logros en su recuperación.
Detectar los signos de alerta y buscar ayuda profesional son pasos esenciales para la recuperación. Afortunadamente, existen tratamientos eficaces, como la terapia cognitivo-conductual, que ayudan a modificar los patrones de pensamiento y comportamiento asociados con el trastorno, así como estrategias de regulación emocional. En algunos de los pacientes se instaura tratamiento farmacológico.
La clave para superarlo radica en reconocer su existencia, brindar el apoyo adecuado y seguir un tratamiento que atienda tanto la dimensión física como emocional de la persona afectada.
Información documentada por:
Dra. Teia Plana, psiquiatra. Servicio de Psiquiatria Infantojuvenil, Clínic Barcelona.