Factores de riesgo del Síndrome de Fatiga Crónica
Tener predisposición a la fatiga crónica significa que la persona tiene factores personales heredados que hacen que tenga mayor riesgo de desarrollar la enfermedad a lo largo de su vida.
Factores genéticos. Se han identificado de forma clara diferentes genes que predisponen a la fatiga crónica (enfermedad poligénica). Sobre todo afecta a los genes que regulan la transmisión de mensajes entre neuronas, la respuesta inflamatoria, la respuesta hormonal (hipófisis, tiroides, suprarrenales) y la inmunitaria.
Ser mujer. El síndrome de fatiga crónica está considerada una enfermedad de género, ya que afecta entre 10 y 20 veces más a mujeres que a hombres. La base de esta predisposición se debe a que las principales hormonas femeninas, los estrógenos, provocan una sensibilización a nivel cerebral que hace que la fatiga se detecte de forma precoz. Por eso, es necesario evitar, en la medida de lo posible, el uso de estrógenos si se tiene esta enfermedad.
Patrones de conducta. Al igual que ocurre en otras enfermedades, hay una relación entre determinados patrones de conducta y la predisposición a tener síndrome de fatiga crónica.
- Las personas con un carácter perfeccionista, incluso, obsesivo, hiperactivas, inestables emocionalmente y que tienen la necesidad de reconocimiento personal, lo que se conoce como un patrón de conducto de Tipo A.
- Las personas que han sufrido muchas situaciones estresantes vitales, tanto físicas (agresiones, traumatismos) como psicológicas (amenazas, síndrome de “quemarse” por el trabajo, acoso) a lo largo de su vida.
Ausencia de ejercicio físico. Las personas sedentarias o que no han practicado ejercicio de forma regular a lo largo de su vida. Se recomienda que las personas diagnosticadas de fatiga crónica practiquen una actividad física regular en períodos cortos, pero sin sobresfuerzos. Es básico caminar de forma regular y hacer estiramientos antes de iniciar la actividad.
Hiperlaxitud ligamentosa. Tener más flexibilidad de lo normal en los tendones y articulaciones (hieprlaxitud ligamentosa) tiene una base genética y predispone a la enfermedad, especialmente, en mujeres.
Se trata de uno o más factores que, cuando se presentan en personas con predisposición a la fatiga crónica, pueden desencadenar el inicio de la enfermedad. Y, después, pueden continuar sin necesidad de que el factor desencadenante esté presente.
Infecciones. Son el factor desencadenante más frecuente y se detecta en un paciente de cada tres casos diagnosticados. Multitud de infecciones pueden causar el síndrome de fatiga crónica, pero la más habitual es la mononucleosis infecciosa, causada por el virus de Epstein-Barr.
Otros virus que pueden causarla son el citomegalovirus, herpesvirus tipos 6, VIH, hepatitis C, papovirus B19, virus del Herpes I-II, virus Gripal A y Enterovirus. Otras infecciones bacterianas, como la causada por Borrelia burgdorferi (enfermedad de Lyme), las neumonías atípicas (Chlamydia), la brucelosis y la tuberculosis, también pueden ser un origen infeccioso de la enfermedad. Algunos de estos virus, tienen un comportamiento “defectivo”, no se eliminan del organismo y se integran en las células nerviosas e inmunes de la persona, sin que se puedan erradicar, haciendo ciclos de replicación y repetidos. Se ha querido intentar relacionar la SFC con la infección por un retrovirus XMRV, hecho que no se ha llegado a demostrar.
Tóxicos. Una tercera parte de los pacientes con fatiga crónica han tenido contacto con sustancias químicas sensibilizantes (insecticidas, biocidas, hidrocarburos, lejía, productos de limpieza, etc.) que contribuyen a desarrollar la enfermedad. El contacto con estas sustancias puede ser tanto laboral como doméstico. Y no es necesario intoxicarse. A veces, con solo tener un contacto continuado a una dosis baja, es suficiente, ya que estas sustancias actúan sobre el cerebro como productos sensibilizantes. Muchos de estos pacientes, además de desarrollar fatiga crónica, también presentan fenómenos de Sensibilidad Química Múltiple (SQM).
Los tóxicos más relacionados con este hecho son: los insecticidas (organofosforados, carbamatos o piretroides), otros biocidas, el monóxido de carbono, los disolventes, hidrocarburos, aldehídos, lejía u otros productos clorados, sulfitos, amoníaco, productos de limpieza doméstica (en especial desengrasantes o abrasivos), lacas y fijadores, desodorantes y cosméticos.
Factores ambientales. Las personas con fatiga crónica son más sensibles a las exposiciones ambientales. Se habla de sensibilidad ambiental cuando son factores naturales como los rayos solares, el ruido, la humedad, la temperatura, etc., o bien, electrosensibilidad cuando la reacción es a radiaciones electromagnéticas no ionizantes (la radiación producida por un microondas o una resonancia magnética). Estas exposiciones pueden contribuir tanto al desencadenamiento de una enfermedad como a su evolución y, por tanto, es necesario evitarlas.
Estrés físico intenso. Un sobresfuerzo físico habitual, intenso o no, también se reconoce como un factor desencadenante del síndrome de fatiga crónica. Una intervención quirúrgica o un embarazo también suponen un sobresfuerzo o sobrecarga similar.
Estrés psicológico intenso. Las persona con SFC tienen una clara intolerancia al estrés, incluso antes de desarrollar la enfermedad. No se trata de un hecho solo conductual o psicológico, sino que hay mecanismos biológicos que motivan esta intolerancia. Por tanto, un estrés psicológico intenso o muy continuado puede actuar también como un factor desencadenante de la enfermedad.
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Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 20 de febrero del 2018
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