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Tratamiento de la Esclerosis Múltiple
Actualmente, la esclerosis múltiple no tiene cura, pero existe una gran cantidad de tratamientos de tipo farmacológico que pueden servir para paliar y retrasar el avance de la enfermedad. Asimismo, pueden controlarse los síntomas, reducir la gravedad de estos y ayudar al paciente a mantener su calidad de vida.
El tratamiento de la esclerosis múltiple está indicado para aquellos pacientes que presentan la enfermedad en forma de episodios o brotes y no para aquellos que presentan una forma progresiva de la enfermedad.
En la actualidad se dispone de tres tipos de tratamientos para:
- tratar los brotes o episodios agudos;
- reducir la actividad de la enfermedad y prevenir o posponer la discapacidad (fármacos modificadores del curso de la enfermedad)
- mejorar los síntomas relacionados con la enfermedad.
Hoy en día no se dispone de un tratamiento (profiláctico) que prevenga el desarrollo de la enfermedad o regenere las alteraciones neurológicas que se hayan producido.
Corticoides. Tratamiento de base dado el carácter inflamatorio de las lesiones. La metilprednisolona es el fármaco más utilizado que acorta la duración del episodio y acelera la recuperación del paciente.
Recambio plasmático. Extracción de toda la sangre del cuerpo para separar los glóbulos rojos, blancos y plaquetas del plasma. Las células se devuelven al paciente sin el plasma que el organismo sustituye de manera rápida. Esta técnica se utiliza en aquellos pacientes que no responden al tratamiento conservador, sin secuelas o con discapacidad mínima previa.
Algunos tienen propiedades inmunodepresoras y otros están dirigidos contra dianas más específicas como los anticuerpos monoclonales. Por su forma de administración los podemos clasificar en:
Fármacos Autoinyectados
- El interferón beta fue el primer fármaco aprobado y es una sustancia que se produce de manera natural y tiene propiedades antiinflamatorias. Hay 4 interferones disponibles que difieren en la dosis y la vía de administración; tres son subcutáneos y uno intramuscular.
- El acetato de glatirámero, es una mezcla de polipéptidos cortos que se basa en desviar la respuesta hacia una respuesta antiinflamatoria, y su administración es subcutánea
Tanto el interferón beta como el acetato de glatirámero, están indicados para tratar pacientes con un Síndrome Clínico Aislado (SCA) y con formas remitentes-recurrentes, ya que reducen el número de brotes y la actividad observada en la resonancia magnética. Ambos fármacos, son muy seguros.
Fármacos Orales
- La teriflunomida, inhibe un enzima involucrado en la proliferación de los linfocitos T y B autorreactivos, y con ello se disminuye su paso al Sistema Nervioso Central (SNC). El fármaco está indicado en las formas remitentes-recurrentes y tiene una eficacia similar a la de los interferones de alta dosis.
- El dimetil fumarato, a través de la inhibición de un factor, reduce la liberación de sustancias inflamatorias y activa otro factor que ejerce un efecto antioxidante. El fármaco tiene la misma indicación que el anterior y reduce la actividad de la enfermedad tanto clínica como radiológica
- El fingolimod actúa contra un receptor y provoca el “secuestro” de los linfocitos autorreactivos en los órganos linfoides, sin afectar a los de respuesta memoria efectora. El fármaco solo está indicado para las formas remitentes-recurrentes. Es el doble de eficaz que un interferón de baja dosis.
Fármacos intravenosos (se administran en un centro hospitalario).
Es importante tener en cuenta que las mujeres en edad fértil deben seguir medidas de contracepción mientras reciben tratamiento con cualquiera de los fármacos disponibles, y la conveniencia de realizar una planificación individualizada en caso de deseo gestacional.
Anticuerpos monoclonales
Natalizumab, es un anticuerpo dirigido contra una integrina que al bloquearla dificulta el paso de los linfocitos autorreactivos al Sistema Nervioso Central. Su administración es mensual por vía intravenosa. Su eficacia es muy alta para reducir los brotes, la actividad por resonancia y el incremento de la discapacidad. En general, es bien tolerado, y solo 1-3 casos por cada 100 pacientes puede tener una reacción de hipersensibilidad.
El alemtuzumab, es un anticuerpo dirigido contra una proteína presente en la superficie de los linfocitos y monocitos. Su administración (5 días consecutivos por vía intravenosa) produce la destrucción temporal de los linfocitos T y B, que recuperan de forma progresiva. El tratamiento se repite 1 año después durante 3 días. La eficacia es muy alta, comparado con un interferón de alta dosis, y puede persistir durante años tras un único curso de medicación. Es muy frecuente la reacción relacionada con la infusión durante los días que se administra en el hospital.
- Alteraciones del ritmo cardiaco. Los receptores sobre los que actúa el fingolimod también están distribuidos en el corazón. Por ello, en la primera dosis algún paciente puede presentar una bajada de la frecuencia cardiaca, en general asintomática, o incluso presentar un bloqueo (menos de 2 casos por cada 100 pacientes). Por este motivo, se debe de monitorizar la primera administración en el hospital.
- Leucoencefalopatía multifocal progresiva (LMP). Es una infección del Sistema Nervioso Central (SNC) para la que no existe tratamiento. Se produce por la reactivación de un virus latente que está presente en aproximadamente 50 de cada 100 personas sanas. Los primeros casos se describieron hace más de 10 años en pacientes tratados con natalizumab. Desde entonces, más de 600 casos de LMP se han descrito con su uso. El riesgo depende de la duración del tratamiento, de si se ha estado expuesto a tratamientos inmunodepresores previos y del nivel de anticuerpos. Los anticuerpos del paciente permiten conocer el riesgo individual antes de iniciar la terapia. Una vez iniciada, se hacen controles analíticos evolutivos. También se han descrito seis casos en pacientes tratados con fingolimod, aunque tres de ellos han sido tratados previamente con natalizumab, y cuatro casos en pacientes tratados con dimetil fumarato. El riesgo en ambos casos es muy bajo, probablemente menor a 1 caso por cada 26.000 pacientes tratados.
- Enfermedades autoinmunes. La aparición de enfermedades autoinmunes se han descrito en relación con alemtuzumab. Hasta 30 de cada 100 pacientes tratados pueden desarrollar enfermedades autoinmunes tiroideas, o 1-3 de cada 100 pacientes una trombocitopenia autoinmune, y más raramente una alteración autoinmune renal. Son enfermedades que se presentan con más frecuencia durante el segundo y tercer año tras la primera dosis administrada. Se requiere de una monitorización muy exhaustiva durante al menos 5 años.
El daclizumab es un anticuerpo monoclonal ya aprobado en Estados Unidos, Canadá, y pendiente de aprobación en Europa, que inhibe una proteína componente de la citocina del sistema inmune (interleukina). Su administración es subcutánea 1 vez/mes. Está indicado para las formas remitentes-recurrentesy es más eficaz que un interferón de baja dosis.
El ocrelizumab es un anticuerpo contra una proteína situada en la superficie de algunos linfocitos. En 2017 se aprobó su autorización en Estados Unidos y fue el primer medicamento que se utilizó tanto para las formas remitentes-recurrentes como para las formas primarias progresivas. Es de administración intravenosa, semestralmente. En el ensayo clínico para las formas remitentes-recurrentes, mostró una eficacia superior a la de un interferón de alta dosis en parámetros de brotes, progresión y actividad por resonancia magnética; en el ensayo en las formas progresivas primarias redujo en términos modestos, pero estadísticamente significativos, la progresión en comparación con placebo.
Son terapias dirigidas a aliviar manifestaciones o síntomas que pueden producirse en el curso de la enfermedad y que influyen de forma negativa en la calidad de vida de los pacientes.
Es importante identificar los síntomas y conocer sus causas para poder utilizar el tratamiento más adecuado o establecer medidas de prevención.
Algunos de ellos se pueden mejorar con una intervención farmacológica, pero otros pueden necesitar de un tratamiento rehabilitador o de una intervención psicológica o social.
Las características propias de la enfermedad (perfil riesgo-beneficio) y los aspectos personales (estilo de vida, la situación laboral/familiar y preferencias) del paciente son determinantes a la hora de iniciar una terapia crónica. En este sentido, es fundamental que el paciente conozca las alternativas terapéuticas, así como sus efectos secundarios para poder escoger y adaptar el tratamiento a la evolución de la enfermedad.
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Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 20 de febrero del 2018
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