10 de diciembre del 2024
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Tratamiento de la enfermedad de Alzheimer
Actualmente la enfermedad de Alzheimer es incurable y no hay tratamientos que puedan evitar que la enfermedad avance. Sin embargo, hay intervenciones que han demostrado su efectividad para retardar la bajada cognitiva y funcional y prevenir o minimizar complicaciones asociadas a la enfermedad. En este sentido, hay que abordar la enfermedad de Alzheimer desde diferentes vertientes: tratamiento farmacológico, programas de intervención física y cognitiva y medidas de protección social para el paciente.
Diferentes estudios muestran que los programas de intervención cognitiva, de actividad física y programas de intervención sobre actividades de la vida diaria, tienen un efecto beneficioso en pacientes con enfermedad de Alzheimer.
Hay diferentes tipos de intervenciones, pero no hay bastante evidencia para recomendar una más que otras. Estas actividades tienen un efecto positivo dependiendo de su frecuencia: unas dos sesiones semanales por programas de intervención cognitiva y unas tres horas semanales para la actividad física. También hay tener en cuenta la fase de la enfermedad, dado que no todos los programas son adecuados para todas las fases.
Es recomendable mantener hábitos de vida saludables y controlar los factores de riesgo vascular. Por otro lado, los programas de apoyo y educación para el cuidador del paciente tienen también un efecto positivo, tanto sobre la salud del cuidador como sobre el manejo del paciente con Alzheimer.
Actualmente hay cuatro fármacos comercializados para el tratamiento específico de la enfermedad de Alzheimer. Todos ellos tienen un efecto sintomático, es decir, actúan sobre las consecuencias del proceso neurodegenerativo, como por ejemplo los problemas cognitivos y conductuales, pero no sobre sus causas. Hay dos grupos de fármacos disponibles:
Los inhibidores de la enzima acetilcolinesterasa (IACE). Incrementan la concentración, en el cerebro, de una sustancia neurotransmisora que está reducida a la enfermedad de Alzheimer: la acetilcolina. Estos fármacos son donepezil, rivastigmina y galantamina y han demostrado eficacia, a pesar de que de forma modesta, tanto en la reducción de la pérdida de la función cognitiva, cómo en las actividades de la vida diaria y alteraciones de conducta en pacientes con enfermedad de Alzheimer leve a moderadamente grave. El efecto de los tres es similar y la principal diferencia es la vía de administración (vía oral o vía transdérmica). Los principales efectos secundarios son problemas digestivos (náuseas, diarrea, pérdida de peso, malestar abdominal).
El otro fármaco es un antagonista de los receptores de N-metil-D-Aspartat (NMDA), la memantina. Este medicamento también ha demostrado eficacia en cuanto a cognición, funcionamiento global, actividades de la vida diaria y conducta en pacientes en estadio moderado y grave de la enfermedad.
Algunos enfermos de Alzheimer presentan fases que cursan con trastorno de ánimo, irritabilidad, alteración del sueño, etc., que precisan tratamiento farmacológico. Para controlar estos síntomas se utilizan fármacos habituales en trastornos psiquiátricos, aunque con dosis habitualmente más bajas, para evitar efectos secundarios.
En general, los tratamientos específicos para la enfermedad de Alzheimer son muy tolerados.
El grupo de inhibidores de la acetilcolinesterasa (IACE), que incluye el donepezilo, la galantamaina y la rivastigmina, tienen como efectos adversos más frecuentes problemas gastrointestinales. Al inicio pueden aparecer náuseas, vómitos, diarrea o pérdida de peso, que pueden ser transitorios o persistir en el tiempo. Habitualmente la dosis se aumenta de manera progresiva para minimizar estos síntomas. La presentación en parches transdérmicos también reduce estos efectos indeseables, aunque puede causar reacciones cutáneas. Otros efectos adversos menos frecuentes son dolor de cabeza, pesadillas, rampas musculares o urgencia urinaria. Efectos poco frecuentes, pero potencialmente graves, son la retardación del latido cardíaco y el broncoespasmo, por lo cual se tienen que evitar o de recetar con precaución en pacientes con algunas arritmias cardíacas o asma grave.
En cuanto a la memantina, los efectos secundarios más frecuentes son el mareo, la cefalea, la confusión o el nerviosismo. La memantina no se recomienda en aquellos pacientes con problemas hepáticos graves o epilepsia porque puede descompensar estas enfermedades.
Los fármacos neurolépticos (quetiapina, risperidona, haloperidol) que se utilizan para controlar las alteraciones de conducta y del sueño, también pueden tener efectos secundarios, sobre todo, cuando se administran dosis altas de forma mantenida en el tiempo. El efecto secundario más frecuente es la somnolencia, seguido de rigidez, retardo de los movimientos y temblor. Por lo tanto, es importante vigilar su aparición, para reducir la dosis o, incluso, para retirarlo si fuera necesario.
Las terapias antiamiloide representan una nueva esperanza para las personas que tienen la enfermedad de Alzheimer. Estos tratamientos, que incluyen fármacos como lecanemab y donanemab, se centran en reducir el depósito de proteínas beta amiloide en el cerebro, consideradas una de las causas principales de la enfermedad. Al reducir este depósito, los medicamentos pueden ayudar a retardar el deterioro de la memoria y el pensamiento.
Aun así, hay que tener en cuenta que estos fármacos no están aprobados por la Agencia Europea del Medicamento y, por lo tanto, no están disponibles en Europa actualmente. Solo han sido aprobados por la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos, donde sí están disponibles.
Estos medicamentos han demostrado eficacia principalmente en personas que presentan síntomas iniciales de la enfermedad, pero no hay evidencia que funcionen en fases moderadas o severas. Se administran por infusión intravenosa de forma periódica (cada dos semanas o cada mes). Los estudios han demostrado que pueden retardar el ritmo de deterioro cognitivo, a pesar de que no curan ni previenen la enfermedad.
Es importante tener en cuenta que estos tratamientos pueden provocar efectos secundarios como por ejemplo mareo, dolor de cabeza, cuadro pseudogripal, confusión y, algunos potencialmente graves como, inflamación o sangrado cerebral. Por este motivo, es crucial un seguimiento médico constante para monitorizar la seguridad y la efectividad del tratamiento. Además, estos fármacos solo han demostrado eficacia en las fases iniciales de la enfermedad y no son adecuados para todo el mundo. Hay varios criterios médicos de exclusión para determinar si un paciente puede beneficiarse de estas terapias.
A pesar de las limitaciones y los riesgos, estas terapias ofrecen una nueva vía para abordar la enfermedad de Alzheimer, proporcionando una esperanza para los pacientes y sus familias. Es esencial hablar con el equipo médico y mantenerse informado sobre los desarrollos futuros en este campo.
Actualmente hay diferentes líneas de investigación en nuevas terapias para la enfermedad de Alzheimer. Estas son algunas de las más prometedoras:
- Fármacos antiamiloide. Además de los fármacos antiamiloide descritos en el apartado anterior, varios estudios farmacológicos continúan buscando nuevos medicamentos en esta línea que ofrezcan una mayor eficacia o una vía de administración más accesible y cómoda.
- Fármacos anti-Tau. La proteína Tau es otra proteína nociva que se acumula en la enfermedad de Alzheimer. Está íntimamente ligada a los síntomas y a la progresión del deterioro cognitivo. Varios ensayos clínicos farmacológicos están explorando medicamentos que puedan también reducir la acumulación de esta proteína y retardar la progresión de la enfermedad de manera eficaz.
- Fármacos neuroprotectores. Hay otras líneas de investigación que buscan fármacos que pretenden preservar las neuronas existentes y evitar su neurodegeneración, así como modificar la actividad inflamatoria, entre otros mecanismos.
- Tratamientos sintomáticos: Paralelamente, se siguen investigando otros potenciales fármacos como tratamientos sintomáticos, es decir que palíen los síntomas (problema de memoria, agitación, etc.) y que sean más eficaces que los disponibles actualmente o que puedan administrarse como complemento para intensificar su efecto beneficioso.
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Publicado: 9 de abril del 2018
Actualizado: 11 de julio del 2024
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