Tratamiento de la Esquizofrenia
Los fármacos actualmente disponibles son seguros y eficaces para el paciente. La eficacia, ampliamente demostrada a lo largo de los últimos cincuenta años, se centra en dos puntos: el primero, es la remisión de los síntomas psicóticos durante la fase aguda; el segundo es la prevención de nuevas recaídas.
Por ello, una parte importante del trabajo que deben realizar junto con la familia y el equipo asistencial consiste en asegurar una adecuada adherencia terapéutica, así como persuadir al paciente de la necesidad de seguir con el tratamiento, a pesar de que los síntomas remitan.
Dentro de los diferentes medicamentos que se utilizan para el tratamiento de la esquizofrenia, se distinguen varias familias de fármacos:
Antipsicóticos. Los fármacos antipsicóticos son los indicados para los pacientes con esquizofrenia y siempre deben ser la base de su tratamiento.
Fármacos correctores de los efectos secundarios de los antipsicóticos.
En la década de los años 50 del siglo XX se inicia una verdadera revolución en la historia de la medicina con la introducción de los primeros antipsicóticos en la práctica clínica, también llamados neurolépticos convencionales o antipsicóticos de primera generación. El primero de ellos fue la clorpromazina, descubierta en 1952 por parte de Delay y Deniker. En 1958, Paul Janssen introduce el haloperidol, piedra angular del tratamiento de la esquizofrenia durante tres décadas.
A principios de los años 90 se inició la comercialización de los antipsicóticos de segunda generación, entre los que se incluye la risperidona, la olanzapina, la quetiapina, el amisulpride, la ziprasidona y el aripiprazol. Más recientemente han aparecido también en el mercado la lurasidona y la cariprazina. Hay que destacar la clozapina, primer integrante de este grupo de antipsicóticos atípicos, desarrollado y comercializado en la década de los 70 e indicado especialmente para el tratamiento de la esquizofrenia resistente.
Desde el punto de vista de lo que aprecia el paciente y sus familiares, la diferencia básica se encuentra en que los antipsicóticos de segunda generación son globalmente más eficaces y presentan una menor predisposición a presentar efectos secundarios a nivel motor (rigidez, falta de expresividad en la cara o incapacidad de expresarse por gestos (amimia), inquietud), en el nivel de sedación, del estado de ánimo o en la capacidad intelectual del paciente. Como contrapartida, algunos de los nuevos antipsicóticos inducen un aumento de peso y otros problemas metabólicos. La clozapina puede, además, producir una disminución de las células sanguíneas encargadas de la defensa de las infecciones, motivo por el que se precisan controles de sangre frecuentes al inicio del tratamiento.
Un dato importante que conviene tener en cuenta es que los fármacos antipsicóticos precisan al menos entre dos y tres semanas de tiempo antes de empezar a actuar sobre determinados síntomas, y que este período puede ampliarse incluso hasta las seis u ocho semanas, en el caso de la clozapina. Es este lapso de tiempo diferido hasta el inicio de acción, lo que muchas veces justifica la duración de más de dos semanas de los ingresos hospitalarios.
Con el objetivo de asegurar una cobertura antipsicótica durante varias semanas se desarrollaron los antipsicóticos clásicos o convencionales en su forma depot (flufenacina, pipotiacina o zuclopentixol) que, aunque eficaces, producen efectos adversos desagradables (sedación posadministración, hipotensión, síntomas extrapiramidales...).
Recientemente, y mediante una tecnología más compleja, se ha introducido la risperidona, la paliperidona, la olanzapina y el aripirazol como antipsicóticos atípicos con formulación de larga duración, que combina las ventajas mencionadas de un fármaco de segunda generación con las de las formulaciones inyectables de larga duración. Se deben administrar cada dos o cuatro semanas (dependiendo del fármaco), evitando así la preocupación de los familiares por la toma diaria de la medicación.
En los últimos 5 años, disponemos de formulaciones de palmitato de paliperidona de administración trimestral y, muy recientemente y por primera vez en la historia de la psicofarmacología, disponemos de una formulación de administración semestral, que hace posible el tratamiento de mantenimiento con antipsicóticos con solo dos inyecciones anuales.
Es importante resaltar que la administración inicial de algunos de estos fármacos de acción prolongada requiere también el uso inicial de fármacos por vía oral.
Por último, debe remarcarse que los antipsicóticos de larga duración, aunque son más caros de inicio, evitan recaídas y reducen las tasas de hospitalizaciones, disminuyendo así el coste económico asociado a la esquizofrenia.
Antidepresivos. Los pacientes con esquizofrenia pueden deprimirse. Antes de tratar esta depresión, es importante realizar un diagnóstico adecuado, dado que muchos de los síntomas depresivos pueden ser en realidad síntomas negativos (por ejemplo, la apatía o el desinterés por las relaciones sociales) o períodos de desmoralización derivados de su situación vital. Una vez realizado el diagnóstico, es fundamental tratar la depresión porque estos pacientes presentan un elevado riesgo de suicidio.
Los mismos fármacos que son eficaces en los pacientes con depresión son útiles en los pacientes con esquizofrenia que se deprimen. En la última década, la nueva generación de antidepresivos (los inhibidores de la recaptación de la serotonina o ISRS) se han impuesto como los fármacos de primera elección para el tratamiento de la depresión, esencialmente por su bajo perfil de efectos secundarios. En ocasiones, son útiles los antidepresivos tricíclicos clásicos, como la imipramina o la clomipramina, o los antidepresivos duales, como la venlafaxina, la desvenlafaxina o la duloxetina.
Ansiolíticos (diazepam, lorazepam y otros). Como su nombre indica, son fármacos sintetizados para disminuir la ansiedad. Tienen la ventaja del rápido inicio de su acción, por lo que disminuyen la ansiedad a los pocos minutos de su administración. Un ejemplo típico de su uso se da durante un cuadro de psicosis en el que se inicia tratamiento con un antipsicótico. Como hemos indicado, los antipsicóticos precisan de un período más o menos prolongado antes de actuar, por lo que se puede asociar un ansiolítico con tal de disminuir el sufrimiento del paciente.
Estabilizadores del estado de ánimo (litio, carbamacepina, ácido valproico y otros). Ejercen un control sobre las conductas impulsivas, por lo que están indicados para los pacientes con más descontroles conductuales o con historia de abuso de tóxicos.
Los efectos secundarios más frecuentes, corregibles mediante medicación, son:
Temblores, movimientos incontrolables de la lengua, labios, cara, respiración rápida, contracciones musculares (síntomas extrapiramidales), entre otros.
Mareos por bajadas de la tensión arterial.
Aumento de la salivación.
Aumento de la hormona prolactina (que puede producir amenorrea o ausencia de menstruación).
Secreción de leche por las mamas (galactorrea).
Somnolencia excesiva.
Ganancia de peso.
Alteraciones de la función sexual.
Tendencia a desarrollar diabetes.
La falta de adherencia al tratamiento y el abandono total o parcial de la medicación (incumplimiento terapéutico) es un problema importante en los pacientes con enfermedades psiquiátricas crónicas, como la esquizofrenia, puesto que es muy frecuente y puede acarrear serias consecuencias.
El incumplimiento terapéutico puede deberse a distintas causas: la propia psicosis, la falta de conciencia de la enfermedad, los efectos adversos de los medicamentos o la falta de información sobre la necesidad del tratamiento de mantenimiento.
Se estima que casi un 40% de pacientes con esquizofrenia abandonan el tratamiento durante el primer año y el 75% durante el segundo año. Este dato es muy importante porque hasta un 80% de pacientes presentan una recaída de la enfermedad en los cinco primeros años de enfermedad. De hecho, el abandono de la medicación multiplica por cinco el riesgo de recaída.
Las recaídas suelen ser más graves y precisan más tiempo para su mejoría. También se ha visto que el abandono de la medicación se acompaña de recaídas con más riesgo de suicidio y de conductas agresivas. Además, cada vez hay más acuerdo entre los médicos y más bases biológicas que demuestran que las sucesivas recaídas empeoran el pronóstico de la enfermedad.
Este incumplimiento terapéutico ha hecho necesario disponer de medicamentos antipsicóticos de larga duración que se inyectan y aseguran una cobertura antipsicótica durante varias semanas y evitan las interrupciones del tratamiento y, en consecuencia, posibles recaídas.
Durante situaciones en las que el paciente debe estar ingresado o se encuentra en la unidad de urgencias (reagudización de la enfermedad), a veces, hay que utilizar medicación intramuscular mediante la inyección del fármaco, que tiene un efecto inmediato y limitado en el tiempo (inyectables de corta duración). Con esta finalidad existen antipsicóticos convencionales y de segunda generación inyectables. En la actualidad, también se dispone de un fármaco para tratar la agitación leve o moderada por vía inhalada, la loxapina.
Se diferencian dos tipos de intervenciones psicológicas: las individuales (un terapeuta y un paciente) y las grupales (un terapeuta y varios pacientes). También se pueden distinguir por las técnicas u objetivos que se proponen. Los tratamientos psicosociales pueden ser llevados a cabo por distintos profesionales de las ciencias de la salud (psiquiatras, psicólogos, personal de enfermería y asistentes sociales). Entre las modalidades de tratamientos psicosociales se incluyen:
- Psicoeducación
- Terapia familiar
- Entrenamiento en habilidades sociales
- Rehabilitación vocacional
- Terapias cognitivo-conductuales
- Rehabilitación cognitiva
Es importante incidir en que estas técnicas psicosociales actuales son un complemento y no una alternativa a la terapia farmacológica. Es decir, forman parte de la terapia integral de la esquizofrenia y deben combinarse con el tratamiento farmacológico, que es el eje vertebrador de todo el tratamiento. Además, es clave remarcar que su indicación debe individualizarse en cada caso y momento evolutivo de la enfermedad.
El tratamiento para el paciente con esquizofrenia sigue un plan individualizado que incluye una terapia integral con una pauta farmacológica óptima junto a intervenciones psicológicas y de rehabilitación psicosocial.
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Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 30 de noviembre del 2022
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