Como medida urgente para limitar la propagación de la COVID muchos gobiernos de todo el mundo establecieron la cuarentena, lo que obligó a millones de personas a permanecer en el interior de sus casas y mantenerse en aislamiento durante un largo período. Esta situación de confinamiento puede provocar un aumento de peso y consecuencias negativas para el metabolismo. Las principales causas son la disminución del ocio y de las actividades en el exterior, el aburrimiento, el aumento del tiempo dedicado a ver la televisión y el fácil acceso a los alimentos, que pueden favorecer el picoteo y la sobrealimentación. Además, como resultado del confinamiento, la actividad física regular puede ser más difícil de mantener. Esto contribuye a un balance energético positivo, es decir, que se consuman más calorías de las que se queman.
Por otro lado, el aislamiento social debido a COVID-19 se ha relacionado con trastornos psicológicos, del estado de ánimo y del sueño que, a su vez, podrían influir negativamente en las conductas alimentarias. De hecho, la mayoría de las encuestas realizadas en la población general mostraron una disminución significativa de la actividad física y la adopción de patrones dietéticos negativos, con un impacto negativo para la salud. Según datos obtenidos de una encuesta llevada a cabo por la Sociedad Española de Obesidad un 44% de los españoles aumentaron entre 1 y 3 kg de peso durante el confinamiento. A parte de la mala alimentación y el sedentarismo, otros aspectos sociales mostraron una relación con el aumento de peso observado, por ejemplo, el nivel de ingresos, el tamaño de la vivienda y nivel educativo. Cuanto menores eran estos datos, mayor era el aumento de peso observado.
Actualmente se estima que en España un 60% de la población tiene exceso de peso, entre ellos, más de un 20% presenta obesidad. Las personas con obesidad pueden ser más susceptibles a sufrir un impacto negativo sobre su salud durante el confinamiento. Esta población es especialmente vulnerable a la angustia psicológica, los trastornos alimentarios y la alimentación emocional. Esta última conducta se define como una necesidad imperiosa de comer un alimento, generalmente rico en azucares y grasas (no saludable), para calmar una emoción, como puede ser la rabia, el miedo, estrés o la preocupación. Por estos motivos, las personas que ya tienen obesidad podrían ser las más propensas al aumento de peso. Además, existe una desventaja adicional para algunos pacientes, ya que han tenido que interrumpir su tratamiento crónico habitual debido a cambios en la actividad hospitalaria.
Un estudio reciente llevado a cabo en los pacientes que se tratan en el Área de obesidad del Hospital Clínic demostró que un alto nivel de preocupación por estar infectado por SARS-CoV-2 afectó negativamente a la respuesta psicológica y dietética al confinamiento. Los participantes con el mayor nivel de preocupación mostraron una peor evolución, no solo en las relaciones sociales y familiares, el estado de ánimo y el sueño, sino también en los hábitos alimentarios y la actividad física.
La existencia de relaciones complejas y bidireccionales entre la salud mental, la soledad, la calidad del sueño, los hábitos alimentarios y la actividad física está bien reconocida y demostrada mediante numerosas investigaciones. Estos hallazgos, sin embargo, señalaron la necesidad de proporcionar un mayor apoyo psicológico a las personas con obesidad durante este tiempo, especialmente en aquellos que tienen ansiedad y redes de apoyo familiar o social más reducidas. La telemedicina podría representar una alternativa valiosa durante este tiempo o durante otras circunstancias en las que el contacto cara a cara no es posible, ya que esta estrategia de comunicación que esta cobrando protagonismo de manera acelerada. Las visitas telemáticas han demostrado ser eficaces en pacientes que tienen obesidad y, en vista de las circunstancias actuales y de la nueva normalidad, todo parece indicar, que han llegado para quedarse.
Autoras: Dra. Violeta Moizé y Alba Andreu, Dietistas-Nutricionistas del Hospital Clínic de Barcelona.