Hace más de un año del inicio de la pandemia por COVID-19 y, hasta ahora, se han descrito con detalle los efectos de la infección por COVID-19 a corto plazo, pero las secuelas a largo plazo siguen siendo objeto de estudio. Se ha confirmado que algunas complicaciones posteriores a la infección son aún persistentes, como la fatiga, el dolor muscular y articular, o la pérdida de olfato y gusto. Con los datos de que se disponía 6 meses después de la aparición del coronavirus, se pensaba que los pacientes con pérdida de olfato y gusto persistente serían alrededor de un 10% de los casos, al cabo de un año.
Sin embargo, datos obtenidos más recientemente están confirmando que la persistencia de este síntoma es de entre el 25-30%. Además, la persistencia es más alta en mujeres y en población de menos de 47 años y similar en pacientes que fueron hospitalizados y en pacientes que no.
En un estudio llevado a cabo por la Universidad de Milán entrevistaron a 303 pacientes que habían pasado la infección por COVID-19 de febrero a mayo de 2020, algunos de los cuales requirieron hospitalización. El 81% reportaron al menos 1 síntoma. Los más frecuentes fueron fatiga (52%), dolor (48%), y desórdenes del sueño (47%). Un 36% de los pacientes tenía afectación del sistema respiratorio, con disnea y aumento de la frecuencia respiratoria, después de realizar una actividad ligera y moderada. Se registró deterioro neurocognitivo en un 36% de los casos, probablemente debido a la inflamación prolongada producida por el virus, y un 28% de los casos presentaban alteraciones sensoriales de pérdida de olfato (hiposmia o anosmia) y pérdida del gusto.
Algunos síntomas como la fatiga, el dolor muscular, desórdenes del sueño, problemas respiratorios, deterioro cognitivo y dificultades de movilidad eran más frecuentes en edades entre los 47 y 90 años. Las alteraciones sensoriales eran los únicos síntomas con una frecuencia significativamente inferior en personas de edad avanzada (entre 58-90 años) comparado con adultos jóvenes (18-47 años). Además, las mujeres presentaron una prevalencia superior en todos los síntomas.
Algunos de los síntomas como la fatiga, el dolor muscular y articular y los trastornos del sueño podrían ser debidos a la disminución de la actividad física y el aislamiento por la pandemia. Las causas que provocan la pérdida de olfato y gusto en el SARS-CoV-2 son aún desconocidas y, por tanto, son necesarios más estudios para dar una explicación a este efecto. En cuanto a las variantes de este virus, comienza a haber datos que demuestran que la variante delta parece no tener tanto impacto sobre el sentido del olfato.
La pérdida de olfato y gusto condiciona de manera importante la calidad de vida. Respecto a la recuperación, el único tratamiento con evidencia científica hasta este momento es el entrenamiento olfativo, que se caracteriza por la exposición breve y repetida (entre 1 o 2 veces al día) a olores que estimulan la regeneración de las neuronas especializadas en la función olfativa.
Información documentada por: Dr. Joaquim Mullol, responsable del área de Rinología y de la Clínica del Olfato del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Clínic y jefe del grupo de investigación Inmunoalergia Respiratoria Clínica y Experimental del IDIBAPS, y Dr. Isam Abloid, coordinador del grupo Multidisciplinario de Cirugía de Base de Cráneo del Hospital Clínic e investigador del mismo grupo de investigación.