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Tratamiento de la enfermedad de Parkinson
El tratamiento de la enfermedad de Parkinson es sintomático y en la práctica clínica diaria se indica teniendo en cuenta el impacto funcional de los síntomas. No se dispone de tratamientos científicamente validados que actúen sobre los mecanismos que causan la enfermedad o modifiquen su evolución.
En el momento del diagnóstico es importante la educación sanitaria relativa a la enfermedad y el apoyo psicosocial al paciente y a su entorno.
Tratamiento no farmacológico
Hábitos de vida saludable. Se aconseja seguir una dieta mediterránea y realizar actividad física e intelectual, adecuada a cada caso.
Logopedia. En pacientes con alteración del habla y/o de la deglución (disfagia) se recomienda logopedia. Los espesantes también ayudan en el manejo de la disfagia, que en casos graves pueden requerir nutrición por tubo de gastrostomía.
Actividad física y alimentación. A aquellos pacientes con afectación del sistema nervioso autónomo que regula las funciones viscerales (disautonomía), si tienen estreñimiento, se recomienda aumentar la actividad física y la dieta rica en residuos, mientras que a aquellos a los que les baja la presión arterial cuando cambian de postura (hipotensión ortostática), se les aconseja hidratación, dieta con sal o comer a menudo, pero en pequeñas cantidades.
Suplementos vitamínicos. No hay evidencia científica que apoye el uso de suplementos vitamínicos en general. No obstante, algunos pacientes pueden presentar déficits vitamínicos que, a veces, pueden dar síntomas. Si esto se detecta, es necesario suplementar la vitamina en cuestión.
Tratamiento farmacológico
En fases iniciales, y sin o muy poca repercusión funcional, es recomendable no empezar un tratamiento para los síntomas. En esta fase existe la posibilidad de ofrecer a los pacientes participar en ensayos clínicos de tratamientos experimentales que tienen por objetivo actuar sobre los mecanismos de la enfermedad y modificar su evolución.
El tratamiento farmacológico actúa sobre los síntomas con eficacia variable. Es habitual empezar con dosis bajas y de forma progresiva para asegurar la tolerancia (evitar las náuseas, fundamentalmente).
Existen tres grandes grupos para el tratamiento sintomático:
Precursores de la dopamina (levodopa en diferentes formulaciones con distintos inhibidores de la dopa-descarboxilasa) para aumentar su biodisponibilidad.
Agonistas del receptor dopaminérgico (hay diferentes disponibles per vía oral o transdérmica).
Inhibidores enzimáticos de la degradación de la levodopa (inhibidores de la MAO-B de la COMT).
El tratamiento es personalizado en base a las necesidades de los pacientes, siempre monitorizando tanto su eficacia como la aparición de posibles efectos secundarios. En el tratamiento de los síntomas no motores se utilizan laxantes para el estreñimiento, anticolinérgicos para los problemas urinarios, fármacos que aumentar la presión arterial en casos de hipotensión, antidepresivos para la depresión y la apatía, o los anticolinesterásicos para el deterioro cognitivo y demencia.
Los fármacos para la enfermedad de Parkinson
Tratamiento quirúrgico
Cuando el paciente desarrolla complicaciones de las fluctuaciones motoras refractarias a los ajustes farmacológicos, se dispone de terapias complejas.
Neurocirugía funcional de estimulación cerebral profunda, habitualmente del núcleo subtalámico.
Infusiones continuas de medicación que parten de la premisa de que la infusión continua de la medicación evita o minimiza las fluctuaciones motoras.
Infusión intestinal continua de gel de levodopa sí requiere un procedimiento quirúrgico-endoscópico (colocación del tubo de gastrostomía).
Infusión continua subcutánea (con un perfusor similar a la de las infusiones continuas de insulina) de un antagonista dopaminérgico (apomorfina).
Los tres tratamientos (estimulación cerebral profunda, infusión intestinal de levodopa y la infusión subcutánea de apomorfina) son similares en indicación y eficacia si bien con matices, aunque no hay estudios comparativos de los tres.
Si bien la cirugía tiene la limitación de que no se puede indicar en pacientes de más de 70 años o con alteraciones cognitivas o psiquiátricas activas, parece ser la más eficaz si el paciente es bien seleccionado.
El tratamiento quirúrgico actualmente se realiza en centros especializados y precisa de una evaluación por parte de los expertos para confirmar que la persona es candidata para el tratamiento. Posteriormente, se realiza la cirugía y se van realizando ajustes de los parámetros del estimulador hasta llegar a un óptimo control de los síntomas.
Complicaciones del tratamiento
Los efectos secundarios más frecuentes de los fármacos son las náuseas, que se pueden tratar para disminuirlas, y las alucinaciones en pacientes de edad avanzada y/o con deterioro cognitivo previo.
La levodopa se asocia a las llamadas complicaciones crónicas del tratamiento como son las fluctuaciones motoras y movimientos involuntarios generalizados o focales (discinesias) que ocurren normalmente después de la toma crónica de levodopa y fármacos que aumentan la biodisponibilidad.
El descontrol de impulsos es actualmente el efecto adverso más preocupante de los agonistas dopaminérgicos. Estos presentan un riesgo de 20-30% de descontrol de impulsos (ludopatía, hipersexualidad, atracones, compras compulsivas), siendo el riesgo más alto en pacientes jóvenes y con historia previa de adicciones.
Las náuseas, alucinaciones y la hipotensión se pueden producir con todos los tratamientos, pero más con agonistas que con levodopa. Los agonistas también pueden causar edemas, sobre todo de extremidades inferiores, y eritromelalgia (enrojecimiento cutáneo, edema, aumento de la temperatura y dolor que aumenta con el movimiento y la posición de las extremidades especialmente inferiores) en casos extremos, mientras que la amantadina puede causar livedo reticularis (síntoma de la piel con decoloración rojiza y azulada). Los IMAO-B pueden interactuar de forma grave con determinados fármacos (sobre todo ciertos antidepresivos) en forma de reacción de tiramina y síndrome serotoninérgico (conjunto de síntomas causado por un exceso de serotonina que influye en el buen humor, sueño alimentación, percepción del dolor, placer y deseo sexual).
Los efectos adversos graves de la cirugía, aunque son poco frecuentes, menos del 1% puede presentar un sangrado cerebral que suele el trayecto de la inserción de los electrodos. También puede haber ciertos efectos secundarios como son cambios de comportamiento que precisan de un control más detallado y ajuste de parámetros durante el seguimiento.
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Publicado: 8 de julio del 2019
Actualizado: 14 de noviembre del 2019
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