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Tratamiento del Aneurisma de Aorta
El tratamiento de los aneurismas de aorta, independientemente de su localización, se basa, por un lado, en la modificación del estilo de vida y la corrección de los factores de riesgo y, por otro, en la evaluación de la posibilidad de complicaciones asociadas al aneurisma. En este caso, puede ser necesaria una intervención quirúrgica preventiva si el riesgo inherente supera al aportado por la intervención.
Si la intervención está indicada, el tratamiento concreto se individualiza (cirugía convencional o abierta versus cirugía endovascular) en función de la localización del aneurisma, la anatomía particular y las distintas características de cada paciente. En ocasiones, se pueden combinar intervenciones abiertas y endovasculares para corregir defectos más extensos.
Estilo de vida saludable. Aunque el cambio de estilo de vida no disminuye el tamaño de una aorta ya dilatada, es importante mantener una vida saludable y controlar los factores de riesgo cardiovascular, por lo que se debería evitar el tabaquismo, controlar la tensión arterial y los niveles de colesterol.
Ejercicio. El ejercicio físico vigoroso (que implica picos de presión arterial) y los deportes de competición o de contacto (lucha, artes marciales…) no están recomendados. Por el contrario, el ejercicio físico leve-moderado, es beneficioso ya que contribuye al control de los factores de riesgo cardiovascular y, por tanto, la arteriosclerosis aórtica.
El objetivo del tratamiento farmacológico es, por un lado, la reducción del estrés que genera la presión de la sangre sobre la pared aórtica y, por otro, la corrección de los factores de riesgo cardiovascular. Así, es habitual que los pacientes con aneurisma de aorta reciban medicamentos para reducir la presión arterial (antihipertensivos), para disminuir la contractilidad cardiaca (betabloqueantes), reducir la agregación de plaquetas (antiagregantes), así como, controlar los niveles de colesterol.
A pesar de ello, es importante destacar que no existe un tratamiento farmacológico concreto que a día de hoy haya demostrado eficacia en la reducción del tamaño de los aneurismas o que enlentezca de manera significativa su tasa de crecimiento.
La cirugía programada del aneurisma de aorta tiene por objetivo la prevención de complicaciones potencialmente muy graves como son la disección y la rotura de la aorta. Al tratarse, en general, de operaciones preventivas en personas sin ningún tipo de molestia, antes de decidir si un paciente tiene que operarse o no, hay que valorar si el beneficio aportado por una eventual intervención supera el riesgo de complicaciones derivadas del propio aneurisma.
Dado que, en general, el riesgo de complicaciones aumenta conforme aumenta el tamaño del aneurisma, se recomienda plantear una intervención quirúrgica cuando el aneurisma mide 5,5 centímetros de diámetro o más. Es importante destacar que este umbral para actuar puede ser menor en personas con Síndrome de Marfan u otras enfermedades del tejido conectivo, historia familiar de disección o rotura aórtica, así como, otros condicionantes médicos.
En general, las alternativas técnicas de tratamiento de los aneurismas de aorta se agrupan dentro de dos grandes bloques:
Cirugía convencional o abierta. Se basa en recambiar el segmento de la aorta dilatado por un material protésico, generalmente Dacron. Suelen ser cirugías más agresivas (en mayor o menor medida en función de la localización del aneurisma), pero, en general, curativas prácticamente de por vida.
Cirugía endovascular. Implica la utilización de una prótesis vascular plegada dentro de un catéter (endoprótesis) que se introduce en la circulación a través de una arteria de la ingle (arteria femoral). Se navega por dentro del cuerpo hasta la zona a tratar, se libera la prótesis por encima y por debajo del aneurisma, y se aísla la circulación y elimina, por tanto, el riesgo de rotura. Suelen ser cirugías menos agresivas, aunque su durabilidad a largo plazo es menor en comparación con la cirugía abierta, por lo que puede ser necesario requerir nuevas intervenciones adicionales a lo largo de los años.
El tipo de intervención se determina en función del aneurisma de cada paciente. Por ello, se tienen en cuenta las características del paciente (edad, enfermedades previas…) y del aneurisma (tamaño, localización, relación con otras estructuras…). Asimismo, es de gran importancia que dicha evaluación, y el propio tratamiento, sea realizado en centros de alta experiencia en este tipo de enfermedad y que puedan ofrecer un tratamiento multidisciplinar (por distintos médicos especialistas) con el objetivo de ofrecer la mejor alternativa posible en cada caso, maximizar las posibilidades de supervivencia y evitar posibles complicaciones.
A continuación, se describen de manera general las diferentes opciones quirúrgicas posibles en función de la localización del aneurisma dentro de la aorta:
Aneurismas de la aorta proximal (raíz aórtica y aorta ascendente). Los aneurismas de esta localización, por su proximidad al corazón, son en casi su totalidad tratados mediante cirugía convencional a través de una esternotomía (división del esternón) y con la ayuda de una máquina de circulación extracorpórea, que mantiene el riego sanguíneo al resto del cuerpo mientras se realiza la reparación. Los aneurismas de raíz aórtica pueden, en ocasiones, coexistir con una disfunción de la propia válvula aórtica y obligar a tener que corregir también esta disfunción o incluso sustituir la válvula. Estas operaciones implican tener que manipular las arterias coronarias y su reimplante en la prótesis usada para sustituir la aorta.
Aneurismas del arco aórtico. Se localizan en una región de la aorta en la que nacen importantes arterias que irrigan los brazos y la cabeza (sistema nervioso). Su reparación suele ser mediante cirugía convencional con ayuda de circulación extracorpórea. Suele ser también necesario el uso de la hipotermia (disminución de la temperatura corporal durante la intervención) para reducir las necesidades de oxígeno de los órganos y minimizar el riesgo de complicación. La reparación endovascular también suele ser posible, aunque mediante endoprótesis especiales hechas a medida, o bien asociando otras operaciones para asegurar un adecuado riego cerebral y a los brazos.
Aneurismas de aorta descendente. Son aquellos que se localizan en la aorta más allá de la arteria subclavia izquierda y antes de la salida del tórax por el diafragma. En general, son casos favorables para tratamiento endovascular por lo que se suele preferir debido a su menor agresividad. En casos de anatomía no favorable para una cirugía endovascular, la cirugía abierta (a través de una incisión en el tórax izquierdo) ofrece un tratamiento igualmente curativo.
Aneurismas de la aorta toraco-abdominal. Suelen ser aneurismas de tratamiento complejo ya que afectan una gran extensión de la aorta e involucran tanto el tórax como su porción abdominal, así como el nacimiento de arterias de vital importancia como son las arterias de los riñones, del hígado y de los intestinos. El tratamiento puede ser quirúrgico convencional, en general mediante el uso de la circulación extracorpórea, y también endovascular a través de endoprótesis especiales hechas a medida. La elección de una técnica u otra es compleja y debe ser adecuada a cada caso de manera individual, siempre a través del consejo de distintos profesionales sanitarios especialistas expertos en el manejo quirúrgico de esta enfermedad tanto mediante cirugía convencional abierta como endovascular.
Aneurismas de aorta abdominal. Suelen involucrar la aorta abdominal por debajo de las arterias renales. Los resultados tanto de la cirugía abierta como la endovascular son muy buenos. Se suele preferir la cirugía abierta en pacientes jóvenes de bajo riesgo quirúrgico debido a su resultado más duradero a largo plazo. En aquellos pacientes de edad avanzada, frágiles o con condicionantes médicos de riego para cirugía abierta, la cirugía endovascular ofrece unos resultados muy buenos con una mínima agresividad y una recuperación mucho más rápida.
En algunos pacientes se combina cirugía abierta y endovascular para minimizar la agresividad de las operaciones con el fin de obtener un resultado final equivalente, pero con menos complicaciones y disconfort. Es la llamada cirugía híbrida de la aorta.
Asimismo, la tecnología endovascular evoluciona para producir mejores dispositivos, más fáciles de implantar y más duraderos para reducir las complicaciones.
La cirugía abierta evoluciona hacia la reducción del trauma quirúrgico a través de dispositivos que facilitan las cirugías y permiten en la misma operación tratar más extensión de aorta sin incrementar el riesgo operatorio. Asimismo, los cuidados perioperatorios siguen evolucionando y facilitan la reducción de las complicaciones y la mejoría de la experiencia de los pacientes operados.
En general, la mayoría de pacientes vuelve a tener una vida normal después de un período de recuperación que varía en función del tipo de operación.
Los riesgos de las operaciones vienen dados por el segmento de la aorta sobre el que se actúa, el tipo de cirugía y las enfermedades de base de la persona. En general, en pacientes jóvenes sin grandes enfermedades asociadas, las cirugías programadas de la aorta proximal, del arco aórtico y de la aorta abdominal tienen un riesgo de mortalidad y de complicaciones bastante bajo, aunque no nulo (1-2%). En cuanto a la cirugía de la aorta toraco-abdominal, este riesgo se eleva algo más.
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Publicado: 10 de marzo del 2020
Actualizado: 10 de marzo del 2020
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