Esta cepa presenta más de 50 mutaciones -36 de ellas se encuentran en la proteína Spike (S), de la superficie-, y confieren al virus una entrada más eficiente en las células humanas, por eso tiene una mayor infectividad y resistencia a los anticuerpos naturales. Ómicron presenta la tasa de transmisión más alta de todas las variantes anteriores ya que tan sólo una persona con la infección puede contagiar a 10. Esta cepa ha desplazado a la Delta en sólo 3-4 semanas, en más de 100 países y ya representa el 90% de las infecciones por COVID.
Ómicron tiene una mayor replicación en las vías respiratorias altas; fosas nasales y faringe, lo que aumenta la infectividad de las personas contagiadas. Se ha encontrado una cantidad de virus 70 veces superior en los bronquios de personas infectadas por Ómicron en relación con la Delta y 10 veces menos en los pulmones en relación con la variante original de Wuhan. Esto demuestra una menor afectación de estos órganos y, por tanto, una menor gravedad de la enfermedad. En este sentido, datos preliminares de Sudáfrica y Reino Unido sugieren una menor tasa de hospitalización por esta variante.
Esta cepa tiene la peculiaridad de que su período de incubación es más corto, de 2-3 días en lugar de 4-6 como ocurría con las otras variantes, pero la sintomatología es similar: picor y molestias en la garganta, dolor muscular, fatiga, cefalea, con algunos cuadros febriles, pero por lo general no se ha observado pérdida de olfato ni de gusto.
Los tratamientos antivirales por esta nueva variante como el Remdesivir, ya aprobado en España, y el Molnupiravir y Nirmatrevir/Ritonavir, que todavía están en proceso de aprobación por la Agencia Europea del Medicamento (EMA), son efectivos. Por el contrario, los anticuerpos monoclonales (a excepción del sotrovimab) y el plasma de personas ya inmunizadas se ha observado que son muy poco efectivos para tratar a pacientes con esta variante.
La efectividad de la vacunación completa (dos dosis) frente a la COVID-19 disminuye de forma notable a los seis meses y se ha comprobado que protege poco de la infección por la variante Ómicron, ya que los títulos de anticuerpos son muy bajos. Por el contrario, la inmunidad celular generada probablemente protege a las personas de la enfermedad grave. Por eso es importante administrar una tercera dosis a las personas mayores y con comorbilidades. Al cabo de 2-4 semanas de la 3ª dosis (con vacunas de ARNm, por tanto, Pfizer o Moderna), la inmunidad es muy alta, aumenta hasta el 60-70% su eficacia, pero datos preliminares del Reino Unido dicen que a partir de los 3 meses se reduce sensiblemente la protección y se desconoce si posteriormente se necesitarán dosis adicionales.
Esta rapidez de mutación del virus empuja a buscar nuevas herramientas para avanzarlo, como generar nuevas vacunas que contengan una combinación de las variantes que ya han aparecido, con el objetivo final de ganar una de las carreras de fondo más retadoras que está viviendo la humanidad.
Información documentada: Dr. Josep Maria Miró. Consultor Senior del Servicio de Enfermedades Infecciosas. Hospital Clínic de Barcelona. Vídeo explicativo.