El cáncer de piel se produce cuando hay un crecimiento descontrolado de las células de la epidermis a causa de elementos externos como la radiación ultravioleta (UV), natural (el sol) o artificial. Sin embargo, hay factores que pueden predisponer a este tipo de cáncer como la exposición a sustancias tóxicas o tener una afección que debilite el sistema inmunitario.
Existen diferentes tipos de cáncer de piel: el más frecuente, el carcinoma de células basales, que se produce por el crecimiento de las células de la capa más profunda de la epidermis, aparece en las zonas expuestas al sol y muy raramente hace metástasis. El de células escamosas, que tiene lugar cuando hay un crecimiento anormal de las células que constituyen la capa más exterior de la piel. Estas células pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo, pero especialmente en zonas expuestas a la luz. El tumor puede hacer metástasis sobre todo a nivel ganglionar. El melanoma es el menos frecuente pero es más agresivo y hace metástasis fácilmente.
A continuación, cinco recomendaciones para prevenir el cáncer de piel y cómo aprender a detectarlo:
Prevenir la exposición a la luz (UV) de los rayos de sol y de fuentes artificiales. Tener en cuenta que hay superficies que aumentan la intensidad de los rayos ultravioleta como el agua, la arena y la nieve. También con la altitud, la radiación aumenta un 4% cada 300 metros y aunque lo parezca, los días nublados no son seguros porque los rayos UV atraviesan las nubes.
El cuerpo se ve afectado cuando hay sobreexposición solar: afectación a nivel del sistema inmunitario, alteración de la elasticidad y textura de la piel en el rostro, daño ocular y aumento de las probabilidades de desarrollar cataratas que es la mayor causa de ceguera en el mundo. Por estos motivos es importante protegerse durante todo el año con factor de protección solar de 50 (recomendable) o mínimo de 30. Aplicar 30 minutos antes de exponerse al sol y volver a aplicar cada 4 horas. Evitar las horas de máxima insolación, las del mediodía (entre 10 y 16 horas), cuando se producen el 60% de los rayos. Quedarse en la sombra, donde la exposición a los rayos ultravioleta se reduce a la mitad. Utilizar pantalones y camisetas de manga larga, y para la protección ocular llevar gafas con filtro, para evitar quemaduras y lesiones. Cuidar el cuerpo desde dentro e incorporar a la dieta alimentos ricos en vitamina E, como los aceites y frutos secos.
La detección precoz es básica para aumentar la tasa de curación y por ello, es recomendable hacerse una autoexploración y aplicar la regla ABCDE que permite distinguir un lunar de una lesión cancerígena:
Asimetría: cuando la mitad del lunar no es igual a la otra mitad
Borde: cuando el contorno del lunar tiene los bordes desiguales, borrosos o dentados.
Color: cuando el color no es uniforme, sino que puede tener diferentes tonos. Los más peligrosos son los rojos, blancos y azules sobre lesiones de color negro.
Diámetro: cuando tiene un tamaño de 6mm o éste aumenta.
Evolución: el lunar experimenta cambios de tamaño o forma.
Además de aplicar la regla ABCDE hay otras señales de advertencia que nos pueden indicar que hay una lesión. Cuando observamos una llaga que no sana, cuando hay una inflamación más allá del borde del lunar, cuando produce picor o dolor y cuando hay cambios en la superficie del lunar como descamación o sangrado.
A veces se puede hacer difícil distinguir un lunar de un melanoma. Si se ha detectado alguna anomalía, es importante acudir al dermatólogo para que diagnostique o descarte la patología. Una pequeña parte de melanomas comienza en lugares diferentes de la piel, como bajo las uñas, en la boca o en la zona de color del ojo, por lo tanto, es importante poner especial atención a estas zonas.