Algunos estudios establecen a los 35 años, o incluso, los 40 años, como punto de corte para diferenciar entre embarazadas jóvenes y embarazadas de edad avanzada, aunque en la actualidad no existe consenso sobre la definición de edad materna avanzada.
La capacidad reproductiva de la mujer desciende de forma significativa a partir de los 35 años, lo que repercute, sobre todo, en la reserva ovárica, tanto en la calidad como en la cantidad de los óvulos.
Aún así, las diferencias significativas en el aumento de posibles complicaciones obstétricas como cesáreas, partos prematuros, entre otros, se producen a partir de los 40 años. También, aparecen con más frecuencia enfermedades como la diabetes gestacional y la hipertensión arterial crónica (HTA).
Además de los problemas que pueden presentarse durante el embarazo y el parto, la edad materna avanzada puede conllevar problemas de fertilidad como fallos de implantación del embrión, lo que aumenta la tasa de abortos espontáneos. También existe un mayor riesgo de anomalías cromosómicas.
Por todos estos motivos, es conveniente que las mujeres que se quedan embarazadas a partir de los 40 años sigan un control más exhaustivo de la gestación y que se realicen más pruebas prenatales que las pacientes más jóvenes. Asimismo, es aconsejable, realizar una visita antes de la concepción, donde la matrona o el especialista obstétrico explica los pros y contras que supone quedarse embarazada en edades más avanzadas, e informa y empodera a las mujeres para tomar la decisión que crean más adecuada.