El ayuno voluntario es una práctica que ha existido desde la antigüedad, por razones principalmente espirituales y religiosas. En los últimos años la popularidad de esta nueva corriente ha ido en aumento. Se estima que en la última década el número de búsquedas sobre “ayuno intermitente” en la red han aumentado alrededor de un 10.000 por ciento. Esta práctica se concibe no solo como un enfoque dietético para favorecer la pérdida de peso, sino también con el objetivo de mejorar la salud a través de diversos marcadores metabólicos.
Por ayuno intermitente se entienden todas aquellas acciones encaminadas a dejar de comer en periodos de tiempo variables y controlados. El objetivo de esta acción es disminuir el aporte calórico diario total, así como reducir los niveles de insulina en sangre para disminuir la síntesis de grasa corporal.
El ayuno intermitente tiene diferentes modalidades, la más conocida es el ayuno diario, que dura menos de 24 horas. Este tipo de ayuno divide los días en dos franjas diferenciadas, una en la que se ayuna y otra en la que se realizan las comidas. La recomendación inicial suele ser empezar por una rutina 12/12, en la que se ayunaría durante 12 horas seguidas y se permitiría comer las 12 restantes. A partir de ahí, se puede progresar a modelos más estrictos 14/10 (14 horas de ayuno y 10 en las que se puede comer), 16/8, 18/6 o hasta 20/4.
Por otro lado, existe el ayuno semanal, que dura 24 o más horas. Este consiste en ayunar de forma completa un día a la semana, permitiéndose un consumo máximo de 500 calorías, o bien dos días separados a la semana (método 5:2).
Es importante tener en cuenta que los datos sobre esta práctica en humanos son, de momento, limitados y de escaso rigor científico en el que apenas hay ensayos controlados. Aquellos que existen cuentan con pocas personas a las que se hace seguimiento durante un periodo de tiempo breve y con importantes limitaciones metodológicas.
A pesar de las diferencias en los diseños de los estudios analizados, en líneas generales el ayuno podría favorecer ciertos beneficios sobre la salud en aquellas personas que pueden tolerar con seguridad esos largos periodos de ayuno, dentro de una pauta programada y equilibrada, siempre monitorizados por un profesional de la nutrición.
Las dos conclusiones en las que coinciden todos los estudios son, en primer lugar, que facilita la pérdida de peso. Las revisiones sistemáticas sobre la eficacia del ayuno intermitente concluyen que puede ser una opción válida para favorecer la pérdida de peso corporal con eficacia similar a otras dietas, cuyo objetivo es también restringir el aporte diario de calorías.
En segundo lugar, se ha visto que con el ayuno intermitente mejorarían algunos parámetros bioquímicos relacionados con la inflamación.
Sin embargo, el ayuno intermitente realizado de forma no controlada puede conllevar otros riesgos para la salud como bajadas de azúcar, dolores de cabeza o irritación. Además, en personas con algún trastorno del comportamiento alimentario, el hecho de restringir las comidas puede conducir a una pérdida de control sobre la ingesta.
La evidencia científica actual ha demostrado que las estrategias fundamentales que favorecen la pérdida de peso son: crear un balance energético negativo y hacer un buen seguimiento de la dieta. Por lo que, el ayuno intermitente podría ser una opción en personas con perfiles concretos que puedan seguir bien sus pautas, siempre que se integre dentro de unas pautas de alimentación y estilo de vida saludables. No obstante, aunque los resultados previos parecen prometedores, se necesita mayor solidez en la evidencia científica antes de hacer recomendaciones generales.
Autoria: Alba Andreu, Dietista-Nutricionista del Hospital Clínic de Barcelona