Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son trastornos mentales caracterizados por síntomas emocionales, cognitivos y conductuales que suponen una alteración en la alimentación. Aparecen fundamentalmente en la adolescencia y, en el 90% de los casos, en mujeres. Dentro de los TCA, la anorexia nerviosa es uno de los más prevalentes. Se trata de un trastorno que afecta principalmente a mujeres con edades comprendidas entre los 15 y los 19 años.
En general, la práctica regular de ejercicio físico es beneficiosa, pero en personas que sufren un TCA, esta puede ser una medida de control del peso pero acaba resultando nociva para su salud. Además, puede contribuir a la cronicidad de la enfermedad, empeorando la calidad de vida y el malestar psicológico, e incluso puede incrementar el riesgo de conductas suicidas. Es por esto que los procedimientos tradicionales de tratamiento del TCA desaconsejan totalmente la práctica de ejercicio físico durante el tratamiento, pero las nuevas investigaciones sugieren que puede ayudar en distintas fases del proceso.
Brian Cook, PhD, en su revisión del 2016, explica las características que debe reunir el programa de ejercicio en el tratamiento del TCA e indica que el ejercicio no es apto para todas las pacientes, por lo que es imprescindible una valoración de la condición física y psicológica. Esto permitirá adecuar la modalidad, la intensidad y la frecuencia del ejercicio a cada persona y detectar aquellas pacientes para las que practicar ejercicio suponga un riesgo.
Por su parte, la Dra. María Fernández, investigadora experta en ejercicio (CAFYD), demuestra en sus estudios que el ejercicio es seguro y aporta numerosos beneficios en personas con TCA, siempre y cuando se acompañe con una monitorización exhaustiva, un aporte nutricional adecuado y apoyo terapéutico.
En definitiva, los resultados derivados de la investigación hasta la fecha son prometedores y arrojan una visión distinta de la tradicional en el abordaje de la actividad física en pacientes con anorexia nerviosa. Sin embargo, son necesarios más estudios que analicen los efectos concretos que puede tener el ejercicio en las distintas fases del tratamiento.
Información documentada por:
Patricia Díaz, enfermera del Servicio de Psiquiatría y Psicología Infantil y Juvenil del hospital Clínic Barcelona.