La muerte es la única certeza que todos los seres humanos comparten. Sin embargo, la sociedad suele vivir de espaldas a ella. Es curioso que se use la palabra muerte para referirse a determinados estados como “morirse de frío o de risa” y, en cambio, no se utilice cuando alguien muere, sino que se diga “nos ha dejado” o “se ha ido”. ¿Tienes dudas sobre este tema? Envíalas aquí
Los menores tienen una curiosidad innata respecto a la muerte: forma parte de sus juegos desde pequeños y, a menudo, la incluyen en sus historias y fantasías. Se calcula que, cuando un niño llega a los 18 años, ha presenciado cerca de 18.000 muertes en cuentos, películas, videojuegos, etc.
Las familias intentan proteger a sus hijos del posible dolor o sufrimiento, por eso, acaban dando explicaciones erróneas acerca de la muerte o no hablando de ella. No abordar el tema hace que los niños y niñas vivan esas inquietudes en soledad, sin poder compartir sus sentimientos y, además, se dificulta que adquieran las herramientas emocionales necesarias para poder afrontar futuros acontecimientos. Cuando a los niños no se les explica algo, pero lo quieren saber, suelen inventar sus propias teorías, porque les angustia quedarse sin explicaciones. Lo que inventen dependerá de su edad y de su madurez emocional, pero, en ocasiones, puede ser peor que la realidad.
Todos los niños, para poder entender la muerte, necesitan comprender unos conceptos clave: que la muerte es irreversible, que es universal, que es inevitable y que, cuando uno muere, las funciones corporales se detienen. Algunos de estos conceptos no los pueden entender cuando son muy pequeños, pero los adquieren más adelante. De hecho, se ha estudiado con detalle cuál es su comprensión en función de cada edad.
Los bebés hasta los dos años perciben la ausencia de la persona fallecida si es una persona de referencia, como la madre o el padre, y mostrarán inquietud y cambios en los hábitos de alimentación o de sueño. Se recomienda mantener sus rutinas, horarios y espacios estables, tal y como estaban antes de la pérdida, porque eso les dará seguridad.
En el caso de los niños y niñas de entre dos y cinco años, todavía entienden la muerte como algo temporal, reversible y debido a causas externas. En estas edades el pensamiento es concreto y literal, por tanto, hay que tener cuidado con utilizar eufemismos como “se ha ido”, o “ha emprendido un viaje” porque lo van a interpretar literalmente. Es frecuente que hagan muchas preguntas concretas y repetitivas que es importante contestar con sinceridad.
Cuando ya tienen entre seis y diez años, pueden empezar a percibir la muerte como un hecho irreversible y universal, por tanto, pueden empezar a temerla, ya que entienden que también puede pasarles a ellos. Pueden experimentar sentimientos de culpa y las preguntas que formulan son más complejas, por ejemplo, qué pasa con el cuerpo cuando alguien muere. Por tanto, en esta etapa es fundamental explicar la muerte del ser querido atendiendo a las causas que la han provocado y estableciendo un diálogo de confianza para que puedan preguntar todo lo que quieran.
Los preadolescentes, entre los 11 y los 13 años, ya entienden plenamente lo que significa la muerte, la reacción que provoca en los demás y el significado de los ritos funerarios. En estas edades es importarte remarcar mensajes tranquilizadores para ellos. Por ejemplo, que, aunque la muerte duela, se puede seguir adelante. Es muy importante compartir sentimientos y hablarles de experiencias previas de duelo que se hayan pasado.
Por último, los adolescentes, a partir de los 13 años, tienen plena conciencia de lo que es la muerte y pueden formarse una explicación tanto biológica como filosófica. Asimismo, tienen plena comprensión de su propia muerte y pueden pensar en ella con mayor o menor angustia. En esta edad, suelen necesitar dar su opinión y exponer sus teorías acerca de la muerte. Hay que hablarles de cómo esa pérdida les afectará y es muy importante que se les pregunte su opinión respecto a los rituales de despedida y cómo quieren participar.
En definitiva, la reacción de un menor o adolescente ante la pérdida de un ser querido dependerá de muchos factores como el vínculo con el fallecido, el modo en el que vive su familia esta pérdida, su edad y su madurez emocional, así como su temperamento. Pero sea cual sea la situación, las recomendaciones son mantenerse los más abierto y sincero posible al tratar el acontecimiento con ellos y, en caso de que sean más mayores, permitirles expresarse o participar en la despedida del ser querido si así lo desean.
Autoras: Elena Font y Marta Sánchez, psicólogas clínicas, Servicio de Psiquiatría y Psicología Hospital Clínic de Barcelona y Equipo de Atención Psicosocial a Personas con enfermedad avanzada (EAPS Clínic).
Las autoras de este artículo responderan dudas sobre cómo afrontar los procesos de duelo. ¿Tienes dudas sobre este tema? Envíalas aquí