5 de febrero del 2020
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Pruebas y diagnóstico de la Uveítis
Para el diagnóstico de la uveítis el oftalmólogo puede realizar varias pruebas sucesivas:
Agudeza visual. El parámetro funcional de mayor importancia es la agudeza visual. Esta puede disminuir por opacidad en la córnea o en el cristalino, inflamación en la cámara anterior o en la cámara vítrea, alteración de la función de la retina o nervio óptico o por la aparición de complicaciones, como el edema macular. La agudeza visual debe medirse en cada visita y permite monitorizar la evolución clínica de la uveítis y la respuesta al tratamiento, por ello es de extremada utilidad para la toma de decisiones terapéuticas. Su valoración es sencilla y rápida, y permite aportar muchísima información.
Presión intraocular en ambos ojos. La prueba más precisa se denomina tonometría de aplanación de Goldmann, en la cual se infiltra un colirio de fluoresceína que suele tener coloración amarillenta con anestésico local de acción corta. La valoración de la presión intraocular es importante dado que algunos tipos de uveítis se acompañan de hipertensión ocular. La hipertensión ocular inflamatoria (glaucoma uveítico) conlleva un tratamiento complejo debido a que a largo plazo afecta de manera negativa a la agudeza visual.
Lámpara de hendidura. Durante la exploración oftalmológica, el doctor examina el ojo con un microscopio especial que se llama lámpara de hendidura. En los casos de uveítis, el especialista puede observar la presencia de células inflamatorias que flotan en los fluidos intraoculares y determinar el grado y tipo de inflamación. Para explorar la parte de atrás del ojo, donde se localiza la retina y el nervio óptico, el oftalmólogo pone gotas de dilatación pupilar o midriáticas, como la tropicamida o el ciclopentolato. Estas gotas pueden provocar visión borrosa transitoria.
Retinografía. Es una fotografía del fondo ocular que permite explorar la retina, el nervio óptico, el árbol vascular y la mácula. Con las nuevas técnicas de imagen de campo amplio se pueden observar 200⁰ de extensión de la retina y llegar hasta la periferia retiniana.
Lámpara de hendidura
El examen con lámpara de hendidura debe ser realizado por un oftalmólogo para evaluar el estado del segmento anterior del ojo. En los ojos inflamados es posible encontrar acumulaciones de células inflamatorias en la cara posterior de la córnea (precipitados queráticos subendoteliales). La existencia de células inflamatorias (fenómeno de tyndall) y proteínas (flare) en el humor acuoso indican rotura de la barrera hematoacuosa y de forma indirecta se correlaciona con el grado de inflamación. Según su intensidad, existe una gradación de 0 a 4+.
Cuando el número de células inflamatorias en la cámara anterior es muy elevado, se produce un depósito de estas células que producen un nivel denominado hipopión. Una de las complicaciones frecuentes asociadas a las uveítis es la formación de sinequias anteriores (del iris al ángulo iridocorneal) o posteriores (del iris al cristalino). Si existe inflamación en el segmento intermedio o posterior del ojo se puede objetivar la presencia de células inflamatorias en el vítreo, fenómeno denominado vitritis o tyndall vítreo.
El grado de vitritis también se puede medir entre 0 y 4+. El examen del fondo de ojo es fundamental en todo proceso inflamatorio ocular y se realiza con el oftalmoscopio directo o indirecto, con la ayuda de lentes. Este examen requiere entrenamiento por parte del examinador y es realizado de manera habitual por oftalmólogos.
La oftalmoscopia ayuda a diferenciar lesiones en la retina o coroides, como focos inflamatorios, focos de necrosis o signos de vasculitis retiniana, así como la afectación o no del nervio óptico. En función de la localización del foco inflamatorio se puede caracterizar la afectación, como una retinitis (retina), coroiditis (coroides), coriorretinitis (coroides + retina) o neurorretinitis (nervio óptico + retina).
Según los resultados, pueden ser necesarias exploraciones complementarias:
Campimetría. La campimetría visual o perimetría visual es un examen que se utiliza para valorar posibles alteraciones del campo visual del paciente. El campo visual es el espacio que es capaz de captar el ojo mientras está enfocado en un punto central. Gracias a este examen se puede detectar cualquier tipo de pérdida de la visión periférica y se obtiene además un mapa de dicha pérdida que puede orientar y ayudar en el diagnóstico de ciertas patologías (glaucoma, enfermedades de la retina, lesiones de la vía óptica, etc.).
Para este tipo de estudio, que es totalmente indoloro y no presenta contraindicaciones, no se requiere ninguna preparación previa por parte del paciente.
Tomografía de coherencia óptica (OCT). Es una prueba complementaria para determinar la correcta función de la retina y la presencia de fluido intra/subretiniano.
Angiografía fluoresceínica (AGF). Es un examen ocular que permite examinar el flujo sanguíneo de la parte posterior del ojo. Se inyecta un contraste por vía intravenosa que llega a la circulación retiniana y permite evaluar en tiempo real el árbol vascular de la retina. En casos de uveítis, se puede observar pérdida de colorante a través de los vasos (leakage) debido a la inflamación de los mismos. En los casos de enfermedades vasculares retinianas, incluyendo las vasculitis, la AGF muestra si existe un área de la retina con mal flujo sanguíneo (isquemia) o incluso el desarrollo de vasos nuevos.
Otras pruebas complementarias que pueden ayudar a orientar el diagnóstico son: el análisis de sangre u otras pruebas de imagen, como la radiografía de tórax, el escáner o la resonancia magnética.
Diagnóstico multidisciplinar de la uveítis
Dado que las uveítis son enfermedades complejas que pueden afectar no solo al ojo sino también a otros órganos del cuerpo, es frecuente que el oftalmólogo especialista colabore con otros médicos especialistas con el fin de llegar a una aproximación diagnóstica y terapéutica conjunta. Esta colaboración multidisciplinar puede ser estable, en las “unidades multidisciplinares de uveítis” que pueden estar formadas por un oftalmólogo, internista, reumatólogo, inmunólogo, neurólogo, infectólogo, etc.
No se dispone de ninguna batería normalizada de pruebas de obligada realización en todos los pacientes afectados por uveítis. Normalmente, se utiliza un abordaje adaptado a las etiologías más probables, en función del contexto clínico de cada paciente. La mayoría, requieren una o pocas pruebas diagnósticas. No obstante, cuando los antecedentes y la exploración física no indican la causa de la uveítis, los especialistas recomiendan realizar un grupo de pruebas básicas, como el hemograma completo, la velocidad de sedimentación globular (VSG), la serología luética y la radiografía de tórax.
- Hemograma, bioquímica general y velocidad de sedimentación globular (VSG). Son pruebas de bajo coste que permiten tener datos objetivos del estado general del paciente y de su estado inmunitario.
- Anticuerpos antinucleares (ANA), anticuerpos anticitoplasma de neutrófilos (ANCA), anticuerpos antifosfolípido. Los ANA pueden ser útiles si se sospecha una artritis idiopática juvenil, síndrome de Sjögren, lupus eritematoso sistémico u otras conectivopatías. Los ANCA se pueden solicitar en el contexto de una escleritis o una queratitis ulcerativa periférica, asociada o no a uveítis. Pueden ser de 2 tipos: anticuerpos alterados en la granulomatosis de Wegener (c-ANCA) y anticuerpos aumentados en la panarteritis nodosa (p-ANCA).
- ECA y Lisozima. Pueden estar alteradas en la sarcoidosis, aunque ambas son poco específicas y su valor es limitado.
- Antígenos de histocompatibilidad. HLA-A29 (coriorretinopatía en perdigonada o enfermedad de Birdshot), HLA-B27 (espondilitis anquilosante, artritis reactiva o síndrome de Reiter, artritis psoriásica, artritis asociada a EII), HLA-DR5 (artritis idiopática juvenil en su forma pauciarticular), HLA-B51 (enfermedad de Behçet). Un 50% de los pacientes con uveítis anterior tienen HLA-B27 positivo. Además, su positividad confiere unas características especiales a la uveítis anterior aguda: edad de comienzo más temprana, generalmente varones, recidivante con afectación ocular alternante, episodios más intensos y mayor incidencia de complicaciones.
- Serologías específicas. Lues, VIH, toxoplasma, toxocara, rickettsia (fiebre Q), borrelia (enfermedad de Lyme), brucella, leptospira, clamidia (artritis reactiva), virus herpes simple, virus Epstein-Barr, citomegalovirus, etc. Las técnicas serológicas con mayor rentabilidad son las de sífilis y VIH. Otras, deben valorarse en función de la sospecha diagnóstica en el contexto del cuadro ocular y sistémico.
- Tests cutáneos. La tuberculosis, histoplasmosis y coccidioidomicosis pueden ser identificados por estas pruebas. El más utilizado es el test de Mantoux o PPD, que puede ser útil de cara a orientar hacia una posible tuberculosis. Debe ser solicitado si existen síntomas pulmonares, exposición conocida, casos refractarios con patrón compatible, radiografía de tórax sospechosa, cuadro ocular compatible con tuberculosis, y siempre antes de administrar un tratamiento inmunosupresor de larga duración o fármacos biológicos.
- Radiodiagnóstico. Radiografía de tórax, radiografía de articulaciones sacroilíacas, TC, RMN, gammagrafía con galio.
- Otras pruebas. Punción lumbar, biopsia cutánea, hemocultivo, estudio de fluidos intraoculares, interconsulta a otras especialidades.
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Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 3 de diciembre del 2019
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