Los pacientes que tienen que recibir tratamiento de hemodiálisis de forma regular tienen un mayor riesgo de contagio de infecciones. En los meses de la pandemia este riesgo se vio especialmente incrementado, ya que, debido a la necesidad de realizar el tratamiento de diálisis, estos pacientes no podían mantener un aislamiento apropiado. Pero, además, los pacientes con enfermedad renal crónica que necesitan diálisis tienen un riesgo de mortalidad por la COVID-19 hasta 4 veces mayor que la población general. También presentan mayores complicaciones en caso de infectarse y tienen estancias hospitalarias más prolongadas.
Por estas razones, la vacunación de esta población se consideró prioritaria dentro del sistema nacional de salud y se realizó entre febrero y abril de 2021. Sin embargo, los expertos tenían muchas dudas sobre si la inmunización en estos pacientes iba a ser efectiva. El sistema inmune de las personas con enfermedad renal crónica está alterado a causa de las toxinas que se acumulan debido a la mala filtración de los riñones, y el estado inflamatorio crónico en el que se encuentran por su enfermedad.
Desde el Servicio de Nefrología y Trasplante Renal del Hospital Clínic se evaluó si los pacientes en diálisis eran capaces de generar una respuesta inmunitaria al ser vacunados contra la COVID-19. Se midieron dos parámetros: si generaban o no anticuerpos y la cantidad de estos (respuesta humoral); y la activación de linfocitos T específicos frente al virus SARS-CoV-2 (respuesta celular). Los anticuerpos son unas proteínas que se fijan al virus para marcarlo e inmovilizarlo, mientras que los linfocitos T son las células que reconocen esos virus marcados y son capaces de destruir directamente a los virus, a las células infectadas por el virus o activar a otras células para que lo hagan.
En este estudio, participaron 175 pacientes tratados en tres centros de hemodiálisis afiliados al Hospital Clínic, tres semanas después de haber recibido la segunda dosis de la vacuna de Moderna (100 pacientes) o de Pfizer (75).
De estos 175 pacientes, el 95% generaron anticuerpos, especialmente los pacientes más jóvenes y aquellos que ya habían pasado la enfermedad. Con respecto a los ocho pacientes que no produjeron anticuerpos, o bien se encontraban tomando medicación inmunosupresora o eran pacientes de edad muy avanzada, dos factores asociados con una respuesta inmunitaria deficiente. Por otro lado, se observó una activación de linfocitos T específicos en un 62.3% de los pacientes, una cifra algo más baja que la de la población general, pero superior a pacientes trasplantados renales. De hecho, el 98% de los pacientes estudiados respondía a la vacuna por una, otra o ambas vías.
En un subgrupo de 78 de estos pacientes, que habían recibido la vacuna de Moderna, se comprobó, además, el tiempo que tardaban en desarrollar anticuerpos mediante un análisis semanal. Se vio que, cerca del 95% de los pacientes lograron generar una respuesta inmune al cabo de 6 semanas de iniciar el proceso de vacunación, mientras que, en la población general esto ocurría alrededor de la segunda semana.
Por último, los investigadores también valoraron la generación de anticuerpos en 32 pacientes con otro tipo de diálisis, la peritoneal, que es una técnica que realiza el paciente en su domicilio. Tres semanas después de recibir ambas dosis de la vacuna de Moderna, encontraron que un 97% de pacientes lograron producir una respuesta inmune satisfactoria.
La conclusión que se puede extraer de estos resultados es que los pacientes en diálisis tienen un sistema inmunitario alterado que hace que la respuesta a la vacuna sea más lenta, pero igualmente eficaz. Prácticamente la totalidad de pacientes, tanto en hemodiálisis como en diálisis peritoneal, logran generar anticuerpos y/o producir activación de linfocitos T contra el SARS-CoV-2. Esto sugiere que la vacunación es eficaz y necesaria para prevenir la infección y, sobre todo, el desarrollo de casos graves de COVID-19, que en estos pacientes son especialmente comunes.
Autores: Dr. José Jesús Broseta y Dra. Diana Rodríguez Espinosa, Servicio de Nefrología y Trasplante Renal del Hospital Clínic de Barcelona.