Durante la menopausia el cuerpo de la mujer experimenta muchos cambios, entre ellos, se puede producir la atrofia vulvovaginal que puede dar síntomas al 40-60% de las mujeres. Se caracteriza por el adelgazamiento de las paredes de la vagina, que produce sequedad vaginal e inflamación, a causa de la disminución de estrógenos, las hormonas sexuales femeninas. Se ha comprobado que la actividad sexual regular, con pareja o sin, puede ayudar a mantener los tejidos vaginales sanos, ya que aumenta el flujo sanguíneo a estos tejidos.
Los síntomas más frecuentes de la atrofia vulvovaginal son ardor, picor, sangrado y dolor en las relaciones sexuales. También puede producirse micción frecuente, y puede haber infecciones del tracto urinario. Por eso, actualmente se engloba la atrofia vulvovaginal en el síndrome genitourinario en la menopausia (SGM), ya que los síntomas son genitales, pero también urinarios. Solo un 20-25% de las mujeres solicitan ayuda profesional.
Hay factores de riesgo que pueden contribuir al síndrome genitourinario, como el consumo de tabaco, que disminuye la circulación sanguínea del organismo y, por tanto, también de la zona genital. La ausencia de actividad sexual hace que disminuya el flujo sanguíneo, la lubricación y la elasticidad de los tejidos vaginales. Aparte de estos factores, hay otras causas que pueden incentivar el riego de atrofia vulvovaginal como algunos fármacos utilizados en el cáncer de mama, la quimioterapia o la radioterapia en la zona pelviana, la extirpación ovárica o el estrés.
El diagnóstico del síndrome genitourinario es clínico en función de los síntomas referidos por la paciente y se confirma mediante un examen pelviano que consiste en una palpación e inspección visual de los genitales externos, la vagina y el cuello uterino. También se puede hacer un examen de orina, y una prueba del equilibrio ácido, que consiste en tomar una muestra de fluidos vaginales o colocar una tira reactiva de papel para evaluar el pH vaginal.
El tratamiento más habitual es el uso de lubricantes con base de agua que se aplican durante la actividad sexual, cosa que ayuda a reducir el dolor sexual, o bien hidratantes vulvovaginales, que tienen un efecto de más larga duración. Si estos tratamientos no funcionan, hay la terapia hormonal local como la crema o los supositorios vaginales, que proporcionan un alivio directo de los síntomas. Sin embargo, se ha comprobado que la actividad sexual regular con orgasmos, con pareja o sin, puede ayudar a mantener los tejidos vaginales sanos.
En función de cada caso, el profesional sanitario especialista en ginecología y salud sexual será el que recomendará el tratamiento más adecuado para la paciente. La menopausia es una etapa vital donde la mujer experimenta muchos cambios, pero hay muchas opciones para disminuir los síntomas derivados y tratar cada caso concreto.
INFORMACIÓN DOCUMENTADA POR:
Dra. Sònia Anglès, ginecóloga Especialista Sénior del Instituto Clínic de Ginecología, Obstetricia y Neonatología (ICGON), y máster en Sexología Clínica y Salud Sexual. Miembro y secretaria del grupo de Trabajo de Sexología Clínica y profesora asociada de Obstetricia y Ginecología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona.