Según la OMS, para mejorar nuestra salud deberíamos realizar como mínimo 150 minutos de ejercicio moderado y 75 minutos de ejercicio intenso a la semana. Para poder conocer el efecto real que tiene el ejercicio físico sobre la prevención de la diabetes tendríamos que disponer de datos a largo plazo, es decir, el resultado de seguimientos de más de diez años. Hasta ahora, esta información es prácticamente inexistente debido a la dificultad de llevar a cabo un estudio durante tanto tiempo en un grupo numeroso de personas.
Tampoco está bien definido el efecto que diferentes tipos de ejercicio físico tienen sobre el riesgo cardiovascular, una vez ya ha aparecido la diabetes. En este sentido, un estudio publicado recientemente en la revista Diabetología aporta unas observaciones muy interesantes.
El objetivo de esta investigación era determinar si el ejercicio físico servía realmente para prevenir la diabetes a largo plazo y, en caso de haber desarrollado ya diabetes, si prevenía la mortalidad por causas cardiovasculares. Este es un trabajo con un seguimiento largo, de tres décadas, que se inició en Inglaterra en 1985-88 y finalizó en 2017, tras varias evaluaciones intermedias. Incluye un elevado número de personas (9987) sin diabetes en el momento de la inclusión en el estudio.
Durante el periodo de seguimiento se valoró en siete ocasiones el grado de actividad física mediante un cuestionario. Se preguntaba sobre la frecuencia y la duración del ejercicio, cuantificando su intensidad, que se clasificó como moderado, que correspondería a bailar o nadar de forma suave; o vigoroso, como sería correr, jugar al tenis etc.
De los 9.987 participantes, 1.553 desarrollaron diabetes tipo 2. Al comparar aquellas personas que no practicaban ninguna actividad física al inicio del estudio con aquellos que realizaban ejercicio moderado o intenso (independientemente de la frecuencia o duración), los que hacían deporte presentaron un 15% menos de riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Esta diferencia se mantenía tras ajustar los resultados teniendo también en cuenta los diferentes factores sociodemográficos, ambientales y de salud.
Entre los participantes del estudio que habían desarrollado diabetes, aquellos que practicaban ejercicio moderado o vigoroso presentaron un riesgo de mortalidad claramente inferior, hasta un 39% de reducción. La mortalidad por causas cardiovasculares se redujo en aquellos que realizaban una actividad equivalente o superior a la recomendada por la OMS, es decir 150 minutos de ejercicio moderado y unos 75 minutos de ejercicio intenso por semana.
Este trabajo es relevante porque demuestra que el ejercicio físico tiene un claro efecto positivo sobre el riesgo de desarrollar una diabetes tipo 2 a largo plazo, una enfermedad crónica y que puede dar lugar a un gran número de complicaciones clínicas.
Otro punto interesante de la investigación es que el efecto protector de la actividad física sobre la salud se observa incluso con grados de ejercicio inferiores a los recomendados por la OMS, lo que demuestra que cualquier ejercicio tiene un efecto positivo.
Por todos estos motivos, una vez más se demuestra la importancia cada vez mayor del ejercicio físico en la salud. Tanto es así que se debería animar a toda la población a que lo practique, cada uno en la medida en que le sea posible.
Autor: Dr. Enric Esmatjes, endocrinòleg de l’Institut Clínic de Malalties Digestives i Metabòliques de l’Hospital Clínic de Barcelona.