Recientemente, un estudio de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), ha señalado que el 80% de los pacientes españoles con forma grave de infección por coronavirus tenían obesidad. Además, muy frecuentemente la obesidad se relaciona con otras enfermedades como la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial y las enfermedades cardiovasculares, que determinan un peor pronóstico frente a la infección por COVID-19. Por otro lado, también se ha demostrado que los pacientes con obesidad y esteatohepatitis (un grado de hígado graso que presentan frecuentemente los pacientes con obesidad), tienen un mayor riesgo en caso de infección por Covid-19.
Otros factores que podrían influir en el incremento de la mortalidad por COVID-19 en las personas con obesidad continúan siendo investigados, aunque, de momento, ya se han demostrado varias hipótesis. Por un lado, sabemos que la obesidad se caracteriza por un estado inflamatorio crónico de bajo grado, con incremento de citoquinas (moléculas inflamatorias) que disminuye la capacidad de respuesta ante la infección respiratoria por la COVID-19 y propicia un empeoramiento de la enfermedad. Además, la obesidad se asocia a una inmunidad deteriorada, lo que hace a los pacientes más susceptibles frente a todo tipo de infecciones, con una respuesta deficiente al tratamiento con antivirales y una menor eficacia de las vacunas.
Por otro lado, especialmente en las personas con obesidad abdominal, se da una mayor dificultad respiratoria por disminución del volumen de reserva respiratoria, resistencia al flujo aéreo y dificultades de movilización de la caja torácica, lo que facilita que se produzca una insuficiencia ventilatoria que puede empeorar la progresión de la infección. La obesidad se relaciona también con una mayor predisposición a las trombosis, es decir, a la formación de un coágulo en el interior de un vaso sanguíneo. Estos factores influyen, sin duda, en una peor evolución de la infección por COVID-19.
Por último, debido al estigma que a menudo acompaña a las personas con obesidad, estas podrían retrasar o evitar la atención médica en caso de presentar síntomas de la COVID19, lo que aumentaría la probabilidad de que se agrave la enfermedad.
Ante la abundante evidencia científica que demuestra que la obesidad es uno de los principales factores de riesgo frente a la infección por COVID-19, es importante que las personas que tienen esta enfermedad extremen al máximo las medidas de prevención frente a la infección y mantengan una alimentación saludable que les ayude a controlar su peso. En este contexto, conviene recordar la importancia de contactar con profesionales sanitarios especializados que les ayuden a establecer y consolidar hábitos saludables a largo plazo. Además, estos cambios en el estilo de vida podrían acompañarse de tratamiento farmacológico o quirúrgico en pacientes cuidadosamente seleccionados.
La telemedicina permite seguir en contacto con los pacientes y superar las barreras para el tratamiento que supone el distanciamiento y aislamiento social, ya que la pandemia obliga a limitar las visitas presenciales. Desde el área de Obesidad del Hospital Clínic, se valoran los beneficios de la telemedicina y se ha apostado por mantener los programas de seguimiento individual o grupal de manera virtual, para conseguir así mantener el tratamiento y apoyar a los pacientes en estos momentos de pandemia.
Autora: Alba Andreu y Violeta Moizé, dietistas-nutricionistas del Hospital Clínic de Barcelona