Hasta ahora, los centros asistenciales han dedicado la mayor parte de su tiempo a atender la enfermedad y los trastornos mentales de larga evolución. Esto tiene un fuerte impacto en las personas con esquizofrenia, ya que la detección temprana mejora el pronóstico de este trastorno.
Para lograr la intervención en las fases tempranas de la psicosis, es fundamental dotar de herramientas y recursos a los profesionales que están más en contacto con la población en riesgo de desarrollarla. Sería necesario, por tanto, el apoyo a la atención primaria, al ámbito educativo y al de los servicios sociales. De hecho, esto también sería útil para posibilitar la detección precoz, ya que se ha observado que antes de que se produzca el primer episodio psicótico es frecuente que ya se hayan presentado señales que en muchos casos no son atendidas con eficacia.
Una coordinación suficiente entre los especialistas de salud mental con los profesionales de atención primaria, servicios sociales y educación es aún hoy un reto por asumir. Algunos programas incipientes de detección precoz empiezan a estar disponibles ya en estos momentos, y su actividad debe ser evaluada y reforzada.
Por otro lado, los tratamientos que se ofrecen en salud mental deberían tener más en cuenta las características de las personas con este trastorno, sobre todo en sus fases iniciales. Se trata de personas jóvenes con gran reticencia a consultar, insuficiente atención psicológica y mucha prevalencia del consumo de tóxicos. Paralelamente, para mejorar la eficacia del seguimiento de estos pacientes, sería necesario evitar largas listas de espera y largos espacios de tiempo entre visitas.
En conclusión, es hoy en día un objetivo prioritario, realizar la transición tan pronto como sea posible a programas específicos para psicosis, adaptados a población joven y a sus necesidades.