El Servicio de Psiquiatría Infantil y Juvenil del Clínic Barcelona cuenta con un equipo especializado en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Estas enfermedades mentales graves presentan sintomatología relacionada con una distorsión de la imagen corporal, un miedo irracional a subir de peso y una conducta alterada respecto a los hábitos alimentarios. Los TCA, que experimentaron un incremento sin precedentes durante la pandemia por la COVID-19, afectan a millones de personas de cualquier edad, sexo, raza y nivel socioeconómico en todo el mundo. No obstante, lo más frecuente es que se inicien durante la adolescencia o juventud y que afecten a más mujeres que hombres. Y es que, tal como señala la Dra. Teia Plana, “las niñas, chicas y mujeres acostumbran a recibir una presión social mucho más elevada a cauda de unos cánones estéticos que se van imponiendo sin cesar en la sociedad”.
Dra. Teia Plana: “Intentamos modificar las ideas irracionales y poco realistas que tienen las pacientes con TCA”
Entrevista a la Dra. Teia Plana, coordinadora del equipo de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) del Clínic Barcelona.
La Dra. Teia Plana coordina el equipo de TCA del hospital Clínic Barcelona, que trata este tipo de trastornos en niños y niñas y adolescentes con gravedad moderada o grave. El equipo multidisciplinario cuenta con psicólogos, psiquiatras, enfermeras, maestros, educadores sociales y trabajadores sociales. Participa, como centro de referencia y como parte del Centro Catalán de la Nutrición del Instituto de Estudios Catalanes (CCNIEC), en la formación de otros equipos del territorio catalán y en una Mesa de Diálogo para la prevención de los TCA con la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB).
Los TCA son multicausales. Es decir, no hay una causa única que haga que alguien desarrolle la enfermedad. Dentro de esta multicausalidad, hay factores individuales y factores ambientales. Entre los individuales, encontramos el género, que liga la parte más genética y hormonal. Se ha comprobado que los estrógenos pueden favorecer los riesgos de tener un trastorno de este tipo. Por otro lado, en los ambientales, encontramos que las mujeres reciben una presión social más elevada en relación con su físico. Además, los cambios corporales que experimentan en la adolescencia son a menudo más fuertes y rápidos que los de los chicos, cosa que hace que se puedan preocupar más y, como consecuencia, favorecer la aparición de un TCA.
Teniendo en cuenta que en todos los casos se entrelazan diferentes factores y que el individuo, con sus características de personalidad, se coloca dentro de un ambiente que le influye, parece que la influencia de la predisposición genética tiene un peso mayor cuando el debut de la enfermedad se da durante la juventud. Está por estudiar si, en niñas más pequeñas, los factores ambientales pueden tener más relevancia.
Sí. Las redes sociales están cada vez más al abasto de los niños y niñas, cosa que hace que acaben teniendo contacto con personas o situaciones que no hubieran llegado a ellos sin estas nuevas plataformas.
Lo primero que hacemos es ofrecer una primera visita con la paciente y los padres para detectar en qué punto se encuentra la enfermedad y qué gravedad tiene. Cuando vemos una paciente con una frecuencia cardiaca muy ralentizada, con un peso muy bajo o con un riesgo suicida o de autolesión elevado, iniciamos el tratamiento del ingreso inmediato. Por otro lado, tenemos la paciente que, a pesar de tener un TCA moderado o grave, demuestra una cierta predisposición al cambio y cierta consciencia de enfermedad. En estos casos, probamos un tratamiento ambulatorio intensivo. Entremedio, están las pacientes de hospital de día, que van a la escuela por la mañana y se quedan con nosotros a partir del mediodía para hacer el almuerzo, la merienda, la cena y los grupos psicoterapéuticos. Además, se encuentren en el nivel que se encuentren, se les ofrece a todas ellas el tratamiento vinculado a la terapia psicológica y el tratamiento nutricional médico que necesiten.
Tenemos que conseguir que la paciente se dé cuenta de que hay dos realidades, aquella que ella ve y aquella que ve el resto
Este tratamiento intenta modificar ideas erróneas, irracionales y poco realistas que se han desarrollado en la cabeza de las pacientes y que no las dejan avanzar hacia la recuperación, porque la conducta favorece la idea. En este punto, aparece también la muy conocida distorsión de la imagen corporal, que hace que la paciente no sea consciente de lo que le pasa a su cuerpo. Hay que intentar que se dé cuenta de que el problema no es el cuerpo ni la comida, y trasladarlo a la parte más cerebral y psiquiátrica, descubrir cuál es la idea equivocada y empezar a darle al cuerpo todo aquello que le daba antes. Sobre todo, tenemos que conseguir que se den cuenta de que hay dos realidades, aquella que ellas ven y aquella que ve el resto.
Sí. La media de recuperación total de los TCA en adolescentes y jóvenes es del 70%, aproximadamente. Y recuperación total no quiere decir comer bien, sino que abarca todos los aspectos de la enfermedad, como la buena relación con el propio cuerpo, el enfrentamiento a alimentos tabú, la mejora del estado anímico y de las relaciones sociales, etc. Si alguno de estos elementos no está bien es que aún no se ha llegado a esta recuperación completa.
Mientras más tiempo pasa desde que la enfermedad aparece hasta que empieza a ser tratada, más riesgo hay de que la paciente tarde más tiempo en recuperarse. Por eso, efectivamente, es muy importante la acción precoz. El entorno tiene que estar muy atento a cualquier cambio emocional. Tener un hijo o hija que, de repente, se queja mucho de sí mismo, hace comentarios de menosprecio hacia su cuerpo, se prohíbe alimentos, está más aislado, demuestra un interés desmesurado por la cocina, etc., tiene que alarmarnos. La opción más recomendable si nos encontramos en uno de estos casos es preguntar a este niño o niña qué le pasa, cómo se encuentra… En definitiva, intentar que se abran con nosotros. En este momento, seguramente resultará más efectivo un recurso psicológico que una dieta.
Durante el confinamiento, algunas personas cogieron un miedo irracional a subir de peso al no poder controlar las comidas ni el ejercicio físico
Todo esto puede darnos una explicación al incremento de casos con que nos encontramos durante la pandemia por la COVID-19. En los meses de confinamiento, pasó que algunas personas cogieron un miedo irracional a subir de peso al no poder controlar con normalidad las comidas ni el ejercicio físico. Podemos clasificar los casos que surgieron entonces en tres grupos de pacientes: aquellas que ya llevábamos, pero que se descompensaron con el confinamiento; aquellas que ya se habían iniciado, pero que aún nadie se había dado cuenta y que, a partir de estar más tiempo en casa, el entorno puedo ver más rápidamente y empezar el tratamiento; y aquellas que debutaron directamente durante el confinamiento, y donde jugaron un papel muy importante muchos de estos rasgos de la personalidad, como el perfeccionismo extremo o las dificultades para soportar estrés. Diríamos que en aquel periodo se incrementaron los factores de riesgo emocionales para estas enfermedades (mayor ansiedad, incertidumbre, aislamiento, etc.) mientras que disminuyeron los factores de protección, como por ejemplo las relaciones sociales.
Generalmente, la sociedad vive demasiado preocupada por la imagen, el físico o “la foto” que presentamos a los otros. El cuidado de uno mismo se ha puesto muy de moda en los últimos años, y no está mal, siempre que no se convierta en una insatisfacción permanente con nosotras mismas.
No podemos controlar lo que la gente publica en las redes sociales. Lo que tenemos que intentar es que el receptor no reciba imágenes que puedan perjudicarlo o que puedan llegar a ser referentes poco saludables con relación a su edad. Saber qué es verdad y qué es mentira y qué está bien y qué está mal requiere todo un trabajo cognitivo que depende de una madurez que un niño o niña aún no tienen, y por eso será más fácil que este niño o niña, en un momento de cambio y preocupación, se convierta en un individuo vulnerable.
En la actualidad, en Cataluña se están dando bastantes recursos para estas patologías. Además, desde el programa de salud mental del CatSalut, se ha puesto en marcha un plan de choque para ofrecer todavía más. En cuanto a los tratamientos, también estamos contentos. Hay una parte de ellos que continúan funcionando muy bien y otros que tenemos que ir diseñando. Mi sensación es que la parte social es la más floja de todas. Esto hace que continúen apareciendo casos que, quizás de otra manera, no aparecerían. Por tanto, todos los esfuerzos tienen que ir en este sentido para intentar mejorar esta situación los próximos años.