La esquizofrenia es un síndrome crónico y de causa desconocida en el que predominan los signos de psicosis. Históricamente, la psicosis se ha considerado como una anomalía de neurotransmisores como la dopamina, en base a que los tratamientos eficaces modulan esta sustancia a nivel cerebral. Nuevas investigaciones biomédicas muestran como diversos trastornos psiquiátricos, entre ellos la esquizofrenia o la depresión, comparten una vía común en su mecanismo patológico: la inflamación.
Varios estudios científicos avalan lo que se conoce como “la hipótesis inflamatoria de la esquizofrenia”. Han demostrado que las personas que han tenido una infección del sistema nervioso central en la primera infancia tienen cinco veces más riesgo de desarrollar un trastorno psicótico. También han visto que los fármacos antipsicóticos más eficaces tienen efecto antiinflamatorio y que los genes implicados en la respuesta inflamatoria son más activos en el cerebro de los pacientes con esquizofrenia.
En este contexto, la Unidad de Esquizofrenia del Hospital Clínic ha participado en diversos proyectos de investigación y han publicado un estudio en la revista Schizophrenia Bulletin, la más relevante en el campo de la esquizofrenia. En este trabajo se reclutaron 117 pacientes que habían presentado por primera vez un cuadro de psicosis y se compararon con 106 voluntarios sanos. Los análisis bioquímicos de sus células de la sangre mostraron un aumento significativo en componentes proinflamatorios, junto con una disminución significativa en los antiinflamatorios.
Todos estos hallazgos están replanteando el concepto clásico de la enfermedad psicótica, pasando a ser vista como un trastorno sistémico, que afectaría a todo el organismo y no solo al cerebro. Al mismo tiempo, se abren nuevas vías para la aparición de tratamientos que traten de regular este desequilibrio inflamatorio, basándose en un enfoque totalmente disitinto a la mayoría de tratamientos existentes hasta ahora.