Un estudio realizado por el Hospital Universitario de Jena, en Alemania analizó el efecto de la presión atmosférica, la humedad relativa del aire y la temperatura ambiental en pacientes con epilepsia. Estudiaron la aparición de crisis epilépticas en una muestra de 604 pacientes entre 2003 y 2010. El estudio demostró que la presión atmosférica baja y la humedad relativa alta del aire se asocian a un mayor riesgo de crisis, mientras que las altas temperaturas ambientales parece que lo disminuyen. Sin embargo, también afirman que es necesario estudiar otras poblaciones de pacientes en lugares del mundo con diferentes climas antes de obtener conclusiones definitivas y hacer recomendaciones sobre el tratamiento.
Los autores encontraron que, cuanto más descendía la presión atmosférica, el riesgo de crisis en la población aumentaba un 14%. El riesgo crecía un 36% más en pacientes con epilepsias menos graves tratadas únicamente con un fármaco antiepiléptico. Una humedad relativa del aire mayor de un 80% también aumentaba el riesgo de crisis en toda la población (hasta un 48%), 3 días después de la exposición a este cambio ambiental. Sin embargo, temperaturas superiores a 20 grados centígrados se asociaban a una disminución de casi el 50% de crisis en toda la población y en los diferentes subgrupos, especialmente en hombres.
La epilepsia es una de las enfermedades del sistema nervioso más comunes y afecta a unos 50 millones de personas en todo el mundo. En España 15 de cada 1.000 personas tendrán epilepsia en algún momento de su vida. Representa un conjunto de enfermedades causadas por la alteración de la actividad eléctrica cerebral que provoca síntomas repentinos, muchas veces con pérdida de conocimiento. Las crisis epilépticas suceden cuando un grupo de neuronas tiene tendencia a descargar excesivamente y con excesiva sincronía. Es decir, las neuronas descargan de más y lo hacen a la vez. Cuando esto ocurre aparecen los síntomas de las crisis que son distintos dependiendo de la zona cerebral donde se localicen estas neuronas que producen las descargas.
Es una enfermedad que puede tener diferentes causas como ictus, traumatismos, tumores, alteraciones genéticas, infecciones como la cisticercosis (infección ocasionada por el parásito Taenia solium), la tuberculosis cerebral, enfermedades metabólicas, inmunes o desconocidas. Para su diagnóstico, una de las pruebas más importantes que se realiza es el electroencefalograma. Es una prueba neurofisiológica que evalúa y mide la función de las neuronas desde el punto de vista eléctrico, mediante electrodos que se colocan en el cuero cabelludo del paciente.
“Con el tratamiento médico se controlan adecuadamente las crisis casi en un 70% de los pacientes”, explica la Dra. Mar Carreño, neuróloga y jefa de la Unidad de Epilepsia del Hospital Clínic. Sin embargo, existen factores que pueden precipitar las crisis como el desarrollo de infecciones, la fiebre, los traumatismos graves con pérdida del conocimiento, el consumo de alcohol y drogas, el estrés y los horarios irregulares de sueño. En este sentido,los cambios ambientales también podrían ser un factor de riesgo, según explica el estudio alemán. Seguir la pauta de medicación prescrita y mantener hábitos saludables como una alimentación sana y ejercicio físico pueden reducir considerablemente los episodios.