Tratamiento del Tumor Cerebral
Aunque la cirugía es el tratamiento que siempre se plantea inicialmente, no siempre es necesario o posible operar. Existe un riesgo que solo se asume en aquellos casos en los que se obtiene un beneficio, ya sea diagnóstico o terapéutico.
La histopatología o anatomía patológica del tejido tumoral es muy importante para determinar el tipo de tumor, el grado de agresividad y toda una serie de características genéticas y biomoleculares que pueden ser determinantes en el tratamiento y su pronóstico.
En este sentido, la cirugía, ya sea en forma de biopsia o de resección, tiene un papel importante.
En ocasiones, por las características del paciente, edad muy avanzada, enfermedades asociadas graves y la situación del tumor, que impide una cirugía, es imposible llevar a cabo dicha intervención, por lo que no es posible saber qué histopatología tiene el tumor. Solo en estos casos, si las pruebas realizadas al paciente sugieren un probable diagnóstico, se puede considerar hacer un tratamiento no quirúrgico del tumor con el objetivo de controlar la enfermedad.
Con el objetivo de realizar una máxima resección con el menor daño posible, el tipo de cirugía que se aplica a cada paciente para intervenir un tumor cerebral es totalmente personalizada.
En general, la cirugía se divide en dos tipos:
Trepanación. Es el procedimiento más habitual para hacer biopsias. Consiste en efectuar un orificio en el cráneo situado en una zona que permita llegar al tumor por la trayectoria más corta y menos lesiva. Normalmente, a través de esta trepanación, se introduce una aguja de punción. Esta aguja dispone de una ventana de biopsia en su punta y es guiada según una planificación previa gracias a sistemas de alta precisión de imagen intraoperatoria (estereotaxia y neuronavegación). Una vez la aguja llega al punto diana seleccionado del tumor, se extraen las muestras necesarias para el diagnóstico.
Craneotomía. Es el procedimiento habitual para intentar extirpar el tumor lo máximo posible. Consiste en abrir una ventana ósea de tamaño variable, pero localizada, lo más centrada posible sobre el área tumoral. Para conseguirlo se utilizan las técnicas de precisión de la biopsia, sobre todo, la neuronavegación y la imagen intraoperatoria. Una vez abierta la ventana ósea bajo la piel, se abren las cubiertas cerebrales meníngeas y se accede a la superficie cerebral donde tras localizar la lesión tumoral se procede a su extirpación.
Según las técnicas que se aplican durante el procedimiento, las craneotomías se dividen en:
Craneotomía simple. Se abre una ventana ósea sobre el tumor que se localiza y se extirpa sin otros elementos de ayuda que discriminen áreas de función cerebral que se pueden dañar. Como máximo, se complementan con técnicas de precisión como son la neuronavegación y la imagen intraoperatoria.
Craneotomía asociada a técnicas de neuromonitorización. Además de abrir una ventana ósea sobre el área tumoral, se utilizan toda una serie de técnicas del campo de la neurofisiología (mapeo cerebral, potenciales evocados, electrocorticografía…) para preservar al máximo la función cerebral que está en relación con el tumor. Estas técnicas registran las zonas que funcionan del cerebro y limitan la extirpación del tumor si se prevé que se va a producir un daño irreversible.
Craneotomía con el paciente despierto. Es un tipo de cirugía especial que se plantea en pacientes con tumores cerebrales muy próximos o en relación directa con el área del lenguaje. El procedimiento consiste en llevar a cabo una craneotomía estándar y guiada con los recursos habituales, pero conlleva la peculiaridad de que el paciente se mantiene sin anestesia general durante toda la cirugía. Concretamente, durante las fases inicial y final el paciente está completamente sedado, sin conciencia del procedimiento, pero en una fase central, donde se requiere explorar y estimular las áreas del lenguaje, se le hace estar consciente. Esta fase de consciencia es sin dolor, ya que todas la áreas dolorosas de piel, hueso y meninges se duermen con anestesia local y el tejido cerebral no genera ningún tipo de molestia al no tener receptores de dolor. El paciente durante esta fase es interrogado por el neuropsicólogo que le hace repetir palabras, enunciar qué ve en imágenes o realizar tareas de compresión, mientras el cirujano estimula las áreas conflictivas. Si alguna área produce trastorno reversible durante el estímulo, se marca la zona como prohibida y allí no se puede manipular. Todo ello, tiene como objeto evitar que el paciente pierda la función de comunicación. Una vez finalizada la fase de colaboración, el paciente se vuelve a sedar y se finaliza la intervención con el cierre. Cabe destacar el riesgo de crisis epilépticas intraoperatorias por la estimulación eléctrica que deben tratarse de forma inmediata.
Imagen intraoperatoria. Recursos que se utilizan durante la cirugía neuroncológica y que permiten que el cirujano aumente su precisión gracias a la guía con sistemas de referenciación (tipo de GPS) y la actualización de la imagen.
Entre estas técnicas destacan:
- TC intraoperatorio. Más utilizado en cirugía de columna.
- Resonancia magnética intraoperatoria. Muy útil en cirugía tumoral para obtener imágenes en cualquier momento de la cirugía y valorar si queda tumor por extirpar.
- Ecografía intraoperatoria. Similar a la resonancia, aunque más simple de usar y con peor calidad de imagen.
- Neuronavegador. Se combina con la resonancia magnética y la ecografía intraoperatoria. Es considerado un GPS que avisa en todo momento en qué zona se está trabajando.
- Estereotaxia. Es un sistema más antiguo que el neuronavegador, aunque más preciso, sobre todo, a la hora de hacer biopsias guiadas a dianas muy concretas intracerebrales.
Cirugía guiada por fluorescencia tumoral. Es un tipo de técnica que se utiliza de forma específica en pacientes con tumores de alto grado. Tres horas antes de la intervención se administra un medicamento vía oral, que una vez asimilado por las células tumorales produce fluorescencia. Esto permite durante la intervención reconocer el tejido tumoral y ser más precisos en su extirpación. Es una medicación con bajo riesgo de efectos secundarios. Simplemente, puede aparecer cierta fotosensibilidad en la piel, que debe protegerse de la luz directa durante el primer día.
Infección de la herida quirúrgica o de los tejidos subyacentes. Desde una infección local hasta un absceso de pus o meningitis. Deben detectarse a tiempo con la inspección de la herida y el control de síntomas (fiebre, deterioro de consciencia o signos de inflamación progresivos de la herida) y tras su detección, administrar un tratamiento antibiótico preventivo.
Fístula de líquido cefalorraquídeo. Producida por la salida del líquido cristalino que envuelve al sistema nervioso central a través de los planos de la herida. La salida se detecta en los días posteriores a la intervención, puede producir dolor de cabeza y derivar en infección. En este caso debe cerrarse el orificio de salida y administrar antibióticos. Si con esto no se controla la causa, puede ser una hidrocefalia (exceso de producción u obstrucción del drenaje del líquido) y, en ocasiones, es necesario colocar sistemas de drenaje del líquido a otra cavidad (válvula de derivación), principalmente, a nivel abdominal.
Hemorragia del lecho quirúrgico. Es una complicación potencialmente grave que se produce por el cúmulo de sangre en la cavidad quirúrgica de un vaso sanguíneo sangrante. Puede ser leve y no causar síntomas, siendo el tratamiento simplemente vigilancia, o bien puede ser grave con efecto compresivo y ser necesaria su evacuación y control. Por este motivo, el paciente debe ser controlado en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) tras las primeras 12-24h de la intervención.
Inflamación (edema) del tejido cerebral. La manipulación cerebral puede producir inflamación posterior que suele ser más notoria a las 24-48h de la intervención. Se debe tratar con antiinflamatorios potentes, pero en ocasiones no son suficientes y el paciente puede tener síntomas normalmente transitorios. En muy raras ocasiones el edema es muy importante y requiere medidas más agresivas.
Infarto cerebral. Se produce cuando ciertas áreas del cerebro se quedan sin irrigación sanguínea, produciéndose un infarto o isquemia. Es infrecuente, pero la localización del infarto puede ocasionar secuelas neurológicas indeseadas que pueden recuperarse en función de la extensión.
Déficit neurológico. Aunque se toman todas las medidas para obtener una máxima resección tumoral con el mínimo daño cerebral (neuromonitorización, imagen intraoperatoria, craneotomía con paciente despierto), en ocasiones, el límite tumoral y la función están muy cercanas y se pueden producir trastornos neurológicos derivados de la manipulación directa. Estos trastornos pueden ser diversos; falta de fuerza en extremidades, sobre todo, contralateral; pérdida de zonas de sensibilidad; trastornos del habla; trastornos visuales; trastornos cognitivos y de memoria, entre otros. Muchos de estos déficits mejoran con el tiempo tras la cirugía, aunque pueden establecerse como secuelas.
Crisis epilépticas. Las crisis epilépticas son producto de la irritación cerebral, sobre todo, de las neuronas. La manipulación del córtex cerebral, la inflamación y la cicatriz posterior pueden originar que aparezcan estas crisis epilépticas que requieren, por un período de tiempo personalizado, la toma de medicamentos para evitarlas.
Hidrocefalia. La hidrocefalia es el cúmulo de líquido en el interior del sistema nervioso central por la obstrucción del drenaje natural del líquido cefalorraquídeo. Los residuos de la cirugía (proteínas, hematomas, productos hemostáticos) producen el taponamiento del desagüe natural de este líquido que se tiende a acumular y generar presión. Los síntomas pueden ser: fístula por la herida; dolor de cabeza; somnolencia y, en casos de mucha obstrucción, pueden producir el coma. Es una situación que requiere de forma rápida la colación de un drenaje o válvula de derivación del líquido que, en muchas ocasiones, puede ser permanente. Esta válvula permite hacer vida normal ya que se integra bajo la piel y su funcionamiento es automático.
Bajo grado. Si la cirugía extirpa el 100% del tumor de bajo grado, probablemente, el tratamiento posterior sea la observación mediante resonancias magnéticas, cada vez más espaciadas en el tiempo. En ciertos casos de resección completa o bien en resecciones parciales, la quimioterapia o radioterapia pueden ser tratamientos complementarios indicados.
Alto grado. Como norma general, el tumor de alto grado implica gran capacidad de reproducción y reaparición, por lo que la cirugía, aunque macroscópicamente consiga una resección completa del tumor, nunca es suficiente y se complementa con tratamiento de quimioterapia y radioterapia. En general suelen ser terapias complementarias bien toleradas por el paciente, aunque precisan de un seguimiento estrecho por parte del oncólogo.
La radioterapia del área tumoral o de resección, y la quimioterapia son los tratamientos complementarios más frecuentes para los tumores cerebrales.
En ocasiones, no son necesarios porque la cirugía ha sido muy resolutiva y no se ha demostrado que estas terapias controlen mejor la enfermedad. Pero, en otras ocasiones, estos tratamientos se deben aplicar de forma individual o combinados, según los protocolos que han demostrado mayor eficacia en términos de control de enfermedad a largo plazo.
Personas mayores. Aunque la edad no es un criterio de exclusión para iniciar el procedimiento diagnóstico o terapéutico de un tumor cerebral, se tiene en cuenta su sentido biológico, es decir, por el estado clínico y capacidades del paciente.
Localización. El cerebro es un órgano vital. Contiene estructuras que si se lesionan pueden provocar secuelas neurológicas muy severas o incluso la muerte. En aquellos casos en los que los tumores asientan sobre estas zonas, se exploran otras alternativas a la cirugía menos lesivas.
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Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 20 de febrero del 2018
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