Tratamiento del Linfoma
El tratamiento del linfoma depende del diagnóstico específico (el tipo exacto de linfoma) y, en menor medida, del grado de extensión. Hay muchos tipos de linfomas con un pronóstico y un tratamiento muy diferentes. En cualquier caso, de manera global se puede decir que el tratamiento del linfoma se basa en la quimioterapia y, en menor medida, en la radioterapia.
Quimioterapia. El hecho de que la célula de origen sea un glóbulo blanco que circula por la sangre, requiere de un tratamiento que llegue a todas las células del cuerpo como es el caso de la quimioterapia.
Radioterapia. En los casos en que los ganglios linfáticos tienen un tamaño muy grande y la quimioterapia no consigue erradicar del todo la enfermedad, se administra radioterapia.
Cirugía. A diferencia de los cánceres más frecuentes (mama, pulmón, colon), la cirugía no juega ningún papel en el tratamiento del linfoma. La cirugía solo sirve para tomar una muestra y, así, poder llegar a un diagnóstico, pero no forma parte del tratamiento.
Trasplante de médula. En algunos casos concretos, es posible que se plantee la posibilidad de hacer un trasplante de médula ósea (progenitores hematopoyéticos), que puede ser del propio paciente (trasplante autólogo) o de un donante (trasplante alogénico).
El tratamiento de quimioterapia suele administrarse en ciclos de 1-2 días consecutivos que se repiten cada 2-4 semanas. La duración total del tratamiento varía entre 4 y 8 meses, en función del tipo de linfoma y su extensión. La duración de cada ciclo puede ser muy variable, desde minutos a horas.
En la mayoría de los pacientes, el tratamiento se hace de manera ambulatoria, por lo que no requiere de ingreso a no ser que haya alguna complicación.
Existen casos minoritarios en que el tratamiento tiene mayor complejidad, por lo que es necesario el ingreso hospitalario. En estos casos, la estancia suele ser relativamente corta (3-5 días).
La quimioterapia puede administrarse por distintas vías dependiendo del diagnóstico y de los fármacos a administrar. El equipo de salud informará al paciente de cuál es el más idóneo para su tratamiento:
Vía oral, en forma de pastillas o cápsulas.
Vía subcutánea o intramuscular.
Vía intravenosa, que requiere la colocación de un acceso venoso.
Existen distintos tipos de catéter en función del tipo de tratamiento, el fármaco a infundir y de la duración prevista:
Cánula periférica. Este método consiste en insertar una pequeña cánula de plástico en el brazo o en la mano para la administración de fármacos poco irritantes y de corta duración.
Catéter venoso central de inserción periférica (PICC). Consiste en colocar un catéter en el brazo, yugular o subclavia y se utiliza para medicaciones irritantes, tratamientos que requieren de la administración de fármacos con una bomba de infusión o cuando el paciente presenta mal acceso venoso.
Catéter venoso central permanente (Port-a-cath®). Consiste en la implantación de un reservorio subcutáneo, habitualmente en la zona subclavicular, y que accede directamente a la vena cava superior. Se pincha con una aguja especial a través de la piel. Se utiliza en pacientes con tratamientos de larga duración, mal acceso venoso o que requieren de la administración de fármacos con una bomba de infusión.
Una de las características de las células cancerosas es su crecimiento anormal y rápido. Sin embargo, no todas las células que presentan este crecimiento tan rápido son cancerosas. En nuestro organismo existen células sanas que también tienen un rápido desarrollo, por ejemplo, las de la sangre, las del tubo digestivo, las de la piel y de las mucosas, las del sistema reproductor y las del cabello. Los tratamientos de quimioterapia están diseñados para atacar las células de crecimiento rápido y también pueden afectar a las células sanas, lo que da lugar a lo que llamamos efectos secundarios.
La aparición de estos efectos, así como su duración e intensidad, dependen de cada fármaco, del tratamiento, de la dosis, de la duración y de la tolerancia de cada persona. El médico personaliza el tratamiento para minimizar las molestias que pueden afectar a la calidad de vida y realiza controles para valorar el estado general y la respuesta al tratamiento. Afortunadamente, se han hecho grandes avances en el desarrollo de tratamientos que ayudan a prevenir y/o controlar los efectos secundarios de la quimioterapia.
Cada linfoma tiene un tratamiento quimioterápico diferente y los efectos secundarios no son idénticos para todos los tratamientos, pero hay algunos que son comunes.
Infecciones. Es la causa más frecuente de ingreso hospitalario en los pacientes que están haciendo quimioterapia. Por este motivo, todos los pacientes que están recibiendo tratamiento quimioterápico deben consultar si tienen fiebre de 38ºC o más.
Náuseas y vómitos. Se previenen con medicación, pero a veces no es suficiente y los pacientes necesitan medicaciones adicionales. Es importante decírselo al médico si las náuseas/vómitos son graves.
Diarrea, generalmente leve. Si es muy grave hay que consultar, porque la causa puede ser una infección intestinal.
Adormecimiento de las manos y pies, sensación de hormigueo, pérdida de sensibilidad o incluso de fuerza (neuropatía). Estos síntomas están directamente relacionados con algunos de los fármacos que se utilizan en el tratamiento de los linfomas y es importante comunicarlo, porque a veces hay que reducir las dosis.
Disminución de glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas. Por este motivo, se realiza un análisis de sangre antes de cada ciclo de tratamiento. Incluso, es posible que algún tratamiento se retrase porque las cifras estén muy bajas o porque el médico añada algunos fármacos adicionales (factores de crecimiento) con el objetivo de reforzar la producción de células sanguíneas.
Reacciones infusionales. Solo aparecen mientras se está infundiendo el tratamiento, es decir, siempre ocurren en el hospital. Pueden manifestarse en forma de fiebre, picor, erupción cutánea, escalofríos o, incluso, mareo o falta de aire. Es muy importante avisar a la enfermera en cuanto ocurren, porque hay que parar la infusión y administrar otros medicamentos (paracetamol, antihistamínicos, corticoides). Por otro lado, el hecho de que aparezcan estos síntomas no quiere decir que el paciente sea alérgico a la medicación. De hecho, la mayoría de los pacientes acaban recibiéndola a pesar de haber tenido reacciones infusionales en algún momento.
Inflamación o dolor en el brazo donde se ha administrado el tratamiento. Es importante consultar con el equipo de enfermería.
Caída del pelo. No en todos los casos, pero cuando ocurre la alopecia suele ser completa. Una vez acabado el tratamiento, el pelo vuelve a salir.
En algunos casos, sobre todo cuando el linfoma está localizado en una zona muy concreta del cuerpo, se administra la radioterapia para el tratamiento del linfoma. Es una modalidad de tratamiento que usa radiación (rayos X) para destruir las células cancerosas.
Suele administrarse diariamente durante un período de 2-4 semanas, aunque respetando los fines de semana y días festivos (de lunes a viernes). La radioterapia se adapta a cada paciente mediante un aparato llamado “simulador”. Este produce una representación tridimensional del tumor y los órganos vecinos, de modo que se puede maximizar la eficacia del tratamiento a la vez que minimizar los efectos secundarios.
Las sesiones de radioterapia suelen durar alrededor de 10-20 minutos.
Al contrario que la quimioterapia, que se puede notar en cualquier parte del cuerpo, la radioterapia se aplica sobre una región muy concreta (cuello, axila, tórax, ingles, etc.) Por este motivo, los efectos secundarios de la radioterapia son muy variables en función de dónde se aplique.
Cansancio.
Una quemadura en la piel, llamada radiodermitis, que a veces puede dejar una cicatriz bajo la piel.
Inflamación de la boca o boca seca cuando se aplica en el cuello (por inflamación de las glándulas salivales).
Inflamación del esófago y dificultad para tragar, o de los pulmones o corazón, cuando se aplica en el tórax (donde está el tórax).
Inflamación de la vejiga urinaria o del recto, cuando se aplica en esa región (aunque esto es poco frecuente en el caso de los linfomas).
En los últimos años se han desarrollado nuevos fármacos para el tratamiento de algunos tipos específicos de linfoma (p.e. ibrutinib en linfoma del manto, idelalisib en linfoma folicular). A diferencia de los tratamientos de quimioterapia convencionales, estos nuevos tratamientos se administran por vía oral y de manera indefinida (a menos que aparezcan efectos secundarios o la enfermedad no responda) con el objetivo, no tanto de intentar curar o erradicar la enfermedad, sino más bien de cronificarla. A pesar de que estos fármacos también tienen efectos secundarios, en general, son más leves que los de los tratamientos convencionales, de modo que pueden ser, especialmente, útiles en las personas d'edat avançada.
En cualquier caso, esta es un área de investigación muy activa y en constante cambio.
El tratamiento paliativo tiene como objetivo mejorar la calidad de vida tanto para la persona como para la familia. Este tratamiento se puede aplicar en cualquier fase de la enfermedad y a cualquier edad. Se centra en aliviar el dolor, el estrés físico y mental asociado al diagnóstico.
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Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 20 de febrero del 2018
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