Vivir con Fibromialgia

Cualquier persona que tiene un dolor agudo, disminuye su actividad física. Cuando se tiene dolor la respuesta automática del cuerpo es parar para intentar que disminuya. Cuando, debido al reposo, el dolor es más controlable, la persona realiza de nuevo sus rutinas con más facilidad, pero cuando se habla de personas que tienen un dolor casi constante (dolor crónico), este reposo se puede volver en contra de ellos. Así la inactividad constante provoca una desadaptación del cuerpo al esfuerzo. Se pierde fuerza, elasticidad muscular, resistencia y aparece rigidez articular, porque el cuerpo necesita el movimiento.

Esto no significa, que no se tenga que respetar el dolor. Al fin y al cabo, el dolor es una señal de alarma del organismo y se debe escuchar. Pero cuando el dolor provoca como consecuencia un déficit importante de actividad física, se entra en un círculo vicioso en el que la inactividad también provoca más dolor y más fatiga.

Las recomendaciones más adecuadas en cuanto al ejercicio físico deben ser indicadas y supervisadas por un fisioterapeuta con el objetivo de establecer el grado de intensidad, duración y progresión de cada ejercicio. Así, se puede conseguir establecer unos hábitos de vida que incluyan el ejercicio físico moderado y constante y que mejore los síntomas que provoca esta enfermedad.

El ejercicio bien planteado y que no suponga un sobreesfuerzo puede ser un aliado muy importante y no un enemigo.

Actualmente y entendiendo que cada paciente necesita establecer unas pautas personalizadas, como recomendación general, el ejercicio aeróbico es la base de cualquier tratamiento físico: caminar en llano o en una piscina climatizada, son dos buenas actividades para empezar. Previamente se aconseja:

• Calentar las articulaciones, realizando movimientos articulares sencillos en el momento de despertar o después de un periodo de inactividad es recomendable todos los días.
• Las pautas de estiramientos y las de refuerzo musculares, pero en un comienzo serán supervisadas por un profesional.
• Cualquier ejercicio que se realice debe ser tolerable, moderado y progresivo. La educación terapéutica es muy importante para que el propio paciente sea capaz de gestionar sus esfuerzos, haciendo del ejercicio físico una herramienta muy importante en su tratamiento.
• En un principio no se debe exceder los 30 minutos de ejercicio y se fraccionará en períodos cortos de 10 minutos, hasta llegar al objetivo. Durante estos períodos se debe descansar 5 minutos. Se repite esta pauta entre 3 y 5 días por semana.

• Realizar una buena planificación del viaje con antelación teniendo en cuenta la situación clínica y, si es necesario, consultar a los especialistas y/o equipo de tratamiento seguimiento.
• Prever los fármacos habituales y de rescate necesarios y tener presente las regulaciones en cuanto a la normativa exterior.
• Utilizar ayudas técnicas, asistencia de viajes y desplazamientos.
• Realizar pausas, espacios para descansar de manera programada dentro de los itinerarios. Incluir actividades flexibles para poder realizar cambios, si son necesarios.

• Hablar con la persona con fibromialgia sobre cuál es la mejor manera de ayudarla.
• Informarse de la enfermedad y de su tratamiento y, cuando sea necesario, acompañarlo a las visitas terapéuticas.
• Comprender, compartir, apoyar y felicitar los esfuerzos que hace la persona.
• Acompañar y tener un papel activo en el proceso de la enfermedad.
• Adaptarse a los cambios que se puedan producir durante la evolución de la enfermedad.
• Intentar no ser sobreprotector y dejar espacio para que el paciente encuentre, de nuevo, su rol familiar, social y laboral.