Durante los últimos meses ha habido un gran interés para estudiar el impacto psicológico de la pandemia por COVID-19 en la población general y en los profesionales sanitarios. Esta situación ha afectado especialmente a las personas con problemas de salud mental que presentan un riesgo más elevado de empeoramiento en situaciones de estrés, como es el caso de contagiarse de la COVID-19, o, incluso, tener que ingresar en el hospital.
Entre los meses de marzo y junio de 2020, en el Hospital Clínic ingresaron un gran volumen de personas por complicaciones derivadas de la COVID-19. Muchas presentaban problemas de salud mental previos, o bien manifestaron problemas de salud mental durante su estancia hospitalaria. Algunos de estos problemas requerían tratamiento con psicofármacos como ansiolíticos, antidepresivos o antipsicóticos, entre otros. El Servicio de Psiquiatría y Psicología y, especialmente, el equipo de Psiquiatría de enlace, que se encarga de la atención de personas con problemas de salud mental, tuvo que dar respuesta a esta situación, hasta ahora desconocida.
La experiencia de aquellos meses puso de manifiesto diferentes dificultades en el tratamiento de estas personas. Uno de los problemas principales eran las interacciones de los psicofármacos con los fármacos utilizados para el tratamiento de la COVID-19, principalmente porque la combinación de estos medicamentos puede aumentar el riesgo de arritmias cardíacas. Por este motivo, muchas personas vieron limitado el acceso a tratamientos para la COVID-19, o bien al tratamiento con psicofármacos.
En relación a este tema, el equipo de psiquiatría publicó un artículo con recomendaciones basadas en la evidencia clínica y científica. En el estudio se tienen en cuenta tres escenarios representativos de personas con problemas de salud mental ingresadas por COVID-19 y se hacen recomendaciones personalizadas de tratamiento en cada caso.
En primer lugar, se elaboraron recomendaciones para personas con síndrome confusional agudo o delirium. Este síndrome normalmente afecta a personas de edad avanzada y consiste en presentar desorientación y fluctuación del estado de conciencia, que puede ir desde la somnolencia hasta la agitación. Es esencial investigar la causa orgánica de estos síntomas, como podría ser la fiebre, por ejemplo. Además, hace falta tratar este síndrome, por lo que se recomienda la utilización de olanzapina como fármaco de primera línea.
En el caso de personas con enfermedad mental grave diagnosticada, como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, o el trastorno depresivo severo, entre otros, se recomienda mantener los tratamientos psicofarmacológicos esenciales para evitar recaídas de estas enfermedades mentales graves.
Por último, en personas con problemas de salud mental leves-moderados o transitorios, entre los que destacan los problemas de ansiedad y la depresión leve o moderada, se recomienda identificar y tratar los síntomas específicos con terapia psicológica. En el caso de requerir psicofármacos, se recomienda utilizar dosis bajas, escoger tratamientos con bajo riesgo de interacción y evitar suspensiones bruscas de tratamientos.
Cabe destacar que el riesgo de interacción entre los psicofármacos y los fármacos de la COVID-19 no es absoluto y se debe contextualizarse en cada caso. Muchas recomendaciones de guías clínicas son de tipo cualitativo y no informan sobre el riesgo de interacción en función de las dosis utilizadas. Por este motivo, es necesario tratar cada caso de forma personalizada y considerar varios criterios clínicos. Es importante no excluir por defecto los pacientes que reciben psicofármacos de la posibilidad de recibir un tratamiento específico para la COVID-19. Sino que es recomendable mantener el tratamiento con psicofármacos y valorar una reducción de dosis si el riesgo de interacción es elevado.
Habría que realizar siempre, de manera previa, una monitorización con electrocardiograma y evaluar si se presentan efectos adversos con la combinación de tratamientos. En caso de tener que iniciar un nuevo tratamiento con psicofármacos combinado con fármacos para la COVID-19, el aumento de dosis que se administre debe ser progresivo y seguir el mismo principio: monitorización con electrocardiograma y valoración de efectos adversos.
Aunque los protocolos de tratamiento de la COVID-19 han cambiado mucho desde la publicación de estas recomendaciones, en junio de 2020, la necesidad de personalización del tratamiento y la consideración del conjunto de circunstancias del paciente son procedimientos aplicables a una gran variedad de situaciones complejas que se encuentran en el día a día de la atención hospitalaria.
Autores: Dr. Gerard Anmella, Néstor Arbelo, Mireia Primé, Luis Pintor y Dr. Eduard Vieta, Servicio de Psiquiatría y Psicología, Hospital Clínic de Barcelona