Las personas con ciertas enfermedades, como por ejemplo la enfermedad inflamatoria intestinal, o que consumen ciertos alimentos a los que son intolerantes o productos químicos (como el tabaco), presentan alteraciones en la barrera intestinal. La barrera intestinal protege de la entrada de agentes externos al organismo y, al mismo tiempo, permite la absorción de nutrientes. Esta pérdida de función de la barrera o aumento de la permeabilidad intestinal, permite que los componentes externos entren en contacto con las células inmunitarias que residen en el intestino. La respuesta inflamatoria que se desencadena puede provocar daño en el tejido en forma de úlceras y, en algunos casos, cicatrices y formación de fístulas intestinales.
En los últimos años, el papel de un correcto funcionamiento de la barrera intestinal y del conjunto de microorganismos (microbiota) que viven en contacto con ella ha sido el foco de muchos estudios. A pesar de que el mecanismo exacto no es del todo conocido, se cree que la permeabilidad intestinal estaría vinculada a varias enfermedades autoinmunes o metabólicas. Por eso, tratamientos terapéuticos centrados en mejorar la barrera intestinal y su microbiota son un campo prometedor de investigación, a pesar de que todavía está en etapas preliminares.
Algunos estudios, han detectado que el síndrome del intestino permeable contribuye al desarrollo de enfermedades autoinmunes como la diabetes tipo 1, la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide y la enfermedad celiaca. Además, la microbiota intestinal ejerce un papel fundamental en la regulación de la inmunidad, puesto que en pacientes con enfermedades autoinmunes se observan desequilibrios o disbiosis en los microorganismos que forman la microbiota intestinal.
En cada persona, el revestimiento gastrointestinal incluye aproximadamente la superficie de unos 32 m², equivalente al espacio de un piso tipo estudio. La principal función del intestino es la de procesar y digerir los alimentos, para después distribuir los nutrientes absorbidos por todo el cuerpo. Esta función la hace con la colaboración de millones de microorganismos (microbiota intestinal) que viven a su interior.
A pesar de que esta relación entre el cuerpo y la microbiota (bacterias, virus y hongos, principalmente) es altamente beneficiosa, existe una barrera a lo largo de todo el intestino. Esta es vital y actúa como una defensa de primera línea para salvaguardar la entrada de agentes externos y de estos microorganismos. El mantenimiento de esta barrera es fundamental porque separa estos microorganismos de las células inmunitarias que, en caso de contacto, desencadenarían una respuesta inflamatoria.
De hecho, el intestino es el órgano que concentra el número más alto de células inmunitarias, como los macrófagos y células productoras de anticuerpos, entre otras muchas. Cuando el sistema inmunitario detecta la presencia de alguna señal de peligro (por ejemplo, un agente infeccioso) responde poniendo en marcha una respuesta inlamatoria dirigida a destruir este peligro. Si esta respuesta inflamatoria se mantiene en el tiempo, puede llegar a desencadenar otras enfermedades.
La microbiota y la barrera intestinal se comunican entre sí, realizando una compleja red de interacciones que, en condiciones normales, están en equilibrio y contribuyen a la salud del cuerpo humano. Las alteraciones de la barrera derivadas de ciertos alimentos, condiciones físicas y sustancias químicas, así como las modificaciones de la composición y la función de la microbiota intestinal, pueden alterar este equilibrio y derivar en enfermedades. Sin embargo, los mecanismos exactos que vinculan la disbiosis, el intestino permeable y las enfermedades autoinmunes no se han dilucidado por completo.
Información documentada por:
La Dra. Azucena Salas, jefa de grupo de la Unidad de Enfermedad Inflamatoria Intestinal del Clínic-IDBAPS y miembro del CIBEREHD.