El virus herpes zóster es el causante de la varicela, que es cómo se manifiesta la enfermedad la primera vez que la persona se infecta. Cuando el virus se reactiva puede dar lugar al herpes zóster cutáneo o conocido vulgarmente como “culebrilla”. Este virus forma parte de la misma familia del virus herpes simple que puede dar lugar al herpes genital o labial, aunque se trata de enfermedades distintas. Una vez el herpes zóster ha entrado en contacto con nuestro organismo éste permanece latente en el sistema nervioso, concretamente en los ganglios sensoriales del nervio craneal o en los ganglios de la raíz dorsal. En un momento determinado el virus se reactiva, se replica, se transporta por los nervios y sale en la piel. Normalmente esta reactivación se produce en la edad adulta y es más común en las personas mayores. Se cree que se manifiesta cuando el sistema inmunitario está debilitado.
Algunas de las causas pueden ser:
- El estrés emocional
- El uso de inmunosupresores
- Tener alguna enfermedad crónica
- Cuando ha habido un traumatismo previo
- La exposición al virus. Las personas con herpes zóster cutáneo pueden contagiar a las que nunca han pasado la varicela. La transmisión es por contacto directo con las lesiones de una persona infectada.
Las lesiones suelen localizarse en la piel de la zona lumbar o cervical, y también cerca del ojo o en el oído. En la zona afectada de la piel se produce una sensación anormal o de dolor, y al cabo de 4 o 5 días comienzan a aparecer unas lesiones en forma de máculas (áreas planas visibles decoloradas), que se transforman en vesículas o ampollas y causan dolor. En este momento es cuando el virus se encuentra en la fase más infectiva. Después, estas vesículas se abren y se secan al cabo de 7 o 10 días.
Los síntomas generales de la infección por herpes zóster suelen ser:
- Fiebre
- Malestar general
- Dolor de cabeza
- Dolor o alteración de la sensibilidad en la zona de la piel afectada
Entre el 10 y el 18% de casos el dolor puede persistir en forma de neuralgia postherpética, que se produce después de que las ampollas desaparezcan. La neuralgia puede perdurar días, meses o incluso años. El riesgo de desarrollarla se incrementa con la edad, por lo que se recomienda la vacunación (RZV, Shingrix) en adultos mayores de 50 años. Los Centros para el Control y prevención de enfermedades (CDC) recomiendan dos dosis de la vacuna recombinante contra el herpes zóster. También se aconseja la vacunación en adultos de 19 años o más que tengan el sistema inmunitario debilitado a causa de alguna enfermedad o terapia.
La reactivación de la infección por herpes zóster se trata con fármacos antivirales, orales o intravenosos, sobre todo en pacientes mayores de 50 años o con afectaciones extensas. Habitualmente, el tratamiento no es necesario puesto que la enfermedad se puede resolver espontáneamente en 7 días. Los antivirales son eficaces las primeras 72 horas desde el inicio de las vesículas, en este período debe evitarse la sobreinfección de las lesiones mediante antisépticos tópicos. Además, se ha descrito que para evitar la aparición de la neuralgia postherpética, es eficaz la prescripción de analgésicos, en algunos casos tan potentes como los corticoides.
Información documentada por: Dra. Veronica Rico, médico del Servicio de Enfermedades infecciosas y del Servicio de Hospitalización a domicilio, y miembro del grupo de Investigación de infección nosocomial del IDIBAPS.