Antes del trasplante
La persona candidata a trasplante renal se visita con el equipo médico de trasplante: nefrólogo, urólogo y anestesista. En el caso del donante vivo, también se realiza una visita psicológica y otra con el profesional médico de coordinación de trasplante.
Una vez confirmada la viabilidad del donante y el receptor, y haber pasado por la sesión multidisciplinar y el comité de ética, el donante va al juzgado para su consentimiento final. Posteriormente, se programa la cirugía de forma electiva.
Los candidatos a trasplante de donante fallecido, después de obtener la aprobación del profesional médico y quirúrgico, son incluidos en una lista de espera, en función del grupo sanguíneo.
El día del trasplante
Si se trata de un trasplante de donante vivo, tanto el paciente como el donante ingresan el día antes de la cirugía en salas de hospitalización distintas. Tanto el donante como el receptor entran en el quirófano de forma simultánea y se realiza la intervención en quirófanos contiguos.
En el caso del trasplante de donante fallecido, el receptor candidato a recibir el riñón recibe una llamada por parte del profesional médico de guardia y debe acudir al hospital en el menor tiempo posible para poder realizar la prueba de compatibilidad (cross match) y proceder luego a la intervención.
El trasplante de riñón
Durante la cirugía, el cirujano coloca el nuevo riñón en la parte inferior del abdomen (generalmente en el lado derecho), a través de una incisión en forma de palo de golf. Luego, conecta la arteria y la vena del riñón a los vasos ilíacos, arteria (vasos que llevan la sangre oxigenada) y vena (sangre que viene de las piernas y va al corazón) del receptor. Posteriormente, se realiza la conexión del uréter (conducto que lleva la orina) a la vejiga urinaria.
Con frecuencia, el riñón produce orina de manera inmediata, pero, en ocasiones, puede necesitar de algunas semanas para empezar a funcionar e, incluso, puede que se necesiten de algunas sesiones de diálisis. Esta condición se denomina retraso de la función del injerto.
Actualmente, se puede realizar el trasplante renal asistido por robot. En este caso, es necesaria la colocación de pequeños tubos de plástico (trócares) a través de la pared abdominal. El órgano se introduce por una pequeña incisión en el bajo vientre. Las suturas vasculares y el reimplante se realizan dentro del cuerpo del receptor, por lo que se obtienen los mismos resultados funcionales y se reducen las incisiones y otros problemas de salud a consecuencia de la cirugía.
Después del trasplante
Una vez finalizada la intervención, el receptor es trasladado a la sala de reanimación o a la unidad de cuidados intensivos durante unas horas o días. Posteriormente, pasa a la sala de hospitalización convencional. El ingreso suele ser de una semana, aunque en ocasiones y, en función del tipo de donante y del receptor, el ingreso se puede alargar. El receptor sale de quirófano con una sonda y un drenaje que se extraen a los pocos días.
A las 24-48 horas del trasplante se realiza una ecografía renal y una gammagrafía para valorar la viabilidad del órgano. Así mismo, se realizan analíticas diarias para la monitorización de la función renal y para ajustar la medicación.
Posoperatorio
En el postoperatorio inmediato se pueden producir las siguientes complicaciones:
Infección. Después del trasplante, las defensas del paciente están muy bajas y existe un mayor riesgo de tener alguna infección. Las más frecuentes son las de la herida quirúrgica y las infecciones de orina. A medida que se estabiliza el riñón, este riesgo es cada vez menor.
Hemorragia. En ocasiones, se produce una pérdida de sangre debido a la cirugía. Si previamente ya existía una anemia, es posible que el paciente requiera alguna transfusión durante la intervención o en los días posteriores. Generalmente se resuelve por sí solo, pero, en alguna ocasión, requiere de revisión quirúrgica.
Hematuria. A veces, puede haber una leve pérdida de sangre a través de la orina debida a la reciente unión quirúrgica del uréter del donante con la vejiga. En general, se resuelve de manera espontánea con lavados a través de la sonda.
Fístula urinaria. Es poco frecuente. Significa que la orina sale a través del uréter o de la vejiga. Según la importancia de la fuga, se coloca una sonda urinaria o un catéter en el uréter durante unas semanas para dejar en reposo la vejiga y que se cierre de forma espontánea. En algunos casos, hay que operar para reparar la fuga.
Drenaje productivo. En ocasiones, tras el trasplante puede salir gran cantidad de líquido por el drenaje. Se trata de líquido linfático procedente de unos pequeños vasos que están alrededor de los vasos sanguíneos y que quedan abiertos tras la cirugía.
Este exceso de líquido, generalmente, se autorregula y es suficiente con dejar más días el drenaje. Si el drenaje se retira demasiado rápido puede formarse un linfocele (quiste que contiene linfa, un líquido trasparente y poco espeso que circula a través del sistema linfático). Si se forma un linfocele se puede necesitar tratamiento quirúrgico para resolverlo.
Rechazo. El rechazo se presenta cuando el sistema inmunológico, un mecanismo natural del organismo diseñado contra las infecciones, se activa. El sistema inmunológico reconoce el nuevo riñón como algo extraño a su organismo e intenta destruirlo. Por este motivo, es necesario tomar el tratamiento inmunosupresor.
Alta hospitalaria
Después del trasplante el paciente sigue unos controles en el hospital con su nefrólogo. Estas visitas, al principio, son más frecuentes (una vez por semana durante el primer mes) y, de forma progresiva, se van espaciando según la evolución del trasplante.
En las visitas se realizan una serie de controles como la toma de presión arterial (PA), la frecuencia cardíaca (FC) y el peso. También se revisa la herida quirúrgica. Es conveniente tomarse la presión arterial en el domicilio para tener unos valores de referencia, ya que los nervios el día la visita pueden alterar los resultados. El día de la visita hay que llevar los valores obtenidos durante las diferentes tomas y también se repasa el tratamiento y se revisan los análisis (efectuados el día anterior o el mismo día a primera hora).
La visita es un buen momento para preguntar dudas relacionadas con el trasplante. También pueden indicarse pruebas complementarias, como ecografías, para tener más información sobre el riñón. A su vez, el equipo de enfermería puede resolver cualquier duda sobre el control de la herida si no está completamente cicatrizada o aún se llevan grapas.
Herida quirúrgica
La cicatrización de la herida quirúrgica suele ser más lenta debido a la inmunosupresión (medicación específica del trasplante). Las grapas suelen retirarse a las tres semanas por el equipo de enfermería de consultas externas.
La herida quirúrgica debe mantenerse limpia. Después de la higiene diaria (ducha), la herida se tiene que secar bien con una gasa y con otra gasa aplicar povidona yodada. Si la herida está seca puede dejarse destapada, sin apósito. Se recomienda utilizar ropa interior de algodón y colocar sobre esta una faja tubular que se utiliza desde el postrasplante. El personal de enfermería hospitalaria le dará las recomendaciones personalizadas para su herida. Si la herida aún no está cerrada, debe ser curada siguiendo las indicaciones.
En la cirugía se administra una dosis profiláctica de antibiótico para evitar la infección de la herida. A pesar de ello, en algunos casos la herida puede infectarse, por lo que es necesario retirar alguna grapa para facilitar su limpieza y la salida del líquido. En este caso, la cicatrización será más lenta y habrá que esperar a que los tejidos crezcan de abajo hacia arriba, ya que no se puede volver a coser. Es muy importante mantener la herida limpia mediante curas diarias. Hay que evitar que la superficie de la herida se cierre en falso. Las curas pueden realizarse en el domicilio con la ayuda de algún familiar o en el centro de salud en función de su complejidad.
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Publicado: 19 de abril del 2021
Actualizado: 19 de abril del 2021
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