El cáncer de cuello de útero sigue siendo uno de los problemas de salud pública más relevantes a escala global. A pesar de los avances en la vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH) y los programas de detección precoz, esta enfermedad representa todavía la cuarta causa más común de cáncer en mujeres. Sin embargo, nos encontramos en un momento histórico, con avances terapéuticos que podrían redefinir su manejo y mejorar sus resultados.
En los últimos años, hemos presenciado una auténtica revolución en el tratamiento del cáncer de cuello de útero. Tradicionalmente, las principales opciones incluían la cirugía, la radioterapia y la quimioterapia basada en platino. Aunque éstas siguen siendo fundamentales, la irrupción de las inmunoterapias y las terapias dirigidas ha marcado un antes y un después en la lucha contra esta enfermedad.
Los avances en las técnicas quirúrgicas y radioterápicas también están transformando el tratamiento del cáncer de cuello de útero. La cirugía menos invasiva y la biopsia del ganglio centinela están reduciendo la morbilidad sin comprometer los resultados oncológicos. Asimismo, las técnicas de radioterapia guiadas por imagen están permitiendo una mayor precisión y menos efectos secundarios.
La inmunoterapia en cáncer de cuello de útero: un cambio de paradigma
Uno de los avances más significativos ha sido la incorporación de los inhibidores de puntos de control inmunitario, como el pembrolizumab. Recientemente aprobado por la FDA, este medicamento combinado con quimiorradioterapia ha demostrado mejoras significativas en la supervivencia de pacientes con cáncer de cuello de útero localmente avanzado. Esto representa un cambio de paradigma, puesto que por primera vez disponemos de una estrategia que potencia el sistema inmunitario para combatir el tumor.
Además, el ensayo INTERLACE sugirió que la quimioterapia de inducción, previa a la quimioradioterapia, está asociada a una mejora significativa en la supervivencia global, abriendo la puerta a nuevas estrategias terapéuticas. Este enfoque, que busca reducir la carga tumoral antes del tratamiento estándar, podría convertirse en un nuevo estándar de tratamiento.
Las terapias dirigidas también han ganado protagonismo. La adición de bevacizumab en la quimioterapia ha mejorado la supervivencia de pacientes con enfermedad metastásica, mientras que los conjugados anticuerpos-fármacos como el tisotumab vedotin han mostrado resultados prometedores en pacientes con enfermedad recurrente o refractaria. Estas estrategias permiten una medicina cada vez más personalizada, basada en biomarcadores y en las características específicas del tumor.
Asignatura pendiente: garantizar el acceso a todas las mujeres
A pesar de estos progresos, todavía queda mucho trabajo por hacer. El acceso desigual a los nuevos tratamientos y barreras socioeconómicas siguen siendo obstáculos importantes en la lucha contra el cáncer de cuello de útero. La implementación universal de programas de vacunación, el cribado sistemático y la disponibilidad de estas nuevas terapias deben ser prioridades globales para reducir la incidencia y mortalidad de esta enfermedad.
Nos encontramos en una nueva era para el tratamiento del cáncer de cuello de útero. Los recientes avances nos dan motivos para la esperanza, pero también nos recuerdan la importancia de seguir invirtiendo en investigación y en políticas de salud pública para garantizar que ninguna mujer se quede atrás en esta revolución.