El hospital se abre en el entorno, el Clínic hace comunidad
El periodista i miembro de la comisión de pacientes y usuarios, Josep Maria Martí firma esta crónica de la primera edición del Clínic Obert celebrada este sábado, 11 de mayo.
Unas 5.000 personas asistieron a la primera edición del Clínic Obert.
Me invitaron a la jornada del Clínic Obert; me dijeron que era la primera vez que la hacían; no sabía demasiado de que iría. Llegué temprano. El entorno del Hospital tenía una fisonomía diferente a la habitual, había mucho movimiento por todas partes.
Vi que pasarían muchas cosas y en muchos lugares. Ante lo que de momento me era desconocido tenía dos alternativas, o bien daba un paseo por el amplio recinto, saludaba y se marchaba, o bien me quedaba a hacer de periodista, es decir, a iniciar un proceso de inmersión total para conseguir saber de qué iba la cosa. Escogí esta segunda opción. La elección fue acertada; pero dada la cantidad de cosas que pasarían, tuve claro que había que abrir bien los ojos, captarlo todo hasta los pequeños detalles, todo con el objetivo de poder explicarlo lo mejor posible, algo que más tarde descubriría que era una tarea casi imposible.
De entrada hacía un buen día; el sol lucía y todo anunciaba que hacia el mediodía haría mucho calor. Cerca de las 10 de la mañana todas las carpas ya estaban en pleno funcionamiento y los responsables de cada una de ellas estaban en su sitio; el ambiente quizás todavía era un poco frío y nada tenía que ver a cómo sería sólo una hora más tarde. Empecé a ver a gente conocida del Hospital: el siempre omnipresente Dr. Campistol que saludaba a todos, a la gente de comunicación que lo controlaban actuando como un ejército ordenado, el personal sanitario que debía actuar en lugares que no eran ni despachos, ni quirófanos, ni salas de cuidados; también a las decenas de voluntarios que se iban repartiendo por las carpas.
"Tenía que pues actuar con método. En el cruce Casanova con Córcega, empezaban a pasar cosas".
Si el periodista es alguien que debe mirar con detalle los acontecimientos para intentar entenderlos y explicarlos después, como era mi caso, ante un bulto de cosas que según el programa debían ocurrir en las próximas horas, lo que debe hacer primero es proceder a ver el mayor número posible, pero debe hacerlo con un cierto orden, de lo contrario la crónica que hará será bien incumplida.
Tenía que pues actuar con método. En el cruce Casanova con Córcega, empezaban a pasar cosas; la primera carpa que vi tenía un cartel contundente: «678 agresiones sexuales atendidas en urgencias en el 2023», algunas personas lo miraban y como yo no lo acababan de creer; quizás para compensarlo al lado, los profesionales del SEM enseñaban a salvar vidas y distraían un poco a la gente de la mirada de esa cifra impresionante.
En la zona Casanova-Rosellón había una trenza de carpas; la primera mostraba la panoplia de pruebas de diagnóstico que se realizan en el Hospital, a continuación había un lugar donde informaban sobre cómo prepararse para una cirugía (confieso que pasé de largo, no fuera caso..). El tiempo iba pasando y el público aumentaba progresivamente; poco a poco comenzaban a hacerse colas en algunos lugares; uno de ellos, el de la Microbiótica fecal, motivaba que la gente que tenía al borde hiciera preguntas tipos: «.. ¿y eso que es?» « ¿de verdad la m.. sirve ?». Ésta no sería lo único que motivaría el interés de la gente, como los títulos de cada carpa eran explicativos, todo el mundo se detenía en cada una de ellas: «Cuida los riñones y protege tu cuerpo» «Glaucoma, la enfermedad invisible » «Todo lo que debes saber sobre la degeneración macular asociada...»
Unas experiencias propias
Como no quería ser simplemente observador, sino también participante, fui a realizarme la prueba de la memoria con resultados satisfactorios y alegría, tanto por mi parte y también la persona que me atendió; más abajo una sanitaria amable, creo que era una médico joven, al ver mis manos, me hizo entrar en la carpa y me informó sobre la artrosis, con un vistazo había tenido suficiente. Salí del lugar con una hoja de ejercicios a realizar. Me controlaron la presión ocular. Todo eran gente con buena cara y simpática; ni en los lugares que hablaban de las enfermedades más serias, vi a nadie entristecido, creo que lo que querían era dar más mensajes de esperanza que de otra cosa. Mi recorrido seguía sin un respiro; cuando menos me lo esperaba me topé con un titular que me dio cierta alegría: «SEXample, el placer no tiene edad». Reconfortado, no pude hablar con el personal que lo explicaba: la cola era muy larga y además de la calle Rosselló llegaba un ruido que había que descubrir que era.
"Consideré que no había tiempo para las lamentaciones y que no podía parar; sólo eran las once y media y aún tenía que ver muchas más cosas".
Me situé en la entrada de las consultas externas, lugar en el que los pacientes de la casa vamos a recibir buenas o malas noticias según el caso; aquí el panorama habitual había cambiado, y mucho, la calle estaba ocupada por una muchedumbre de gente que pedaleaba sobre una bicicleta estática, siguiendo apasionadamente el ritmo de una música fuerte, sólo alterada por la voz de un personaje que arriba del escenario marcaba el ritmo gritando y dando ánimos. Al ver la cara de agotamiento de algunos de los asistentes estuve a punto de ir a consultar al Dr. Castells para que me dijera si ese acto contaba con la preceptiva autorización médica.
Agotado yo mismo de ver ese esfuerzo físico, me dirigió a los Jardines del Doctor Duran Reynals donde oficiaba Ada Parelleda a la que podríamos dar el título de la cocinera más amiga del Clínic. Yo era el único que no traía libreta para tomar notas. Al terminar fui hacia el Punto de información donde me avisaron de que si quería ir a las visitas guiadas de la Facultad, del IDIBAPS o del interior del Hospital, debía apuntarme; mirando el programa me di cuenta de que entre los tres centros había más de una veintena de propuestas de cosas que ver. Poco a poco tomaba conciencia de que el reto de realizar una crónica exhaustiva era imposible de cumplir; debía reconocer que yo no tenía suficiente capacidad ni física ni periodística para cubrir informativamente tantas actividades. Pero consideré que no había tiempo para las lamentaciones y que no podía parar; sólo eran las once y media y aún tenía que ver muchas más cosas.
Los niños protagonistas
Rodeando el Hospital por Provença, encaré a Villarroel por la parte de abajo; no lo sabía, pero aquí me esperaba una de las sorpresas de la jornada: un área dedicada a los niños. La primera carpa estaba dedicada al cuidado de los dientes; después de ver lo que hacían tuve que marcharme un poco avergonzado al constatar que mi rutina dejaba de ser óptima: los niños que participaban, la hacían mejor.
Ante la entrada de Villarroel, había muchas familias con niños y mayores y pequeños se lo pasaban en grande. Confieso que en una de las carpas me quedé impresionado viendo y escuchando la explicación que un chico -supongo que investigador del IDIBAPS- hacía al público sobre la forma en que funcionaba el método científico para generar conocimiento, como ejemplo hacía experimento de cambios con líquidos de diferentes densidades y colores. Si me pidieran sobre el método pedagógico utilizado diría que era imposible hacerlo más claro y comprensible.
"Sentado no vi que a mi espalda se iban formando una cierta aglomeración de gente y que algunas carpas empezaban a experimentar cierto colapso".
La radio en directo
Reconfortado y cada vez más sorprendido por lo que estaba viendo, creí que merecía un descanso y no encontré mejor sitio para hacerlo que en los Jardines del Doctor Duran Reynalds, donde Roger Escapa hacía en directo su programa del sábado. A medida que escuchaba a los diferentes entrevistados, lo que dejan y como hablaban, me daba cuenta de que los oyentes de Catalunya Ràdio no sólo podían hacerse un caudal del nivel científico y asistencial del Clínic, sino sobre todo de la calidad de sus profesionales. Sentado no vi que a mi espalda se iban formando una cierta aglomeración de gente y que algunas carpas empezaban a experimentar cierto colapso.
Volviendo a andar, aunque quería ir deprisa, no conseguía pasar de largo de ninguna carpa; tan pronto me sentía atraído por un lugar en el que hablaban del envejecimiento cerebral saludable, como otro de inteligencia artificial, o uno que era un taller de decoración de bolsas de ropa. De fondo se volvía a escuchar música fuerte desde el escenario de la entrada de consultas externas, ahora la cosa se ve que iba de taller de zumba; de lejos vi que los participantes yo no eran tan jóvenes, había gente casi de mi edad, unos y otros ponían mucha convicción. No me acerqué más, no fuera que hubiera algún conocido y me invitara a bailar.
«¿Quién ha organizado ese enorme sarao?»
De repente me tocaron por la espalda; era una compañera de la Universidad que, con cara de asombro me preguntaba: « Pero, ¿quién ha organizado este enorme sarao?» cuestión a la que respondí: «Los propios profesionales del Clínic, los voluntarios, los amigos de la casa...» No acababa de creérselo y afirmó con un poco de ironía: «Pues además de ser líderes en salud, ¡también lo será en montar eventos!» Hice una pequeña sonrisa de satisfacción y pensé para mí: «Hoy los cientos de personas que han trabajado en el Clínic Obert no solo han incrementado la reputación de la marca, han hecho comunidad». Mi compañera profesora saldrá de aquí convencida de que este centro de salud, delimitado por unos edificios encajados en esta manzana del Eixample, es algo más que un Hospital.
Cada vez debía pararme más a menudo, pero como he nacido en la Catalunya Nova, cada vez que oigo el toque de grajillas, me apresuro a buscar el lugar donde los grupos tiran los castells. ¡Castillos! Sólo faltaba esto, para remachar una jornada que tenía de todo. Una vez deshecho el último pilar, los castellers y les castelleres se empezaron a quitar la faja, pero nada había terminado. En Córcega vi que entre una muchedumbre de gente sobresalía la cabeza blanca del Consejero de Sanidad, reconocí también a otras autoridades que le acompañaban y, por supuesto, los de los responsables de la casa. Tendría que haberme acercado para poder escuchar las conversaciones, pero las imaginé: «¡Venga, hoy habéis puesto en el Clínic en lo más alto!»
Eran la una y media de la tarde. Los periodistas viejos tenemos tanta experiencia realizando grandes reportajes como pocas piernas para aguantarlos. Repasando el programa me di cuenta de que aunque estaba allí hacía casi cuatro horas no había visto ni el 50 por ciento de todo lo programado. Pero no podía marcharse sin ir a ver a la Dra. Olga Rubio, para hablar de enfermos y de valores y además, tener la posibilidad de invertir los 500 simbólicos euros, con que me habían premiado, en actividades generadas por esta gran área que llamamos «XPacientes».
El periodista se despide, el enfermo se siente orgulloso
Ya no tenía más tiempo para ir a tomar la Línea 5, creí que era mejor pasar por medio del Hospital, el lugar que contiene la esencia de todo el trabajo que hace el Clínic en favor de las ciudadanas y ciudadanos. Vi que la maquinaria hospitalaria funcionaba como siempre; algunos recién llegados intentaban ir, entre en el laberinto de escaleras y plantas, a ver a sus enfermos; los familiares de las urgencias seguían a la espera de noticias, los profesionales sanitarios iban de un sitio a otro como era habitual, aunque algunos de ellos, cuando los miraba en la cara, podía percibir que hacían una media sonrisa que escondía un cierto orgullo; era como si dijeran. «Eso que veis fuera también lo hemos hecho nosotros».
Quince mil metros cuadrados ocupados en el Eixample, más de 100 actividades, una muchedumbre de carpas y sobre todo, el esfuerzo de cientos profesionales, voluntarios y pacientes que promueven y defienden el Hospital y que este sábado, juntos, hicieron comunidad, gracias también a los miles de personas que aceptaron la invitación y entraron en el Clínic Obert.
Bajando las escaleras de la estación agradecí la posibilidad de haber hecho durante la mañana de este sábado de periodista callejero que es el lugar donde empecé a trabajar como profesional; pero como persona pensé: «Hoy he aprendido muchas cosas, pero una de ellas muy importante: ellos (los profesionales) no están solos, y nosotros (los enfermos) tampoco».
Josep Maria Martí, periodista y miembro de la Comisión de Participación de Usuarios y Pacientes