El dolor es una experiencia sensorial desagradable. Por tanto, está siempre asociado a una emoción. Así, como el resto de ellas, se hace muy complicado medirlo con exactitud. Podemos medir el nivel de azúcar en sangre o el colesterol, pero no las emociones. Al menos, no de forma sencilla. No contamos con ninguna escala objetiva que nos ayude a hacerlo.
Actualmente, para medir el dolor se utiliza una escala del 0 al 10. Sin embargo, continúa siendo realmente difícil medir algo que no podemos ver ni tocar. Por ello, la medición del dolor crónico se ha convertido en uno de los mayores retos para los profesionales sanitarios.
El dolor crónico es aquel que persiste más de tres meses. Se considera, hoy en día, el problema de salud más frecuente en nuestro país y en nuestro entorno, ya que afecta a un número elevado de personas. Según el Dr. Christian Dürsteler, jefe de la Sección Clínica del Dolor del hospital Clínic Barcelona, “hablamos de un 20%, o incluso de un 30% de la población”.
Para su tratamiento, existen diferentes métodos farmacológicos. Sin embargo, en muchos casos, lo más recomendable son las estrategias basadas en la prevención y en el abordaje integral de la persona, es decir, el llamado abordaje biopsicosocial. Tal y como explica el Dr. Dürsteler, “el empoderamiento del paciente y del cuidador son fundamentales en el tratamiento del dolor crónico”. Además, “la educación terapéutica, el soporte psicológico, las técnicas de relajación y la fisioterapia son lo más efectivo”, añade.