Junto con el Dr. Alex R. Manara, de Bristol (Reino Unido) y Francesco Procaccio de Verona (Italia), el Dr. Valero analizó las diferencias de criterios en la determinación de muerte cerebral y circulatoria que se han dado a lo largo de la historia. Antes de los avances tecnológicos de los últimos cincuenta años, el deceso se diagnosticaba por la presencia del coma, la apnea y la falta de pulso. El paro de los sistemas respiratorio o cardiovascular conducían al diagnóstico de muerte. Pero el establecimiento a lo largo del siglo XX de los criterios que determinan la muerte neurológica (del cerebro) ha representado un cambio significativo en relación al método tradicional. Según el Dr. Valero, hoy en día, para diagnosticar la muerte por criterios neurológicos, "es esencial demostrar un coma irreversible, la ausencia de respuesta a los estímulos y la ausencia de reflejos cerebrales (incluida la capacidad de respirar), una vez se ha descartado todo lo que podría interferir en el diagnóstico. Sin embargo, varios estudios han demostrado que no hay un consenso universal sobre cuáles son los criterios específicos de diagnóstico, cuántos y qué reflejos deben examinarse, cuáles deben ser los períodos de observación y el uso de pruebas adicionales para confirmar la muerte."
En términos generales, este es un debate que implica a todos los médicos. Pero, según el Dr. Valero, los anestesiólogos, los intensivistas, los neurólogos y los neurocirujanos son los especialistas más comúnmente implicados en determinar la muerte en un contexto clínico, y por lo tanto es entre estos especialistas en los que esta cuestión adquiere una mayor relevancia.