La NASA aportó al estudio una serie de datos que obtiene a través de sus satélites relacionados con aspectos físicos como la exposición lumínica de una cierta zona de la Tierra. Al cruzar estos datos con los de 2.414 pacientes bipolares de distintas zonas geográficas del planeta se observó una relación entre el intervalo de máxima variación lumínica, particularmente en primavera, y la edad de inicio del trastorno bipolar. Cuanto más grande es la variación mensual en la exposición a la luz solar en la localidad más jóvenes son los pacientes en el momento de presentación del trastorno.
Los cambios de exposición lumínica producen cambios en los seres vivos, como la floración o los cambios en la conducta sexual. Las nuevas investigaciones demuestran que estos cambios podrían estar relacionados con el desencadenamiento, en personas vulnerables genéticamente, de trastornos afectivos como el trastorno bipolar. Esto ayuda a entender mejor la enfermedad, aunque sus aplicaciones clínicas no están claras. Quizás en el futuro se pueda actuar sobre dianas terapéuticas como los neurotransmisores, que incluyen la melatonina y la serotonina, implicados en la captación y transmisión de la luminosidad desde la retina.