Las noticias sobre posibles fallos en el funcionamiento de los servicios públicos no deben caer en saco roto: pueden acabar degradando la imagen externa de las instituciones y desanimar al personal implicado que, como en el caso de nuestro servicio de urgencias trabaja en condiciones de mucha presión asistencial de fuerte exigencia ciudadana para recibir pronta atención e instalaciones inadecuadas.
Las noticias que con frecuencia aparecen en los medios de comunicación pueden ser algo injustas: reflejan una asimetría entre la libertad del periodista para escribirlas y la posición del hospital que difícilmente puede salir “en tromba” a defender su actuación, porque conviene realizar una investigación seria, lo que requiere su tiempo. Es habitual que ante un posible fallo el periodista contacte con el hospital encontrándose con la respuesta “se está haciendo una investigación”: y esto no es una forma de “escurrir el bulto” sino que se corresponde con la realidad y con lo que se debe hacer, aunque pueda parecer una respuesta evasiva y prefabricada.
Por otro lado, fallecer es un hecho natural cuando la biología marca el final de nuestra vida, aunque los avances médicos puedan contribuir a generar una cierta sensación de inmortalidad. Y una muerte natural e inevitable puede sencillamente no ser aceptada por los familiares a los que a veces no se da las explicaciones suficientes con paciencia y con tacto. Otras veces la muerte es inevitable pero los familiares pueden estar enojados con un proceso previo a la misma, con demoras asistenciales o insuficientes explicaciones que les pueden llevar a erróneas interpretaciones sobre la causa de la muerte. Y también comenzamos en nuestro país a experimentar un incremento de judicialización de la medicina, con abogados que buscan “en caliente” casos de posibles negligencias para plantear reclamaciones económicas, recurriendo a la publicación de noticias en medios de comunicación, sabedoras de que ello pueda crear alarma social y debilitar la posición del hospital implicado.
Los directivos y profesionales del hospital han de tener claro las siguientes ideas: los programas de seguridad clínica son una prioridad; ningún incidente debe pasarse por alto, menospreciando sus posibles repercusiones; debemos instaurar en la vida y funcionamiento cotidiano de los hospitales la preocupación por mejorar las prácticas clínicas y estudiar como posibles fallos pueden conducir a fortalecer los procedimientos para que nuestros servicios sean seguros, sin caer en lo que se ha denominado “medicina defensiva”.