En un porcentaje de pacientes (alrededor de un 2%), la infección puede reactivarse por mecanismos hasta ahora poco conocidos y dar una respuesta inflamatoria local. En el caso del ojo, esta reactivación puede derivar en una destrucción de la retina recurrente, provocando destrucción del tejido y necrosis (muerte celular) con la consiguiente pérdida severa de la agudeza visual.
Un estudio de investigación del Hospital Clínic de Barcelona, coordinado por el Instituto de Oftalmología que dirige el Dr. Alfredo Adán en colaboración con el Servicio de Microbiología del mismo hospital, ha centrado su análisis en los factores implicados en la reactivación de las lesiones a nivel de la retina. Los primeros resultados, que fueron presentados en el Congreso Anual de la Association for Research in Vision and Ophthalmology (ARVO) el pasado mes de mayo en Fort Lauderdale (USA), apuntan al papel de una proteína, la MCP-1 (monocyte chemoattractant protein-1), en el desarrollo de infecciones activas por el parásito en la retina. La proteína MCP-1 es un mediador proinflamatorio que está implicado en el reclutamiento de unas células denominadas monocitos, que tienen capacidad para lisar el T.Gondii y otros microorganismos intracelulares.
El estudio incluía un total de 69 pacientes con lesiones de toxoplasmosis en la retina .En los casos de infecciones en fase activa se observó una disminución de los niveles de dicha proteína; dichos pacientes fueron comparados con el otro grupo de estudio: pacientes sanos no expuestos a la infección. En consecuencia, la disminución en los niveles de MCP-1 favorecería la reactivación de las lesiones oculares. Es la primera vez que se identifica el mecanismo que induce lesiones oculares en personas con toxoplasmosis, lo cual abre nuevas vías terapéuticas en el tratamiento de esta enfermedad.
La infección humana por el parásito T. gondii se produce por tres vías: ingestión accidental de ooquistes (huéspedes del parásito) en agua o de alimentos contaminados, normalmente carne cruda o poco hecha de un animal infectado que contiene quistes del parásito (carnes de ternera, cerdo o pollo), o por vía transplacentaria. Esta última y dado que si la infección se contrae por la mujer durante el embarazo (especialmente en el primer trimestre) puede ocasionar alteraciones importantes en el feto.