De acuerdo con el Seminario publicado en The Lancet, los pacientes con cirrosis tienen un mayor riesgo de desarrollar esta enfermedad maligna, y se recomienda realizarles una ecografía cada 6 meses. La vigilancia con ecografía permite el diagnóstico en etapas tempranas, cuando el tumor puede ser curable por resección, trasplante hepático o ablación, y puede alcanzarse una supervivencia a 5 años superior al 50%. Los pacientes con pequeños tumores solitarios y una función hepática muy bien conservada son los mejores candidatos para la resección quirúrgica. El trasplante hepático es más beneficioso en individuos que no son buenos candidatos para la resección, especialmente aquellos que cumplen los criterios de Milán (tumor = 5 cm y hasta tres nódulos = 3 cm). La escasez de donantes limita en gran medida la aplicabilidad de esta estrategia.
La ablación percutánea es el tratamiento más utilizado, pero su eficacia se ve limitada por el tamaño del tumor y su localización. En pacientes asintomáticos con enfermedad multifocal, sin invasión vascular o diseminación extrahepática, la quimioembolización puede proporcionar beneficios en términos de supervivencia. Los resultados de los ensayos aleatorios con sorafenib, dirigidos por el equipo del IDIBAPS – Hospital Clínic, han demostrado beneficios en la supervivencia de pacientes con carcinoma hepatocelular avanzado, lo que sugiere que las terapias moleculares dirigidas podrían ser eficaces en este tipo de cáncer quimiorresistente. La investigación sigue activa para profundizar en la patogénesis y el tratamiento del carcinoma hepatocelular.