La enfermedad por hígado graso metabólico se está expandiendo de forma preocupante y, en la mayoría de los casos, es totalmente asintomática. En los países desarrollados afecta entre el 25% y el 30% de la población, y esta cifra se dispara al 60% en pacientes con diabetes y hasta el 80% en personas con obesidad. Este incremento suscita importantes preguntas sobre qué está pasando con esta enfermedad y qué medidas se pueden tomar para protegerlo.
El hígado graso metabólico, una de las principales causas de enfermedades crónicas del hígado, se caracteriza por la acumulación de grasa en este órgano vital. A menudo, esta condición se descubre de forma inesperada durante una ecografía rutinaria o cuando se detectan niveles anormales de transaminasas en la sangre. El subgrupo de población mayoritariamente afectada por esta enfermedad está en personas con diabetes tipo 2, obesidad, colesterol alto o hipertensión.
La importancia del diagnóstico precoz
Además de los factores metabólicos, los hábitos de vida y la genética también tienen mucho que ver con esa enfermedad. Aunque puede parecer una simple acumulación de grasa, el hígado graso puede evolucionar lentamente a lo largo de 20 o 30 años de forma silenciosa, pasando por diferentes etapas, desde la esteatosis hasta la fibrosis y, en casos más graves, la cirrosis hepática.
El hígado graso no sólo afecta a este órgano en concreto; también incrementa significativamente el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y, si no se trata a tiempo, puede derivar en problemas mucho más serios como el cáncer de hígado. Diagnosticar la enfermedad a tiempo y comprender en qué fase se encuentra es clave para determinar el tratamiento y seguimiento más adecuado.
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Cambiar el estilo de vida para proteger el hígado
A día de hoy esta enfermedad no tiene ningún tratamiento farmacológico curativo disponible, pero una de las noticias positivas es que la enfermedad se puede controlar e incluso revertir parcialmente con cambios sencillos pero efectivos en el estilo de vida. Una pérdida de peso moderada, entre el 5% y el 10%, puede marcar una gran diferencia. Seguir una alimentación saludable, como por ejemplo, la dieta mediterránea rica en alimentos frescos y saludables, evitar los alimentos procesados, las bebidas azucaradas; así como incorporar el ejercicio físico regular en la rutina son pasos fundamentales para revertir la enfermedad. El consumo de alcohol, aunque sea en pequeñas cantidades, puede acelerar la progresión de la enfermedad, por lo que se recomienda evitarlo.
Además, es crucial mantener bajo control los distintos factores de riesgo cardiovascular como la diabetes, el colesterol y la presión arterial, ya que son factores que contribuyen tanto a la progresión de la enfermedad como a la mortalidad.
Aunque actualmente no existe ningún medicamento específicamente aprobado para tratar el hígado graso, los equipos de investigación están trabajando en ello intensamente. Existen múltiples ensayos clínicos en marcha con fármacos prometedores, que podrían ayudar a reducir la inflamación y la fibrosis asociadas a esa condición. Es probable que en los próximos años se disponga de nuevas opciones de tratamiento que podrían transformar la forma en que se trata esta enfermedad.
Información documentada por:
Dra. Anna Soria y Dra. Isabel Graupera, Servicio de Hepatología del hospital Clínic Barcelona.