A medida que una persona se va haciendo mayor va perdiendo capacidad auditiva. El cambio es progresivo y suele iniciarse en las frecuencias agudas que dificultan la percepción de algunos sonidos específicos. Esto provoca que, en ambientes ruidosos, a la persona le cueste concentrarse en aquello que dice su interlocutor. Con el tiempo, cada vez son más los sonidos que se dejan de percibir por lo que la sordera aumenta. En muchas ocasiones, esta sordera se acompaña de otros signos de deterioro del oído interno como los acúfenos.
Hasta ahora, esta pérdida de audición se solía detectar entre los 60 y 70 años, y se tenía dificultad para entender el habla entre los 70 y 80 años. Sin embargo, en los últimos años, se ha observado que la edad de los pacientes que notan estos problemas relacionados con la audición ha disminuido.
La aparición de la sordera producida por la edad (o presbiacusia) tiene una gran variabilidad entre las personas. Se sabe que la genética es un factor de riesgo, pero la sordera también está muy influenciada por los hábitos lúdicos y profesionales. Así, por ejemplo, hay estudios en comunidades sin ningún ruido exterior, como los esquimales y comunidades aborígenes con poco contacto con el entorno, donde la sordera y la aparición de acúfenos aparecen más tarde.
Por otro lado, existen estudios donde se observa que la aparición de sordera es más temprana en las personas con exposición al ruido en su trabajo o en aquellas que viven en ciudades con mucho tráfico. Además, también se ha demostrado que el estilo de vida tiene una gran influencia en la salud del oído. Así, las personas con mayor estrés tienen un mayor deterioro de la audición, e incluso pueden llegar a tener sorderas súbitas.
Las consecuencias de la transformación tecnológica
En las últimas décadas, se ha observado un gran cambio en los hábitos sociales con un aumento importante del uso de la tecnología. Por ejemplo, la aparición de los juegos de ordenador y consola ha hecho que muchas personas, no solo niños y adolescentes, pasen muchas horas jugando. Otro ejemplo es el avance de la telefonía móvil, que ha acercado la música, las series, las películas y los podcasts a la sociedad. El oído sufre cuando está expuesto a ruidos muy intensos, como un disparo o la explosión de un petardo.
Sin embargo, ruidos no tan intensos, pero que se mantienen durante mucho tiempo, también dañan el oído. Algunos estudios han calculado que casi tres de cada cinco niños superan el nivel de ruido aconsejado al día, hábito que está muy extendido, y también en población no tan joven. La cuantificación del impacto que este aumento de la exposición al ruido directo sobre el oído es muy difícil de valorar, ya que dependerá de su intensidad, duración, capacidad regenerativa del oído interno de cada persona, de la exposición a otros factores como el alcohol o el tabaco y de los tiempos de descanso.
En definitiva, parece que al ruido de la vida cotidiana (tráfico, trabajo…) se ha añadido una exposición continuada de ruido debido a los avances tecnológicos en el ocio que podría explicar la aparición de sordera y acúfenos cada vez en edades más tempranas.
INFORMACIÓN DOCUMENTADA POR:
Dr. Miguel Caballero, otorrinolaringólogo del Servicio de Otorrinolaringología del hospital Clínic Barcelona.