En el estudio, se evaluaron durante un año 61 pacientes con cirrosis tratados en la Unidad del Hígado del Hospital Clínic de Barcelona. De ellos, 28 desarrollaron 57 episodios de encefalopatía hepática durante el seguimiento. A los tres meses, el 75% de los pacientes con cirrosis en los que se produjo una disminución significativa del sodio sérico desarrollaron encefalopatía hepática. En cambio, sólo un 39% de los pacientes cirróticos que no mostraron variación en los niveles de sodio presentaron la enfermedad. Los resultados mostraron que la hiponatremia es el predictor independiente de riesgo de encefalopatía hepática más fuerte de entre las variables analizadas.
La baja concentración sérica de sodio es consecuencia de una alteración en el balance hidroelectrolítico y se asocia a un peor pronóstico de los pacientes con cirrosis. Las personas con cirrosis e hiponatremia presentan mayor deterioro de la función hepática, disfunción renal y mayor mortalidad que quienes tienen cirrosis sin hiponatremia. Además, los investigadores encontraron una relación entre los niveles bajos de sodio y una concentración también reducida de osmolitos cerebrales orgánicos, en particular, myo-inositol. Así, los pacientes con niveles cerebrales de myo-inositol bajos tuvieron una mayor probabilidad de desarrollo de encefalopatía hepática que los pacientes con niveles cerebrales de myo-inositol elevados.
Si bien no se conoce totalmente el mecanismo patogénico por el que los niveles bajos de sodio predisponen a la encefalopatía hepática en pacientes con cirrosis, estudios recientes apuntan al papel tóxico del amonio en el cerebro. Cuando niveles elevados de amonio llegan al sistema nervioso central, se produce una mayor concentración de glutamina. Este aminoácido provoca un desequilibrio osmótico en los astrocitos, ya que induce entrada de agua a la célula y genera un edema cerebral de bajo grado. La presencia de hiponatremia también lleva a un desequilibrio osmótico en el astrocito. En este contexto de desequilibrio osmótico, la hiponatremia supone una segunda lesión que podría empeorar el edema en los astrocitos y favorecer directamente el desarrollo de encefalopatía hepática, o bien generar un desequilibrio osmótico que fomente la aparición de encefalopatía hepática ante cualquier otro estímulo.
La relación directa observada en este estudio entre hiponatremia y encefalopatía hepática en la cirrosis abre una puerta a la prevención y el tratamiento de la encefalopatía hepática en el futuro. Una de las vías de investigación pendientes es evaluar si se puede reducir la incidencia de esta enfermedad tratando la hiponatremia con antagonistas de los receptores de la hormona antidiurética.