¿Quieres consejos profesionales sobre cómo combatir la obesidad?
La prevalencia de la obesidad se ha duplicado en 73 países de todo el mundo y ha aumentado de manera constante en otros desde 1980. En los menores, la prevalencia de la obesidad ha aumentado desde un 4% en 1980 a un 8% en 2015, es decir, se ha duplicado.
La obesidad infantil se asocia con un mayor riesgo de numerosos problemas de salud que incluyen la diabetes, enfermedades cardiovasculares, así como la muerte prematura en la edad adulta. Por este motivo, identificar factores de riesgo que se pueden modificar para la prevención de la obesidad infantil se ha convertido en una prioridad de salud pública.
Aunque la obesidad tiene un importante componente genético, el rápido aumento de este problema en los últimos años se debe más a los cambios en el estilo de vida y al entorno obesogénico (que favorece la obesidad). Una gran variedad de factores ambientales, biológicos, económicos, psicológicos y sociales contribuyen al desarrollo de la obesidad y podrían ser objetivos de intervención. Entre estos, los factores del estilo de vida como la falta de actividad física, las actividades sedentarias y el consumo de una dieta alta en calorías.
La magnitud del problema y las consecuencias de la obesidad en la calidad de vida y el estado de salud de los menores y sus familias, subrayan la necesidad urgente de desarrollar programas que puedan favorecer una pérdida de peso segura. Además de un control del peso efectivo.
Las escuelas, por ejemplo, deben ser un punto focal para la prevención de la obesidad, ya que la educación nutricional puede resultar en un cambio de comportamiento a largo plazo. Una revisión de estudios científicos sugirió que incorporar lecciones sobre alimentación saludable, actividad física e imagen corporal positiva en el plan de estudios escolar era una de las estrategias más prometedoras. Aun así, otros estudios similares no son concluyentes.
Por otro lado, se ha demostrado que las intervenciones para reducir la obesidad en menores y adolescentes tienen mejores resultados cuando todos los miembros de la familia están involucrados. Un estudio reciente mostró que los hijos de mujeres que se adhieren a un estilo de vida saludable tenían un riesgo menor de obesidad que los hijos de madres que no practicaban este estilo de vida. Estos hallazgos resaltan los beneficios de implementar intervenciones basadas en la familia, las escuelas y las comunidades.
Esto ocurre porque los pasos necesarios para lograr y mantener la pérdida de peso, como son la restricción calórica sostenida y el ejercicio, son difíciles de llevar a cabo sin un apoyo continuo. El apoyo se produce más fácilmente en un entorno social, escolar y familiar que facilita la alimentación saludable y la actividad física.
Un entorno obesogénico que incluye hábitos como pasar mucho tiempo delante de pantallas, una disminución de la actividad física y consumo habitual de alimentos altamente calóricos es una barrera difícil de romper. En estos casos, mantener el enfoque en los cambios de estilo de vida dentro de las familias es un paso crítico para facilitar cambios positivos en el comportamiento, que tendrán un gran impacto a largo plazo en el control de peso de todos sus miembros, especialmente los más jóvenes.
Autora: Violeta Moizé, nutricionista del Hospital Clínic de Barcelona