Hasta ahora hay poca investigación sobre el lipedema pero un estudio desarrollado por la Universidad de Padua y el Hospital de Lausanne (Suiza) la define y explica cómo reducir su avance. Se trata de una enfermedad crónica y progresiva que afecta al tejido graso. Es la acumulación anormal subcutánea de tejido adiposo en las extremidades, que empieza por las caderas, y va descendiendo. En ocasiones esta acumulación también se produce en los brazos, exceptuando las manos, los pies y el tronco. Presenta una clara separación entre el tejido afectado y el sano, y con el tiempo se observa una desproporción en la zona donde se acumulan estas células respecto al resto del cuerpo. Además, este aumento de volumen ocasiona dolor al tacto, al caminar o al hacer ejercicio. El diagnóstico del lipedema es clínico y está altamente infradiagnosticado, es poco conocido por muchos profesionales y por la población en general y a veces se puede confundir con obesidad o linfedema, que es la inflamación de los tejidos por la acumulación de líquido.
El lipedema afecta mayoritariamente a mujeres, empieza en la pubertad y puede intensificarse tras un cambio hormonal por el embarazo o la menopausia, y la obesidad es un factor de riesgo para padecerlo. Las causas son poco conocidas, se sugiere que cambios microvasculares y linfáticos combinados con una susceptibilidad genética y factores hormonales son responsables del desarrollo de esta enfermedad.
Fue reconocida por la OMS como enfermedad en 2018, pero en España la seguridad social aún no cubre su tratamiento. Esta enfermedad requiere un tratamiento multidisciplinar e inicialmente conservador que ayuda a reducir su rápida progresión. Llevar un estilo de vida activo y seguir una alimentación sana es fundamental. Sin embargo, adquirir estos hábitos no previene el aumento de tejido adiposo, aunque puede reducir la inflamación y mejorar la calidad de vida. Puede ser beneficiosa una alimentación que evite los picos glucémicos y de insulina, ya que esta estimula la formación de tejido graso. Por otro lado, la resistencia a la insulina puede empeorar el edema, por lo que una alimentación como la dieta mediterránea, que limita los hidratos de carbono de absorción rápida (azúcares libres, cereales refinados, ultraprocesados) y promueve el consumo de los complejos (cereales integrales y legumbres) puede ser beneficiosa.
Si bien es básico llevar una dieta sana y realizar ejercicio físico también es cierto que modificar estos dos factores suponen mínimos cambios en la pérdida de tejido adiposo disfuncional, lo que esto puede llevar a la frustración y aparición de problemas psicológicos que se pueden agravar por la limitación de la movilidad, el dolor y los cambios estéticos que supone el lipedema.
La actividad física acuática parece ser especialmente beneficiosa en pacientes con lipedema ya que la presión del agua favorece el drenaje linfático y la flotabilidad reduce la carga sobre las articulaciones de los miembros inferiores. El uso de prendas de compresión puede reducir el dolor y la incomodidad de las extremidades afectadas. La terapia linfática descongestiva compleja (CDP) también puede ser útil. Consiste en el drenaje linfático manual asociado con vendajes de compresión multicapa y ejercicio físico. En los pacientes que no mejoran con el tratamiento conservador se considerará el tratamiento quirúrgico, como la liposucción (con técnica quirúrgica diferente a la liposucción estética, o lipectomía, en casos seleccionados.
Sin embargo, es necesario continuar investigando para entender los mecanismos que causan la enfermedad y diseñar estrategias terapéuticas multidisciplinares, que permitan tratar de forma eficaz y segura el lipedema.