El tratamiento del cáncer ha evolucionado significativamente en las últimas décadas. Además de las opciones tradicionales como la quimioterapia, la radioterapia y la cirugía, la investigación biomédica ha introducido terapias innovadoras como la inmunoterapia y la hormonoterapia.
Estos avances han permitido aumentar las tasas de supervivencia, cada vez más superan la enfermedad. Sin embargo, este éxito ha puesto de manifiesto nuevos desafíos como las complicaciones cardiovasculares asociadas a los tratamientos antitumorales.
Las complicaciones cardiovasculares: una realidad creciente
La cardiotoxicidad se puede manifestar de diferentes formas dependiendo del tipo de tratamiento. Fármacos como las antraciclinas o el trastuzumab, que se utilizan en cánceres de mama y hematológicos, se han asociado con insuficiencia cardíaca. Asimismo, tratamientos como las fluoropiridinas (para el cáncer de colon) o la radioterapia torácica pueden incrementar el riesgo de cardiopatía isquémica. También se han detectado casos de arritmias cardíacas asociadas a determinadas terapias.
Estas complicaciones requieren un enfoque multidisciplinar en el que la colaboración entre especialistas resulta clave para equilibrar los beneficios del tratamiento oncológico con los posibles riesgos cardiovasculares.
Nacimiento de la cardio-oncología
Ante esta necesidad, han surgido unidades de cardio-oncología, equipos médicos que integran oncólogos, hematólogos, cardiólogos, radioterapeutas y otros especialistas. El objetivo de estos equipos es proporcionar un óptimo tratamiento para el cáncer, con la reducción al máximo de los riesgos cardiovasculares y la adaptación de las decisiones médicas a las características de cada paciente.
Prevención y seguimiento personalizado
La prevención es un pilar fundamental para evitar complicaciones. Los especialistas comienzan por evaluar el riesgo cardiovascular del paciente, analizando factores como la hipertensión, el tabaquismo o la diabetes, y realizar pruebas diagnósticas (analíticas, electrocardiogramas y ecocardiogramas).
Los pacientes con menor riesgo pueden seguir controles menos frecuentes, mientras que aquellos con riesgo alto reciben un seguimiento más riguroso, que incluye controles periódicos durante y después del tratamiento.
En casos de muy alto riesgo, los especialistas pueden considerar el uso preventivo de fármacos cardioprotectores, como estatinas, antihipertensivos o betabloqueantes, para reducir la probabilidad de complicaciones graves.
El futuro de la cardio-oncología
La cardio-oncología es una especialidad emergente con un gran potencial de crecimiento. La investigación en este campo avanza rápidamente y se prevé que va a aportar nuevas estrategias para mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Por último, el papel de la medicina de atención primaria es esencial para el seguimiento a largo plazo de los supervivientes de cáncer, ya que estos pacientes presentan un riesgo más elevado de complicaciones cardiovasculares con el paso del tiempo. Una de las prioridades futuras será la estructuración de este seguimiento de forma sistemática para garantizar una atención integral y sostenible.
Con una estrecha colaboración entre especialistas, investigadores y profesionales de la atención primaria, la cardio-oncología se consolida como un aliado indispensable en la lucha contra el cáncer.
Información documentada por:
Dr. Enric Cascos, Servicio de Cardiología, Hospital Clínic Barcelona.