Fara Brasó-Maristany, Sofía Pérez del Pulgar y Ana Martínez protagonizan la nueva edición de la campaña “Talento femenino, las científicas hablan”, iniciada en 2019 y retomada en 2023. Brasó-Maristany, investigadora postdoctoral del grupo Genómica traslacional y terano tumores sólidos liderado por Aleix Prat, centra su investigación en el cáncer de mama, mientras que Pérez del Pulgar, investigadora acreditada CIBER del grupo Enfermedades hepáticas víricas, genéticas e inmuno-mediadas dirigido por Xavier Forns, y Martínez, investigadora predoctoral del grupo Biología vascular hepática liderado por Jordi Gràcia-Sancho, estudian enfermedades hepáticas.
Desde pequeña, Brasó-Maristany mostró interés en la ciencia, “esto me llevó a estudiar biotecnología, y a dedicarme profesionalmente a este trabajo en el que cada día aprendes cosas nuevas, hecho que me motiva mucho”. La vocación de Pérez del Pulgar fue algo más tardía. “En bachillerato empecé a estudiar química. Esta asignatura me abrió las puertas al fascinante mundo de las reacciones químicas, las estructuras moleculares y los átomos, y por ese camino seguí en la universidad”. Martínez, por su parte, siempre ha querido colaborar en mejorar uno de los aspectos de la vida de las personas que considera más importantes: la salud.
Las mujeres constituyen el 62% del personal del IDIBAPS dedicado a la investigación. “Gran parte de los estudiantes de la carrera éramos mujeres y en nuestro laboratorio también hay una clara mayoría femenina. Sin embargo, a medida que avanzamos en la carrera científica, los cargos de responsabilidad son ocupados por hombres”, declara Brasó-Maristany. Para la investigadora, la maternidad es una de las causas que explica esta tendencia, puesto que la dedicación a la familia y el cuidado de los hijos puede afectar negativamente al currículo de las científicas. Opinión que comparte Pérez del Pulgar, “la carrera investigadora es una carrera de fondo. Implica muchas horas de dedicación, viajes, congresos, estancias en el extranjero y docencia que dificultan la conciliación. Esto lleva a muchas mujeres a decidir que quizás no es el camino que más les conviene”. Destacan también la cultura patriarcal y el estereotipo de que la ciencia es cosa de hombres como barreras que afrontan las mujeres para acceder a puestos de liderazgo. “Hay una especie de círculo vicioso. Todavía existen prejuicios sobre que las mujeres quizás no encajamos en la ciencia. Al mismo tiempo, también hay pocas científicas en posiciones de decisión, que sean referentes. Todo ello contribuye a mantener el sesgo”, apunta Martínez.
Ninguna de las tres investigadoras ha experimentado en primera persona una clara discriminación por el hecho de ser mujer. "He tenido mucha suerte", declara Martínez. “Aunque quizá el problema es la palabra, “suerte”. No debería tener que utilizar esta expresión, porque no debería de haber diferencias entre hombres y mujeres. Todas las investigadoras deberían vivir el respeto que he vivido yo hasta ahora”. “Puede parecer anecdótico, pero hay ocasiones en las que, por ser mujer y joven, otros investigadores no te dan crédito y prefieren discutir un resultado con tu jefe. Es decir, un varón. Esto nos pasa más a nosotras que a ellos y nos invalida”, añade Brasó-Maristany. “Además de comentarios machistas y prejuicios, a veces he afrontado la infravaloración de mi trabajo por ser mujer, mientras que a mis compañeros masculinos se les valoraba positivamente. Sin embargo, debo remarcar que las tres veces que he cambiado de laboratorio han coincidido con mis tres embarazos y mi candidatura a la nueva plaza nunca se ha visto afectada por mi estado, que era patente y no escondí”, señala Pérez del Pulgar.
Aunque poco a poco la situación de las mujeres en ciencia va mejorando, todavía queda trabajo por hacer. Brasó-Maristany y Martínez coinciden en pedir más medidas y leyes. “Ayudas y becas que ayuden a las mujeres a no quedarse atrás, así como planes que permitan una mejor conciliación familiar. Además, es necesario concienciar a los hombres para que vean estas medidas como algo positivo y necesario para hacer de la investigación un mundo más igualitario. No queremos que lo perciban como una discriminación positiva hacia las mujeres”. Salir más a la calle, dar a conocer a la sociedad los obstáculos de las investigadoras y concienciar sobre las desigualdades, son otras de las soluciones que proponen.
Brasó-Maristany, Pérez del Pulgar y Martínez ven el futuro con optimismo y esperanza. Creen que las nuevas generaciones de científicas marcarán un antes y un después en términos de igualdad, equidad y justicia. “La investigación es apasionante. Nos permite impactar de forma muy positiva en la vida de las personas, mejorar su salud y calidad de vida. Animamos a las jóvenes investigadoras a no desfallecer, a continuar, a luchar, y a perseguir sus sueños, porque vale mucho la pena”, concluyen. Se necesitan más voces y mujeres que amplifiquen el mensaje para que este sea escuchado.
Esta actividad de la UCC+I del IDIBAPS recibe el apoyo de la FECYT.